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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Musical. Western. Romance Laurey Williams (Shirley Jones) se siente atraída por el cowboy y cantante Curly (Gordon MacRae), pero antes de aceptarlo, quiere asegurarse de que él la valora como se merece. Entre tanto, coqueteará con Jud Fry (Rod Steiger), el fortachón mayordomo de su rancho, pero no se ha dado cuenta de que éste, obsesivamente, la está queriendo sólo para él.(FILMAFFINITY)
10 de abril de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que bonito dirige Zinnemann, el amante de los movimientos de cámara que con Oklahoma! consigue engancharme a otra desmitificación del wéstern donde no es que la figura del sheriff 'adulterara' los heroicos valores americanos como con su obra maestra Solo ante el peligro (1952), es que directamente no existe esa figura. A través de un musical al más puro estilo Broadway, el genio austríaco nos traslada a la imagen más bucólica y mundana del Salvaje Oeste como un retrato costumbrista y social de esos últimos días antes de que la civilación, las leyes y La Unión entre americanos se impusiera al conservadurismo sureño de Oklahoma y otros estados.

Por razones obvias, Zinnemann vuelve a trazar una parábola frente a los valores primitivos con los que el senador McCarthy azotaba a sus compañeros de profesión en lugar de, como expresa en la película, convivir para encontrar la paz y que campesinos y vaqueros se den la mano. Que se evolucione como sociedad, al fin y al cabo, algo que nos lo recuerda una y otra vez de maneras muy divertidas a través de secundarios como Will Parker (Gene Nelson), que llega a exponer para sorpresa de todos el avance sociológico en Misuri en cuanto al pensamiento colectivo, o Ali Hakim (Eddie Albert), un gitano persa dedicado a la venta ambulante que, lucrándose a costa de la ignorancia de esos estados americanos que se negaban al progreso consigue hacer llegar el mensaje de Zinnemann casi sin filtros al espectador.

Todo es bonito, colorido y dulce, puramente circense y desenfadado, como si no hubiera maldad en las actitudes y valores abiertamente retrógrados de sus personajes, reflejando un espacio y tiempo de la historia americana muy concretos como los inicios del s. XX, la época donde América tiende, tímida, sus brazos al progreso para olvidar gradualmente a pistoleros, forajidos y, en resumen, al Viejo Oeste. Incluso en la técnica, cuando en el wéstern casi siempre se filmaba con la cámara fija (siendo su mayor exponente John Ford, que a duras penas movía la cámara), Zinnemann hace gala de su repertorio de travellings para llenar de dinamismo y movimiento los planos, en los que sobresalen las increíbles coreografías de sus actores.

Aunque como espectador poco asiduo al musical esas secuencias de júbilo se me hayan hecho algo cargantes, seguro que son un disfrute para los amantes del género, sobretodo cuando estas discurren en interiores. Zinnemann también incluye un gran mecanismo brechtiano para dar una teatralidad preciosa a la obra en la que las decisiones de sus personajes, con quiénes deciden casarse o no, o qué quieren o no hacer con sus futuros, tienen mucho peso sobre el argumento, reflejando así un pensamiento colectivo cambiante como la vida misma y obligando al espectador a elaborar un pensamiento crítico que no se deje llevar demasiado por las edulcoradas emociones de sus protagonistas sobre el conservadurismo más recalcitrante de la sociedad americana.

También y gracias a un personaje concreto, Jud Fry (Rod Steiger), Zinnemann rinde tributo al monstruo de Frankenstein de James Whale (El doctor Frankenstein, 1931) creando uno propio en base a la ausencia de amor y el rechazo que sufre por parte de la sociedad, construyendo escenas inesperadamente terroríficas para ser, a priori, un musical romántico. Rod Steiger hace un trabajo exquisito, sea dicho. La oscarizada banda sonora de Robert Surtees es verdaderamente estimulante por la importancia narrativa que desempeñan, siendo sus extensos números indispensables para comprender los sentimientos que solo así manifiestan sus personajes cuando interactúan y que hacen que sean un poco más ligeros de ver.

Otra gran película de Fred Zinnemann que canta al amor, canta a la vida, pero también a la convivencia, al progreso y a la unión entre personas, nociones obligadas para aspirar a la alegría y felicidad con la que nos cuenta cómo América fue capaz de dar un paso hacia delante en su historia. (7.5).
Tiggy
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