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Destinos sin rumbo

Drama. Comedia Cannery Row es un viejo pueblo costero habitado por singulares personajes: putas, comerciantes, deficientes, borrachos y un viejo visionario. Todos tienen un pasado del que jamás se habla. Allí aterriza Suzy (Debra Winger), una joven sin rumbo de arrolladora personalidad que pronto empezará a trabajar en el burdel y entablará una curiosa relación con Doc (Nick Nolte), un enigmático biólogo. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
6 de junio de 2020
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer por la tarde vi DESTINOS SIN RUMBO. Lo cierto es que me sorprendió Debra Winger, actriz que conocía sobradamente y en la que nunca me había fijado de manera especial. Me pareció, la suya, una interpretación potente, y por encima de todo: carismática. Existía en su interpretación, un elevado grado de autenticidad, que irradiaba fácilmente. Busqué mas información sobre ella y cuanto leí le dio sentido, confirmando esa gran personalidad que se escondía tras su frágil apariencia.

La historia se ofrece curiosa, extraña, basada en relatos de John Steinbeck, uno de los premios Nobel más discutidos. Lo cierto es que los personajes están bien definidos mostrando particularidades ajustadas a una realidad que enmarca contradicciones, miedos, engaño; incluso la supervivencia y la culpa... cuestiones muy bien recogidas tanto por el relato como la propia película.

Han pasado 38 años desde su estreno, y sigue conservando ese atractivo peculiar, de lo que se muestra en divergencia, al sumar conductas y criterios, tal vez discutibles, pero siempre genuinos.
LEUGIM
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27 de septiembre de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Por Dios! ¡Como es que una película pletórica de encanto, con un invaluable diseño de producción y una fotografía preciosa y, además, con una historia y unos personajes que resultan entrañables, puede llevar tanto tiempo desapercibida!

“DESTINOS SIN RUMBO”, conserva a la perfección ese mágico y muy humano ambiente que, el escritor John Steinbeck, ya había logrado inmortalizar en “Tortilla Flat” y en “De ratones y hombres” (La Fuerza Bruta), y de hecho, nos rememora ambas obras, primero, con el grupo de “vagabundos” que anda muy cerca del biólogo en un ejercicio de experimentación con toda suerte de animales, y también, con el personaje de Hazel, la suerte de hombre corpulento y fuerte, pero, con cierta insuficiencia mental, que nos remite enseguida al Lennie de la segunda.

Ahora, la base son dos nuevas novelas de Steinbeck: “Cannery Row” (1945), la cual transcurre en la zona costera de Monterrey, California) donde era común la conservación de sardinas y cuyos protagonistas son el biólogo al que todos llaman Doc, Mack y sus amigos, y el dueño de la tienda; y “Sweet Thursday” (1954), secuela de “Cannery Row”, que transcurre al concluir la II Guerra Mundial, en la que Doc regresa al pueblo y encuentra que Lee Chong vendió su tienda a Joseph y María Rivas y que, el Bear Flag Restaurant, está siendo regentado por Fauna, la singular misionera que hace cualquier cosa para que las chicas regresen a un camino que ofrezca futuro; y será allí, donde ella fomente la relación de Doc con la nueva y prometedora Suzy.

El debutante, David S. Ward, se ocupó de entrelazar las dos novelas, haciendo las veces de guionista y director, y obteniendo como resultado un bello filme donde el espíritu y la resiliencia humanas, brillan maravillosamente de principio a fin. Ward da cuenta de una conexión a fondo con el mejor sentir steinbeckiano y su filme fluye con pletórica belleza física y gran fuerza espiritual, logrando que, sin reserva alguna, nos conectemos con todos y cada uno de los personajes.

Llama la atención que, la ajustada y muy bien centrada narración, fue puesta en manos de John Huston, y Ward se dio también el lujo de contar con la eficacísima cinematografía de Sven Nykvist y con una banda sonora de Jack Nitzsche que define perfectamente la época. El resto, es ese esplendoroso Diseño de Producción, y unas actuaciones, ¡cuál de todas más cálida y efectiva!, que nos devuelven la confianza y el apego por ese gran cine hollywoodense.

Nick Nolte (Doc), absolutamente vital jugando a ser científico para olvidarse de una carrera deportiva que lo dejó marcado. Debra Winger (Suzy), pretendiendo ser prostituta, pero anhelando muchas otras cosas. Audra Lindley (Fauna), la suerte de Madame con un corazón ASÍ de grande. Y, entre otros, Frank McRae (Hazel), el amigo leal al que, lo que le falta en ideas, le sobra en poderosos y muy nobles sentimientos.

Los diálogos no tienen pierde y la alta inspiración que tiene, Steinbeck, para las ideas atinadas y fácilmente fluidas, reluce aquí en cada una de las escenas con un gusto inobjetable. Al final, se sale con el corazón henchido y con esa sensación que logran pocos filmes, de hacernos sentir un enorme orgullo por pertenecer a la especie humana.

Creo que, “DESTINOS SIN RUMBO”, es una película maravillosa.

Cine para aprender a vivir.
Luis Guillermo Cardona
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24 de mayo de 2019
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buscando en la filmografía de un actor que me ha gustado mucho siempre como es Nick Nolte, me encontré con esta película que no es muy fácil de encontrar, todo hay que decirlo, y de la que prácticamente no sabía nada. Me atrajo, sobre todo, por los dos protagonistas principales, un guapísimo Nick Nolte que, como suele ser habitual, está impresionante, y una bellísima y joven Debra Winger, actriz con fama de difícil, y que tenía una química impresionante con Nolte. No quiero ni imaginar lo que sería tener a estos dos cañones de potente carácter juntos en la misma película, pero yo me he llevado una decepción con "Cannery Row". Respeto la opinión del único usuario que ha dejado un comentario sobre ella, pero yo esperaba mucho más de ella. Con un narrador de lujo como es el director John Huston, con estos dos actores en estado de gracia como son Nolte y Winger y una entrañable Audra Lindley como Madame del burdel con enorme parecido físico con la también actriz Mary Taylor Wood, la película es muy rarita. Dicen que el escritor John Steinbeck, en cuyas novelas se basa esta primera película del escritor David S. Ward, no estaba muy contento con el resultado de la misma y no me extraña. El paso del tiempo no la ha tratado bien, el montaje no es ninguna maravilla y la verdad es que no es una película que se haya quedado en mi recuerdo. Lo mejor, sin duda, la química, como he dicho antes, entre un Nolte guapo a rabiar y una Winger bella como nunca, con unos ojos que se comen la pantalla. El resto de secundarios, excepto Audra Lindley, no destacan. Filmada en la zona de San Diego y Monterrey, lugar no tan cálido como parece ser ne la película, donde algo de abrigo no viene nada mal si decides pasar un rato junto al mar.
Un saludo,
Tess
PD: "Cannery Row nunca ha sido un lugar como los demás".
TESS
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17 de mayo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que marcan sin necesidad de ser brillantes. Todo depende del momento en que se crucen en tu vida, de cómo te sientas, de la experiencia que estés viviendo o de los prejuicios que te acompañen en esa etapa. El cine, en verdad, es muy subjetivo. Lo decía un comentarista de Filmaffinity y yo lo suscribo. De ahí que, en el fondo, sea utópico elaborar una crítica desde la asepsia más objetiva, salvo que se sea un monstruo sin alma.

"Destinos sin rumbo" (1982) pasó a formar parte de mi vida hace más de treinta años, siendo un niño, bien entrada la noche y en solitario delante del televisor. Fue un acto no buscado, casual, improbable que captase la atención de un mocoso con intereses triviales e infantiles. Pero, no sé bien por qué, logró que me quedase embobado con su historia onírica, de personajes con personalidad simplona pero profundos, de pueblecito eternamente húmedo, chatarrero y sumido en una pobreza notable. Un inframundo en donde unos no tenían nada y otros apenas lo justo para subsistir.

Por supuesto, siendo yo un criajo gilipollas e imberbe, se me escapaba cualquier análisis, por básico que fuera, pero la historia hacía girar mis emociones sin necesidad de una cadena de transmisión. Me atrapaba esa voz en "off" cuyo estilo, tiempo después, me recordó a la serie de TV "El cuentacuentos" (1987). Me sorprendía su relato educado y estilizado contrastando con la miseria que describía. La abundancia de almas perdidas, de seres pusilánimes en razón y logros, pero ricos en buena voluntad, me parecía rompedora. Ni un solo malvado, ni un mal tipo dentro de aquel microcosmos en donde nadie era más que otro, y en donde las putas analfabetas daban lecciones de urbanidad a vagabundos harapientos que vivían dentro de tuberías oxidadas. Era como si todos intentasen poner orden en mitad de un caos que lo consumía todo, como la herrumbre que devoraba su entorno.

No lo sabía por entonces, pero aquel protagonista extraviado, sin un norte que seguir, era Nick Nolte. El mismo que, tiempo después, se especializaría en personajes amargados, quejumbrosos y agresivos. Décadas tuvieron que pasar para que me enterase de aquello y para que me preguntase qué le pasó a ese hombre para, por un lado, ser tan capaz como actor y, por otro, tan autodestructivo como persona.

Y luego estaba Debra Winger, esa actriz tan idolatrada por muchos y que, por entonces, a ojos de un churumbel, parecía irradiar una belleza limpia e inocente. Nunca una ramera había sido tan inmaculada. Ahora la veo y pienso que, según cómo la enfoque la cámara, parece una jovencita inocente o un travelo que acabase de afeitarse el bigote (véase spoiler 1).

"Destinos sin rumbo" es una película, pero casi podría ser una obra de teatro grabada con cámaras y rica en escenarios. Todo en ella da una imagen de condensado, de pequeñez, de pueblecito formado por cuatro calles. Pero también de personajes que parecen formar una gran familia, en donde todos entran en la casa de los demás, en donde nadie quiere herir a ninguno y en donde cada cual se miente a sí mismo y a los demás para alejarse de la terrible realidad en la que viven.

Tiene, además, la peculiaridad del infantilismo. Porque en ese pueblo no hay adultos, sino niños perdidos intentando (sobre)vivir en un mundo de mayores. Sus comportamientos son simples, torpes, casi de colegial, pero todo forma parte de un entorno creado a conciencia para construir un relato fantasioso que bien podría contarse a un niño. Para mi vergüenza, nunca he leído nada del autor de las novelas en las que está basado este metraje, John Steinbeck, pero me gustaría. De hecho, debería. Aunque, quién sabe, lo mismo las detestaría (véase spoiler 2).

A la película se le podría echar en cara la torpeza y brusquedad con la que avanza la historia, pues las relaciones entre los personajes surgen sin suavidad, a trompicones, como si se hubieran extraviado hojas del guion o metros de película. No obstante, sospecho que hay intencionalidad en ello, y que es una licencia generosa tomada por sus responsables en aras de la atmósfera irreal y neblinosa que parece envolverlo todo.

Quienes dominen el inglés con soltura, podrán disfrutar de las voces originales y captar sus matices. Los envidio. Otros tenemos que conformarnos con el doblaje, pues los subtítulos ayudan pero nunca permiten captar todo el sentimiento de una lengua que no se controla como un nativo. La voz de John Huston fue aquí sustituida por la del impagable Carlos Revilla (Kitt en "El coche fantástico" y Homer Simpson durante las once primeras temporadas de la serie), cuya cadencia narrando era fascinante, casi hipnótica, y bastante alejada de sus dos personajes icónicos. Y la de Emmet Walsh recayó en Rafael de Penagos, ell mismísimo Killian de "Perseguido" (1987).

En resumen, no creo que "Destinos sin rumbo" sea una maravilla. Pero sí que se merece mejor trato que ese olvido injusto al que las televisiones la han sometido durante décadas. Eso sí, las mil patochadas a base de tiros y puñetazos que no falten en "prime time".
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jose_Lopez_5
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