Malvaloca

Avalada por la personalidad de Luis Marquina, un director injustamente relegado, cuando no directamente ninguneado, sólo recordado, cuando lo es, precisamente por “Malvaloca” pero que tiene en su filmografía otros títulos nada desdeñables. La obra teatral de los hermanos Álvarez Quintero, siempre interesó al cine, prueba de ello son sus tres versiones. “Malvaloca” es una rareza dentro de la productora CIFESA de aquella época, más cercana a los postulados del régimen de lo que es esta historia escrita a principios de siglo. Como es bien sabido, el film desarrolla la vida escabrosa y sin “detallar” de la joven serrana que arrastra la fama de su pasado, sus novios pretéritos, entre los que destaca Salvador (Manuel Luna), su amor presente, Leonardo (Alfredo Mayo), socio del primero en la fundición, y la campana del convento de Las Canteras, la “Golondrina”.

“Malvaloca” es una obra melodramática y lacerante, de redención moral a través del amor. Tenemos a Rosita, hembra de tronío y de ojos picarones, llamada Malvaloca (excelente Amparo Rivelles), “una mijita de malva y mucho de loca” dicen algunos. Siempre con mal de amores, sus relaciones con Salvador, un hombre que “no es malo”, según Malvaloca, y el amor apasionado de Leonardo “bueno todo el día” según ella, que da un repaso y amansa los tópicos del andalucismo. El gracejo verbal, el baile, la copla, el folclore está presente como valor intrínseco y metafórico de la atmósfera en la trama.

Lo insólito de este film, dotado de una notable limpieza técnica que respira fatalidad y pesimismo, infelicidad y desgracia, radica en el fino retrato no ya en una mujer ligera de cascos, como se decía antaño, sino en el amor de un hombre descentrado por su pasión amorosa, que presenta tintes autodestructivos, algo ciertamente inusual en el cine español del periodo. Lo inesperado del enfoque, incluso la morbosidad, nace fundamentalmente del dilema que recorre el cine de Marquina, de raigambre conservadora y católica, pero no franquista, en el que se deslizan todas las tensiones de los inscritos en esta concepción del mundo. En esa tupida atmósfera, en esa irrefrenable pasión, se origina la singularidad de “Malvaloca”, como dice la copla: “merecía esta serrana que la fundieran de nuevo como funden las campanas”.

Malvaloca es una joven andaluza de familia humilde y vida disoluta. Sólo se redimirá de su pasado a través del amor puro.

Un clásico del camp español, muy atrevido para su época, que adapta la pieza teatral de los hermanos Álvarez Quintero. Amparo Rivelles compone el retrato de esta mujer de buen corazón, que finalmente encuentra la dicha al lado de un honrado señorito asturiano, con el tañido de una metafórica campana sonando de fondo.

La cantaora Gracia de Triana va ilustrando los hechos mediante pasajes musicales.



"Merecía esta serrana que la fundieran de nuevo como funden las campanas."

"Malvaloca", obra de teatro de los hermanos Álvarez Quintero, Serafín y Joaquín, estrenada en 1912. Su éxito fue tal que después se llevó al cine, primero en su versión muda en 1927, luego en la sonora de 1942, que es la presente, y por último otra más moderna aunque aún en blanco y negro de 1954, sin contar las versiones para televisión. Lo que llama la atención de su argumento es lo atrevido que es para la época. Una joven andaluza, no sé si sevillana o malagueña, Rosa "Malvaloca" (una atractiva Amparo Rivelles con sólo 17 años de edad), va de amante en amante en un caso de semiprostitución hasta toparse con un amor sincero en la figura del asturiano Leonardo (Alfredo Mayo), un honrado empresario fundidor. Pero claro, el estigma de su pasado se presentará como un grave impedimento para su sano idilio.

A decir la verdad, la película es menos de lo que promete pues apenas tiene recorrido. Del morboso planteamiento inicial apenas salen sin que se dibuje un verdadero conflicto. En cambio, lo que sí tenemos es algo de afectación sobre todo en ciertos diálogos y personajes. Pese a todo, resulta agradable de ver por su optimismo disimulado (SPOILER) pero sobre todo por desmontar una vez más los mitos progres que casi 80 años después inventamos sobre lo que es el pensamiento "franquista". Esta joven, en vez de ser condenada por indecente, es ensalzada por su bondad y en el fondo por su pureza: todos estaban/estamos deseando perdonarla. Y no pensemos que se trataba de un producto marginal pues "Malvaloca" fue seleccionada para representar a España en el festival de Venecia.

Comprendo que quienes no sean de Andalucía (pero siempre hay excepciones) no entiendan este cine tan castizo, basado en una obra de los Álvarez Quintero. Les puede sonar a “españolada” ese injusto concepto que se ha hecho un hueco en un país que a veces tiene complejos de lo propio y es papanatas para lo extranjero, antes francés y ahora yanqui.
Pero ese mundo que refleja Malvaloca es (era) real y verosímil. La gente hablaba así, con ese uso normal de metáforas, de hipérbole. “Tengo un poco de malva y algo de loca”. “Mi madre me puso Rosa/pa que fuera desgraciá/, que no hay en el mundo rosa/ que no muera deshojá”. “Te dejas querer más que el gallito de una solterona”. “La cadenita de las lágrimas no te las echa tú al hombro”.
Las sevillanas en la Cruz de Mayo las conocí de chico, luego cayeron en el olvido y ahora, por eso de la revalorización de lo local y lo de la identidad, han sido recuperadas. En tiempos de esta película no se hablaba de identidad. Se era.
Amparo Rivellles demostrando su arte, que se había hecho en el teatro y no como tantas y tantos hoy, en las series. Alfredo Mayo con su maestría habitual. Manuel Luna siempre él mismo.
Sí. Luis Marquina ha sido olvidado y ninguneado. Pura injusticia. Una bella fotografía en un blanco y negro que ha persistido durante casi setenta años.
Es notable que en 1942, en un país como estaba, en medio del hambre, se hiciera una película como esta.

La sorpresa viene dado por ser una película muy atrevida para los primeros años franquistas. Es una temática que durante la segunda república, sí que podía caber e incluso detallar más, pero en los recientes años franquistas, había censura y había que adaptar la trama.

En ningún momento se ve que la protagonista se prostituya para traer dinero a casa, sí que se ve que trae dinero y que lo trae de una forma desgraciada, con mucha pena, y se intuye, que se prostituye, pero eso ya lo dejan a la imaginación del espectador.

La mala prensa que tiene este personaje, es como pintada, porque como no se ve maldad ninguna de la protagonista pues no se entiende el porque la gente la mira mal. Pero claro, como he dicho antes, se tiene que leer entre líneas.

Dejan muy bien parada a la iglesia, e incluso se ve una procesión de semana santa, esto seguro que influye para que la censura no meta baza, ya que el final.... (ver spoiler).

Técnicamente está muy bien conseguida, y es por ello que esos 4 puntos van para allá, una fotografía buena, y parece ser que poco a poco, el cine español, va haciendo cine.

Fue todo un éxito en taquilla (quizás muchos supieron leer entre líneas y eso daría morbo al asunto...) y eso hizo que CIFESA hiciera firmar un buen contrato a Amparo Rivelles.