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Los hijos de Katie Elder

Western Tras muchos años de ausencia, los tres hijos mayores de Katie Elder regresan a su pueblo natal para asistir al funeral de su madre. Pronto averiguarán que su padre murió asesinado después de perder su rancho en una partida de cartas. A partir de ese momento, no descansarán hasta encontrar al asesino y recuperar sus propiedades. (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
4 de abril de 2011
30 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es el cine de Henry Hathaway como esos equipos de Primera acostumbrados a transitar sin sobresaltos por la zona media de la tabla, sin aspiraciones europeas pero sin sufrir tampoco por el descenso. Ello se traduce en un prestigio crítico limitado, de tipo enciclopédico, bajo esa tópica etiqueta de "eficaz artesano al servicio de los Estudios, sin intencionalidad de autoría", que es más o menos la que reciben este tipo de cineastas. Hay algo de injusto en ese veredicto, porqué conduce a estos directores al ostracismo, aún cuando hayan dejado estupendas películas e incluso numerosos destellos de genialidad (véase spoiler).

"Los cuatro hijos de Katie Elder" es un buen ejemplo de este saber hacer. Como "Río Lobo" o las producciones en esos años de Andrew Victor McLaglen o Burt Kennedy, se trata de uno de esos westerns que pretendían perpetuar el clasicismo formal y temático del género, en unos tiempos dónde éste se asomaba hacia nuevos derroteros (Peckinpah, Leone…). Contaban para ello con los actores y técnicos más emblemáticos. Así, cuando al inicio del relato, sólo tres hermanos parecen estar presentes en el funeral de su madre, Katie Elder, la cámara nos muestra, en un encuadre bellísimo, al hijo mayor, John Wayne —su primera aparición en el film—, contemplando la escena desde lo alto de un cerro recortando el cielo. Las razones dramatúrgicas para que el personaje esté de incógnito son más bien endebles; se trata, ante todo, de establecer una complicidad emocional y meta-cinematográfica con el público, que en ese momento no percibe a un hijo de Katie Elder, sino al mito por antonomasia del Oeste, John Wayne, en su aparición estelar.

Como decía, pocos reparos tiene el film desde el punto de vista de la puesta en escena, con una fotografía espléndida de Lucien Ballard (destacan las composiciones enmarcando a los personajes bajo los porches de las casas y la limpia mirada sobre el paisaje), un ritmo vivaz y una épica partitura de Elmer Bernstein, prima hermana de la compusiera para "Los siete magníficos".

Lamentablemente, dónde flojea notablemente la propuesta es en el guión, que desaprovecha el punto de partida —cuatro hermanos muy distintos que se reencuentran tras muchos años y vengarán los agravios sufridos por sus padres—, al no desarrollar más y mejor los rasgos de cada hermano y sus interrelaciones. Se pasa, así, sin solución de continuidad de los recelos y las tensiones a una camaradería bromista, sin decantarse definitivamente por ningún tono. La química entre Wayne y Dean Martin, al contrario que en "Río Bravo", se torna casi inexistente, y si allí los momentos "relajados", como cuando cantan en la cárcel, se contaban entre los mejores, aquí resultan los más monótonos y prescindibles. Es en el movimiento, en la acción pura de las escaramuzas, las luchas y los tiroteos, dónde Hathaway tiene la única y gran ocasión de demostrar todo su poderío, y a fe que lo consigue.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Quim Casals
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23 de enero de 2013
27 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Henry Hathaway fue uno de los clásicos del Hollywood dorado de los años cuarenta y cincuenta. Como otros grandes directores de entonces, Hathaway se dedicaba a cultivar varios géneros de forma intermitente, sin especializarse en ninguno de ellos.
Con los años, sin embargo, el director norteamericano encontró en el western su espacio natural. En los años sesenta, centrado más en este género, dirige sus mejores films entre los que se encuentra, sin duda, "Los cuatro hijos de Katie Elder".
Un John Wayne que lucía ya un cierto aire crepuscular -había tenido su primera batalla contra el cáncer, de la que había salido temporalmente victorioso- ayudado de Dean Martin (como en "Río Bravo") y de unos grandes secundarios sirven a Hathaway para realizar esta gozada de western al más clásico estilo, donde los espacios naturales abiertos y grandiosos se mezclan con oscuras tabernas y con no menos oscuras pasiones.
El film recuerda un poco a "Valor de ley", película ésta que Hathaway filmaría cuatro años después (1969) y en la que John Wayne realiza uno de sus mejores trabajos. Lo difuso que es a veces el límite entre el bien y el mal, tragedias familiares que en el lejano oeste eran asumidas con naturalidad, el personaje aparentemente desaprensivo que no lo es tanto contra el ciudadano aparentemente modélico que luego es un desaprensivo y, sobre todas las demás cosas, ese aroma de aventura y de amor a la vida que tanto Hathaway como Wayne supieron transmitir en estos grandes films.
Cuando acabé de ver "Los cuatro hijos de Katie Elder", al igual que cuando acabé de ver "Valor de ley", mi pensamiento fue el mismo: aunque el camino a veces está muy cuesta arriba y hay que sufrir para seguir viviendo, ¡qué bello es vivir! -Frank Capra dixit-.
lisufelligus
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8 de marzo de 2011
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hathaway se movió bien en todos los géneros y nos regaló algunas películas sobresalientes e inolvidables: "Tres lanceros bengalíes", "Alas y una plegaria", "El beso de la muerte" y "Los cuatro hijos de Katie Elder".
La película narra la historia del regreso, al pueblo donde nacieron, de los cuatro hijos de Katie Elder. Acuden al entierro de su madre y a poner sus cosas en orden. Sin embargo sólo encontrarán rechazo, miedo y hostilidad en un pueblo que parece haber caído en las garras del cacique del pueblo.
Hathaway, entre otras muchas cosas, nos ofrece un western abierto, luminoso y diáfano; un western alegre, con ritmo, con acción, con humor, con dignidad; un western que nos atrapa desde el inicio y del que quisiéramos ser protagonistas. Nos gustaría luchar codo con codo junto a Wayne y mondarnos de risa con las ocurrencias de Martin. Estamos a gusto entre los hermanos Elder. Hathaway da una lección de 'cómo lograr que el público sea un personaje más'.
La fotografía es magnífica. El uso del color y de los espacios abiertos extraordinario. La puesta en escena perfecta. Las interpretaciones estupendas aunque, Wayne es Wayne, y su imponente estampa ennoblece y dignifica cada secuencia, cada paisaje, cada tensión.
¿Hablamos ya de la música? Banda sonora inolvidable, de las que jamás se le van a uno de la cabeza. No acompasa la historia. Es parte de la historia. Acompaña alegremente a los hermanos Elder, les llena de fuerza y vitalidad, les alienta y anima en sus juegos y les sosiega en los momentos de angustia. Les susurra: " Tranquilos hermanos Elder, podéis contar con mi ayuda". La inestimable ayuda de un hermano más.
el chulucu
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14 de mayo de 2010
20 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que serán los culés los que me entiendan mejor. A ver, imaginadlo: Piqué le hace llegar el balón a Xavi, sometido a presión; con una elegante media vuelta, Xavi se zafa de su pegajoso marcador; busca a Iniesta, se la pasa y se mueve en perpendicular hacia el área rival; Iniesta se la devuelve de primera; Xavi atisba una sombra en movimiento a su derecha: es Messi, que ha iniciado la carrera; Xavi golpea el balón, que se cuela a través del único pasillo abierto entre un mar de piernas; el control orientado de Messi deja atrás a un defensa, que trata inútilmente de trabarlo, y le deja en el pico del área, donde finta a un segundo defensa y se dispone a encarar al portero; Messi podría disparar, pero en un arrebato de generosidad toca suavemente el balón en dirección al área pequeña, donde Ibra, libre de marcaje y a dos palmos de la línea de gol, empuja el balón, de un certero y poderoso zapatazo, por encima del estadio, hasta estamparlo en los morros del mismísimo Cristóbal Colón.

Hay películas condenadas a quedarse a un palmo de la gloria. Algunas son ambiciosas y están cargadas de pretensiones y uno, en el fondo, no lamenta que no lleguen al objetivo que se habían trazado. Qué le vamos a hacer, a veces se llega y a veces no. Otras, en cambio, son propuestas mucho más modestas, envueltas en unos ropajes menos vistosos y más artesanales, y parecen vulgares productos de encargo o simples cintas de género, pero, por un motivo u otro, ofrecen al espectador algo más de lo que en teoría deberían darle, sin llegar, por otro lado, a colmar completamente las expectativas que han ido creando a lo largo de su metraje: siempre parecen quedarse a medio camino o rozando con los dedos la categoría de gran película antes de que se les escape de las manos. Y cuando empiezan a desfilar los créditos finales, se queda uno pensando en lo cerca que se ha quedado esa peli de la categoría de obra maestra.

“Los cuatro hijos de Katie Elder” es de estas últimas. Tiene un inicio demoledor, con la música vibrante y épica de Elmer Bernstein, la tensa llegada a Clearwater de los Elder y la emotiva escena del entierro de su madre, el reencuentro de cuatro hijos atrapados entre el recuerdo de una mujer capaz de vender un caballo ciego y sin embargo amada por todos y sus deseos de vengar a su padre, un borracho y pendenciero ranchero cuya muerte está envuelta en sombras de sospecha y que ha marcado a sus hijos con sus sangre violenta y descarriada. Hay, hasta los últimos treinta minutos, un clima de fatalismo y tensión crecientes, punteado por inesperados toques de humor absurdo, que hace esperar una trágica catarsis final que por desgracia no va a llegar, porque todo se resolverá en los trillados márgenes de lo cómodo y convencional. Y uno se pregunta qué habrían hecho Kurosawa o Leone con un material dramático que exigía más arrojo y crudeza, que es como preguntarse dónde estaría ahora mismo el Barça sin los zapatones del amigo Zlatan. Entre los elegidos, tal vez.
Normelvis Bates
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22 de julio de 2007
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí uno ha visto la película de este mismo director, la titulada "Valor de Ley" (1969) (que es una las más extraordinarias, de las más originales y cautivadoras del género western y con un final de obra de arte magistral) y ve esta de "Los hijos de Katie Elder" de cuatro años antes, se lleva una gran desilusión; es más, no parecen filmaciones del mismo director; pues este film que nos ocupa no le llega al antedicho ni a las rodillas.

Para ser justos, el guión es bastante bueno hasta el momento en que el sheriff decide llevar a los cuatro hermanos a Laredo, a partir de ahí con toda esa extensa escena del tiroteo en el río, la historia pierde su chispa y decae como si fuese otra película y de clase B; así pues se comprende por qué "Valor de ley" es una maravilla fílmica y "Los hijos de Katie Elder" una creación que pasó sin pena ni gloria; un ejemplo de lo que digo se puede constatar en la actuación de algunos de sus intervinientes: véase el joven Michael Anderson Jr, que parece cualquier cosa menos convincente en su papel de Bud o joven de 18 años, o mírese la actuación de los "malos" el empresario Morgan Hastings (James Gregory) y el matón contratado Curley (George Kennedy), ambos más que malos al estilo clásico parecen gamberros de pacotilla sin talla para hacer de malvados; a esto hay que añadirle que si la historia engancha hasta el momento ya descrito, no es lógico que el resto de la película sea tan desproporcionadamente deficiente.

En fin, John Wayne es la salvación de este film, de esto no cabe dura, sólo por él merece la pena de visionarse y soportar esos 45 minutos finales de pésimo desarrollo.

Fej Delvahe
Fej Delvahe
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