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Oklahoma!

Musical. Western. Romance Laurey Williams (Shirley Jones) se siente atraída por el cowboy y cantante Curly (Gordon MacRae), pero antes de aceptarlo, quiere asegurarse de que él la valora como se merece. Entre tanto, coqueteará con Jud Fry (Rod Steiger), el fortachón mayordomo de su rancho, pero no se ha dado cuenta de que éste, obsesivamente, la está queriendo sólo para él.(FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
20 de abril de 2006
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dirigida por Fred Zinneman ("Solo ante el peligro", 1952), adapta al cine un musical de Broadway. Se rodó en los estudios de la Fox a lo largo de casi un año. Fue la primera colaboración de Rodgers y Hammerstein, compositor y letrista, que se mantuvo durante años. Nominada a 4 Oscar, ganó 2 (banda sonora de musical y sonido). Fue producida por Arthur Hornblow Jr.

La acción tiene lugar en la localidad de Claremore (Oklahoma), en los primeros años de la primera década del XX. Narra la historia de Laurey Williams (Shirley Jones), hija de un ranchero, enamorada del vaquero Curly McLain (Gordon McRae), que está enamorado de ella, pero ambos son demasiado orgullosos para confesar sus sentimientos. Entre ellos se interpone el empleado del rancho del padre de Laurey, Jud Fry (Rod Steiger). Por su lado, Annie Carnes (Gloria Gahame) ha de elegir entre el vaquero Will Parker (Gene Nelson) y el vendedor ambulante Ali Hakim (Eddie Albert). La tía Eller Murphy (Charlotte Greenwood), soltera de mediana edad, inteligente y comprensiva, respetada por todos, trata que las cosas vayan por buen camino.

La película, ambientada en tierra de vaqueros, es un homenaje a la alegría, la música, el baile, el amor y la vida. También es un canto al viejo mundo de los vaqueros, que marcaron con su impronta el espíritu del país. Más que una película musical, es un musical de argumento esquemático en el que se apoyan los números musicales. Narración y canciones interactúan, pero el peso de la obra descansa en la música, que es la auténtica protagonista. Las canciones obtuvieron un gran éxito popular poco antes y durante los primeros años del rock-and-roll. Destaca la coreografía de los números musicales, de Agnes de Mille, sobrina de Cecil B. de Mille.

La música, de Richard Rodgers, sobresale por la combinación que hace de modernidad y espíritu "country". Fue interpretada por la MGM Simphony Orchestra. Contiene canciones memorables, como "Oh! What A Beautiful Mornin'", "I Can't Say No" y otras. La fotografía hace uso de "travellings" efectistas, imágenes de detalle, encuadres sorprendentes (cámara bajo el carro) y perspectivas de conjunto de gran belleza. Maneja con habilidad el claroscuro y en exteriores tiende a situar el encuadre de modo que el celaje ocupe más de la mitad del campo. Es notable la escena nocturna de un bar de chicas de vida alegre, soñada por Laury. El guión incluye referencias tan acertadas y refrescantes como "soñar no está prohibido". Apuesta por los nuevos bailes de la época, el doble paso y el claqué. La interpretación de Gloria Grahame es sobresaliente y son loables las intervenciones de Rod Steiger, Eddie Albert y, sobretodo, Shirley Jones, en su debú en cine. La dirección construye un musical que combina comedia, western y romance, en un contexto acertadamente épico.

Película musical de una serie que rodó la Fox para competir con los grandes musicales de la Metro ("Cantando bajo la lluvia", 1952). Entretenida, interesante y gratificante.
Miquel
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19 de junio de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que la Fox lanzó en el año 1953 el nuevo sistema cinematográfico Cinemascope, que revolucionó el cine, posteriormente, en el año 1955 presentó con esta película un nuevo formato llamado Tod-Ao, que se basaba en una película de 70M/M de ancho con 6 pistas magnéticas de sonido. Por aquellos años, 1959, el público español ya estaba acostumbrado al Cinemascope, pero a pesar de ello la presentación de este nuevo sistema, en Madrid y Barcelona fué espectacular y causó un gran impacto en el público, ya que la nitidez y espectacularidad del enorme campo visual de la imagen proyectada en pantalla curva de grandes dimensiones, como así mismo la gran calidad del sonido estereofónico, sobrepasaba todo ello al Cinemascope. Al estar basada esta producción en un musical de gran éxito en Broadway, con una música muy inspirada y pegadiza, el triunfo de este film fué arrollador.
Las secuencias de exteriores de este film, que no son muy abundantes, cobran una gran fuerza con el nuevo sisema. Lástima que gran parte del film fué rodado en estudio simulando la ambientación teatral del musical estrenado en Broadway, lo cual se nota bastante, pero no obstante la fuerza de la imagen y la partitura musical llenan los sentidos. Hay algunas secuencias que se extendieron demasiado en el tiempo, pesando por ello en el espectador.
Las intepretaciones son correctas, sin más, así como la dirección a cargo del maestro Fred Zinnemann, cumpliendo favorablemente todo ello con los objetivos del film.
Como este sistema de 70M/M obligaba a una gran inversión económica en los cines, y debido a la escasez de instalaciones de este tipo en las salas, posteriormente, la mayor parte de estas películas se pasaron en laboratorio a copias en Cinemascope, con la consiguiente pérdida de calidad tanto en la imagen como en el sonido, y no digamos ya al presenciar este tipo de producciones en televisión, pues no son ni la sombra de lo que fueron en los cines donde se presentaron en su formato original.
Película muy recomendable para todos los amantes del musical de Broadway, y de los nostálgicos de aquellos años donde el cine, el verdadero cine, y con sus novedades técnicas nos hicieron soñar como nunca lo ha hecho el séptimo arte.
Es imprescindible la versión original en inglés de esta película, aunque en el DVD comercializado en la actualidad no se han subtitulado en castellano las letras de las canciones inexplicablemente, cuando éstas forman parte del argumento del film.

José Antonio ZG
Jose Antonio ZG
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5 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su empeño de no dejarse desbancar por la naciente televisión que venía demostrando que ver películas en casa también tiene sus encantos, los productores hollywoodenses comenzaron a inventarse lo que pudieron para hacer que las pantallas de los televisores lucieran minúsculas en comparación con las que ostentaban las salas cinematográficas; que sus colores jamás se acercaran a los que ofrecía el cine y que su sonido sonara gangoso en relación con los numerosos canales que ofrecían las pantallas gigantes.

Con estos propósitos, surgió el 3-D en 1952; el Cinemascope se estrenó en 1953; y seguidamente, sin lograr la permanencia por sus altos costos de montaje -al que no podían acceder la mayoría de las salas del mundo-, llegaron y desaparecieron: El Vistavisión, el Technirama y el Todd-AO. Este último formato, patentado y explotado por quien sería el siguiente marido de Elizabeth Taylor, Michael Todd, duplicaba el tamaño de la cinta convencional (pasando de 35 a 70mm), mejoraba sustancialmente la definición de imagen, y el sonido óptico lo convertía en sonido magnético de alta fidelidad.

Para estrenar este prometedor y llamativo formato, se obtuvieron los derechos del último éxito en Broadway de los celebrados compositores, Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II. Los guionistas, Sonya Levien y William Ludwig, complementaron la historia basándose en la obra original de Lynn Riggs; y Fred Zinnemann, director que había obtenido ocho premios Oscar (incluido el de Mejor Director) con su última película, “De aquí a la eternidad”, se convirtió en el más apto para cederle el timón, pues, se esperaba que pudiera llevar a buen puerto un presupuesto que rozaba los 5 millones de dólares.

¿El resultado? Siete millones de dólares en taquilla y un musical que gustó al público porque asegura un espectáculo con romance, comedia y drama; magníficos escenarios naturales y teatrales, una fotografía espléndida en unos tonos envolventes, y un puñado de personajes que, en su mayoría, resultan bastante simpáticos, aunque, lo que en definitiva ocurre con ellos, ya lo hemos visto en incontadas ocasiones, y en algunos casos, con mayores novedades.

Plausibles, sin duda, algunas canciones y uno que otro montaje coreográfico, pero, es en este aspecto donde -como ocurre con casi todos los filmes del género-, no es fácil sentirse a plenitud. En lo personal, le cortaría sin reparo una media hora de metraje, abreviando algunos números y quitando dos o tres canciones de esas que producen somnolencia.

En cuanto a lo actoral, encantador debut de la angelical Shirley Jones (Laurey), quien además tiene timbre precioso que, como a su partenaire, Gordon MacRae (Curly), le permite cantar con su propia voz. Como siempre, Rod Steiger (Jud Fry) brilla con su capacidad dramática; y Charlotte Greenwood (La tía Eller), como también Gloria Grahame (Annie), estupendas en sus respectivos roles, salpicando de divertida comedia esta relajante historia.

Si quieres un rato de cine sin sentirte obligado a remover la materia gris; viendo a un montón de chicas talentosas y a unos cuantos tipos muy simpáticos; y donde la belleza abunda en todo lo que mires, “OKLAHOMA!”, es tu película.
Luis Guillermo Cardona
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10 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que bonito dirige Zinnemann, el amante de los movimientos de cámara que con Oklahoma! consigue engancharme a otra desmitificación del wéstern donde no es que la figura del sheriff 'adulterara' los heroicos valores americanos como con su obra maestra Solo ante el peligro (1952), es que directamente no existe esa figura. A través de un musical al más puro estilo Broadway, el genio austríaco nos traslada a la imagen más bucólica y mundana del Salvaje Oeste como un retrato costumbrista y social de esos últimos días antes de que la civilación, las leyes y La Unión entre americanos se impusiera al conservadurismo sureño de Oklahoma y otros estados.

Por razones obvias, Zinnemann vuelve a trazar una parábola frente a los valores primitivos con los que el senador McCarthy azotaba a sus compañeros de profesión en lugar de, como expresa en la película, convivir para encontrar la paz y que campesinos y vaqueros se den la mano. Que se evolucione como sociedad, al fin y al cabo, algo que nos lo recuerda una y otra vez de maneras muy divertidas a través de secundarios como Will Parker (Gene Nelson), que llega a exponer para sorpresa de todos el avance sociológico en Misuri en cuanto al pensamiento colectivo, o Ali Hakim (Eddie Albert), un gitano persa dedicado a la venta ambulante que, lucrándose a costa de la ignorancia de esos estados americanos que se negaban al progreso consigue hacer llegar el mensaje de Zinnemann casi sin filtros al espectador.

Todo es bonito, colorido y dulce, puramente circense y desenfadado, como si no hubiera maldad en las actitudes y valores abiertamente retrógrados de sus personajes, reflejando un espacio y tiempo de la historia americana muy concretos como los inicios del s. XX, la época donde América tiende, tímida, sus brazos al progreso para olvidar gradualmente a pistoleros, forajidos y, en resumen, al Viejo Oeste. Incluso en la técnica, cuando en el wéstern casi siempre se filmaba con la cámara fija (siendo su mayor exponente John Ford, que a duras penas movía la cámara), Zinnemann hace gala de su repertorio de travellings para llenar de dinamismo y movimiento los planos, en los que sobresalen las increíbles coreografías de sus actores.

Aunque como espectador poco asiduo al musical esas secuencias de júbilo se me hayan hecho algo cargantes, seguro que son un disfrute para los amantes del género, sobretodo cuando estas discurren en interiores. Zinnemann también incluye un gran mecanismo brechtiano para dar una teatralidad preciosa a la obra en la que las decisiones de sus personajes, con quiénes deciden casarse o no, o qué quieren o no hacer con sus futuros, tienen mucho peso sobre el argumento, reflejando así un pensamiento colectivo cambiante como la vida misma y obligando al espectador a elaborar un pensamiento crítico que no se deje llevar demasiado por las edulcoradas emociones de sus protagonistas sobre el conservadurismo más recalcitrante de la sociedad americana.

También y gracias a un personaje concreto, Jud Fry (Rod Steiger), Zinnemann rinde tributo al monstruo de Frankenstein de James Whale (El doctor Frankenstein, 1931) creando uno propio en base a la ausencia de amor y el rechazo que sufre por parte de la sociedad, construyendo escenas inesperadamente terroríficas para ser, a priori, un musical romántico. Rod Steiger hace un trabajo exquisito, sea dicho. La oscarizada banda sonora de Robert Surtees es verdaderamente estimulante por la importancia narrativa que desempeñan, siendo sus extensos números indispensables para comprender los sentimientos que solo así manifiestan sus personajes cuando interactúan y que hacen que sean un poco más ligeros de ver.

Otra gran película de Fred Zinnemann que canta al amor, canta a la vida, pero también a la convivencia, al progreso y a la unión entre personas, nociones obligadas para aspirar a la alegría y felicidad con la que nos cuenta cómo América fue capaz de dar un paso hacia delante en su historia. (7.5).
Tiggy
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20 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Decepcionante musical que pese al acontecimiento que supuso en su día y el prestigio que conserva está bastante sobrevalorado, además de rezumar valores bastante retrógrados.

Y es que así como en otros muchos musicales hollywodienses del período clásico, los personajes femeninos suelen tener una gran personalidad, y en más de una ocasión (aunque no siempre) dan testimonio de procesos como la incorporación de la mujer al mundo del trabajo o su empoderamiento para ser capaces de tomar decisiones por sí mismas -”Las chicas de Harvey” (Geroge Sidney, 1946), que la tengo muy reciente, sería un buen ejemplo de lo que digo, pero también lmuchos de los años 30 de la RKO y la Warner, o buena parte de los que luego produjo la MGM- aquí se limitan a ser auténticos floreros. Aunque, todo hay que decirlo, sus jovenes contrapartes masculinas no exhiben mucha más inteligencia.

De hecho, el único personaje con cierta personalidad y sabiduría que presenta la peli es el de tía tía Eller (Margaret Greenwod), con más juicio incluso que los adultos del sexo masculino que por allí pululan (James Whitmore, Jay C. Flippen). Y es que es ella la que como la persona más respetada de la comunidad, maneja el cotarro y trata de orientar y dirigir a las jovenes, aunque siempre bajo unas premisas muy conservadoras e incluso advirtiéndolas de que deben resignarse al hecho de que, aunque les den alegrías, sus maridos van a hacerlas sufrir más de una vez

Pero es que, además, la peli apenas profundiza en el conflicto social y personal entre el empleado del rancho (Rod Steiger) enamorado de la protagonista (Shirley Jones) y el resto de la comunidad, un conflicto que podía haber dado mucho más juego y cuya resolución es, además, profundamente reaccionaria.

O sea que no solo es que la sociedad haya tratado mal a Jud, el personaje interpretado por Rod Steiger, o que la protagonista lo desprecie y utilice de un modo bastante cruel. Es que la película, supongo que porque es algo que ya estaba en la historia de Rodgers y Hammerstein, lo trata muy mal también (ver spoiler). Incluso exhibiendo en más de una ocasión cinismo.

Dicho todo esto y haciendo abstracción de ello, Oklahoma no deja de ser una cinta muy disfrutable para los aficionados al musical, aunque en mi opinión tiene un metraje algo excesivo. Y si bien hay un numerito de chicas-florero tan cursi como estomagante, en general todos tienen bastante calidad. De entre ellos, hay que destacar el de la secuencia inicial (“Oh, what a beautiful morning”) y el de la del final que da título a la peli, además del bastante simpático de la estación a cargo de Gene Nelson y Charlotte Greenwood (“Kansas City”) y los protagonizados por una Gloria Graham que está bastante graciosa a lo largo de toda la peli en su papel de ingenua casquivana. Por no hablar del ballet central (“Laurey’s dream ballet”), que en su línea un poco más de arte y ensayo recuerda bastante a las secuencias más imaginativas de Gene Kelly y Stanley Donnen para MGM.

Por otra parte, es verdad que en el plano técnico, algunos “travellings imposibles” de carácter subjetivo, como los del carro desbocado, y el carácter envolvente de la fotografía y la puesta en escena de Zinneman -seguramente para aprovechar el nuevo sistema Todd.A-O- debieron ser en su momento muy innovadores. Y sí, es cierto que a ese nivel a ratos parece que nos encontramos ante una peli muy moderna para su época y que, desde luego, rompe totalmente con la estética tradicional del western.

Lo que pasa es que, al menos a mí personalmente, no me parece que esa especie de hiperrealismo kitsch beneficie demasiado a la película. Quizá porque en el fondo soy muy clásico. O porque por muy innovadoras que sean sus formas, no modifican en nada el carácter profundamente reaccionario, cínico y bobalicón de lo que se nos cuenta.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Echanove
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