Novios 68

Discreta pero a ratos divertida comedia coral aunque el humor sea de brocha gorda, algo patente sobre todo en el personaje de Alfredo Landa. En cambio Arturo Fernández demuestra cierta gracia en su papel de ligón sentimental. A partir de este momento Juanjo Menéndez se haría imprescindible en la mayor parte de las colaboraciones entre Masó y Lazaga que vendrían después.
Uno de sus alicientes son las bellezas de aquella época que aparecen en el reparto como la sugestiva Sonia Bruno, la finísima Teresa Gimpera, una jovencísima Paca Gabaldón o Irán Eory que está muy seductora en la escena de la farmacia. López Vázquez estaba punto de probar suerte en otros registros genéricos y José Sacristán evolucionaria luego hacía papeles muy distintos del que tiene aquí. Pedro Masó era un productor muy hábil para conectar con los públicos populares pero la película carece por completo de la elegancia que distinguió a los mejores logros de Lazaga.

A través de esta película podemos ver distintos tipos de relaciones en aquella España machista de 1967. Sin embargo, a pesar de ser una sociedad machista, vemos que la figura de la mujer es diferente en según qué casos.

Por ejemplo, vemos a una Gracita Morales dominante y calculadora, que no le importa dejar de ver a su novio con tal de que este se vaya a Alemania y haga dinero. Novio, por otra parte, sumiso y lelo.

La poligamia no se ve con buenos ojos, quedando aquí como un patán el bueno de Arturo Fernández.

Las relaciones extramatrimoniales, no consentidas por el Régimen, saltan por los aires con Alfredo Landa y su chica, aunque vemos su profunda posesión y celos sobre su chica. Esto queda hoy bastante distorsionado, pues se aprecia con normalidad.

Juanjo Menéndez aparece aquí para darnos liz en el amor verdadero, un tipo normal que logra enamorarse de una belleza magnífica.

López Vázquez, ese grandísimo actor con infinitos registros, lleva una relación tormentosa de amor/odio con su novia, mujer con carácter también que se come al hombre…

Película que es más documental que hilo conductor, pues tampoco los personajes se entremezclan entre ellos. Sorprende el Madrid moderno de 1967, con piscinas en las terrazas de los edificios.

Los mejores años de nuestra vida.
Ríete tú de Pedro Sánchez y el Ministerio de Igualdad y el sursum corda, en los sesenta se meaban en todo/s estos/s, Franco se cagaba en ello/s, liberales, la censura se carcajeaba de nuestra miseria moral, de nuestra marchito, tibio, pacato, acojonado ahora, si de algo peca esta obra señera, es de virtud, es demasiado o excesivamente feminista a toda hora, si eso fuera posible o en verdad nunca suficiente, sea, mujeres follando y fornicando a diestro y siniestro vade retro sin casarse siquiera vergüenza, trabajando a destajo fuera de casa sin descanso ni remedio, fumando como carreteras, como pecadoras, entrando, saliendo, maltratando física y psicológicamente, para variar, a sus parejas por el mero hecho de ser hombres y considerarlos inferiores, de hecho se lo dicen a la cara constantemente, no disimulan a este desgraciado respecto, tonto, feo, inútil, pura manía, matriarcado, controlando su dinero y sus vidas, la cartilla, la soldada, hasta su país de residencia, y ahora hablan del móvil jajaja, yendo desnudas por la calle, literalmente, y aquí no ha pasado nada, y un infinito etcétera de oprobio lleno, lo digo siempre, citando a los clásicos, y no se me hace el suficiente caso ni se me caen los anillos ni los palos del sombrajo, la raza degenera y cada vez está todo peor, ya quisieran las féminas actuales poder viajar en el tiempo y poder disfrutar del aquel chollo, de tantas prerrogativas, libertades (sobre todo sexuales) y privilegios.
Lo único muy malo es que doblan a algunos actores, pecado de lesa majestad, imperdonable. A la Gimpera, que no conoce Barcelona, valga la broma autorreferencial, y al Galiardo para empezar a hablar.
Qué decir más, que nada, que puta envidia cochina de nuestras madres y abuelas que tuvieron la increíble suerte de nacer justo en el momento idóneo en el lugar adecuado, que gozaron tiempos superiores, quién los pillara, con Franco, obvio, no hay que haber ido a Oxford para verlo, se vivía, y follaba, mucho mejor, por una mujer firmado.

Ante todo, en esta película de nuestro director más prolífico vuelven a manifestarse la desigualdad de criterio en la elección de reparto. En una comedia casi de capítulos protagonizada por novios, ellos están encarnados por actores feos y cuarentones (excepto un estupendo Arturo Fernández y Juan Luis Galiardo, que casi pasaba por allí) y un estupendo y bellísimo elenco femenino. Por ejemplo, María José Goyanes y Teresa Gimpera nunca han estado tan guapas y elegantes. Quedan los diálogos sonrojantes, alguna secuencia brillante (López Vázquez, la batería y el cocido de su suegra, José Sacristán en la estación de tren) y la solvencia de Lazaga para hacer de todo y todo discretamente. El final de las historias, tan increíblemente machista, es propio de la época y el país.