La diligencia

"... -¿Has ganado alguna vez? - Nunca".

No figurará nunca en la lista de los grandes westerns, pero es un película entrañable, llena de sentido positivo y con un finísimo humor.

La recomiendo a todos aquellos amantes del western que, simplemente, quieran pasar casi dos horas entretenidos, olvidados de los problemas cotidianos, y dejándose atrapar en el interior de esa diligencia como si fueran un pasajero más.

En cuanto a interpretaciones, Bing Crosby está soberbio, pero también lo está Keenan Wynn durante los apenas quince minutos en que aparece.

No es de John Ford, pero es fordiana. Tampoco es innecesaria pese a la perfección del original. Todos los que amamos "La Diligencia" disfrutaremos con esta magnífica versión, muy bien interpretada y mejor rodada, enérgica, divertida y romántica. Y es que Gordon Douglas también es grande.

Estamos ante una nueva versión de la historia que en 1939 llevó a la gran pantalla John Ford y precisamente ese es uno de sus mayores lastres, las siempre perjudiciales comparaciones. El director, Gordon Douglas, hace un buen trabajo y filma una película bastante entretenida, con un grupo de personajes razonablemente atractivos y entretenida de ver. Sin embargo, la sombra de Ford, Wayne y Compañía es muy alargada.
Bien es verdad que por sí sola esta película no habría pasado a los anales del western, pero por lo menos podría haber sido visto con mejores ojos de no existir esa laureada y, por qué no decirlo, magnífica "hermana mayor" nacida tres décadas antes. Lo mejor es procurar verla sin tener en mente a su antecesora, pudiendo así disfrutar de un western elaborado con oficio. Y, si aún así no se puede evitar comparar, al menos es muy distraido ver cómo avanza el argumento en relación a "La diligencia", en qué se parece, qué cosas resuelve de manera diferente (por ej. el duelo final), comparar personajes, etc. Otra manera de entretenerse que esta cinta también te asegura sobradamente.

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Veintisiete años después de Ford, Gordon Douglas se atreve con una nueva versión de "La diligencia". Una más porque son muchas las que han bebido y siguen bebiendo de esa fuente.
Y hacen bien, porque no es mala el agua que de allí mana. En el arte, como en la vida en general, son algo de lo más común los "tributos", las versiones o las copias descaradas. No hay que olvidar aquello que lo que no es tradición es plagio. También el propio Ford tuvo sus correspondientes "fuentes" de inspiración. Y no pasa absolutamente nada.
Personalmente tenemos la suerte de plantarnos ante la pantalla y centrarnos en lo que vemos sin ocuparnos demasiado en buscar comparaciones. Disfrutamos más de la cinta, por eso lo hacemos así.
Sobra hablar del argumento, de los prejuicios sociales o del perfil de los personajes, porque aquí hay pocas novedades respecto al modelo. Pero el guion tiene su propia personalidad, como la tiene también la realización e, incluso, la interpretación que, en general, en nada desmerece a Wayne y compañía.
En la obra de Gordon, además, brillan con luz propia los paisajes, la fotografía, la música y la ambientación. Lo que no es grano de anís. Tiene escenas espeluznantes como el viaje nocturno de la diligencia al borde de peligrosos precipicios en medio de la lluvia, o la carrera del coche a galope tendido perseguido de cerca por los sioux.
A destacar el papel del Dr. Josiah Boone (magnífico Crosby), por el que sentimos debilidad. Bebedor y parlanchín, "Doctor, si el hablar fuera dinero, sería usted el mejor cliente de mi saloon", se hace inseparable del vendedor de bebidas alcohólicas, Peacock (Buttons), al que administra localmente unas gotas para la garganta mientras le escamotea la mercancía. También aquí había curado una fractura a un hermano de Ringo Kid (Cord), como le espeta sin contemplaciones a un atildado dandi "La semana pasada saqué una bala de la espalda de una persona que le había disparado un 'caballero'", como filosofa sobre su porvenir que oscila siempre entre "una mala bala o una buena botella". Igual que en la cinta fordiana atiende con éxito el parto de Lucy Mallory (Powers), después de despejar su borrachera con café bien cargado de sal o de "desinfectarse" las manos con whisky, para luego extraer con igual fortuna la flecha que alcanza a su protegido. Un manitas.
En fin, una obra más que notable que debe verse sin pensar mucho en el modelo que le sirve de inspiración. ¿No es acaso la denuncia de los prejuicios sociales uno de los pilares que sustenta la cinta de Ford? Pues vamos a liberarnos nosotros también de esta atadura, porque segundas o terceras partes no tienen porque ser necesariamente malas.
En el cine, como en la música clásica, debemos acostumbrarnos a que sobre una misma partitura o argumento, los directores puedan ofrecernos sus versiones personales.

Soy el primero en mirar con profundo escepticismo cualquier intento de emular o versionar las grandes joyas del Cine (siempre he pensado que lo que se deberían versionar son las obras menores para ver si pueden mejorarlas) que, la mayoría de las veces, sólo dan como resultado copias absurdas o baratas que no consiguen otra cosa sino que nos lamentemos de que jamás hayan visto la luz, aunque también es verdad que en contadas ocasiones se produce el milagro y salta la liebre y de pronto algún nuevo director consigue un nuevo remake que supera al anterior, por lo que no debemos cerrarnos nunca en banda ni dejar que se nos escape la próxima diligencia.

Digo esto porque era de temer que el atrevimiento de Douglas de tratar de resucitar una obra canónica de Ford como es "La diligencia", tendría que haberse dado el batacazo padre pero, sin embargo, eso no es así.
Entiéndaseme, esta película no llega a su altura ni de lejos pero de ningún modo estamos ante una mala película. Es más, yo diría que es un muy digno y divertido remake que puede hacer las delicias del espectador que se plante ante ella si no espera a Ford donde no está Ford.

Es lo que me ha pasado a mí que me he puesto a verla, simplemente, porque me he tropezado con ella, buscando una distracción y sin ninguna expectativa. Es más, casi la he visto con mi cabeza llena de prejuicios esperando poder censurar su osadía jejejeje.
Y !vaya!, resulta que me lo he pasado en grande.
Sus principales intérpretes no tienen el carisma de los de la versión anterior, eso sí que lo vamos a echar de menos pero algunos de los que aquí asoman defienden con fuerza su papel, así que tampoco hacen el ridículo ni muchísimo menos.
Por otra parte, la fuerza de la historia de ese pequeño microcosmos que conforman los pasajeros de la diligencia sigue plena de vigor y fuerza, es una historia potente que Douglas respeta y no desvirtúa en ningún momento, quizá le despoja un poco del drama haciéndola más ligera y superficial pero no llega a quitarle su sabor crítico en contra de los prejuicios y el respeto hacia los demás, al margen de sus diferencias de origen o circunstancias.
Además también introduce cambios de su propia cosecha que no le hacen ningún daño al film como es el cambio de escenario para el paso de la diligencia que, en este caso, discurre en terreno boscoso lo que da lugar a algunas escenas de acción distintas de la de Ford y muy buenas y también cabe destacar la estupenda huida despavorida final, con los indios pisándoles los talones, que resulta muy emocionante.

Que, vale, Wayne no está. Ni tampoco Mitchell, Carradine, Trevor o Meek.
Pero, bueno, tenemos a Van Heflin, Crosby y una preciosísima Ann Margret en color que nos va a enamorar, amén de un ritmo trepidante con fino sentido del humor.
Igual no es la diligencia que ustedes desean tomar pero esta otra también conseguirá hacerles llegar a su destino si lo que quieren es pasar un buen rato entre los grandes horizontes. Palabra.