El castillo de las vampiras

Las películas de Jean Rollin, no son entretenidas, son soporíferas, pero con ese sopor perezoso y un poco inmoral que envuelve las articulaciones y la mente entre algodones, entre muslos suaves y manos sedosas, pues es su cine, más táctil que visual.
Rollin se regodea en planos eternos que parecen no acabar nunca y consigue un extraño efecto en algunos espectadores (entre los que me incluyo); tu mente se desconecta de la realidad y del espacio tiempo normal para entrar en esa rara frecuencia y ritmo del que dota a su cine.
No es un cine visual, pero si es un cine de imágenes, estáticas, lánguidas e icónicas. Cómo icónica es Brigitte Lahai armada con una guadaña.

Morir de aburrimiento para Rollin es muy similar a morir de placer durante un eterno orgasmo. Nunca pensé que el tedio fuera tan adictivo.

Una película realmente mala, que mejora un poco por tener lindas mujeres ligeras de ropa. Extraña relación entre un bandido y mujeres que al parecer, terminan limpiándolo.
No hay mucho más que decir de esta serie de hechos que realmente no terminan de hacer un filme clase Z.
La escena de la guadaña frente a la casa, es lo único imperdible, por lo ridícula...
Un poco más, el afiche de la película: un tanto bizarro, pero atractivo. Quizás por eso es que la vi y más de uno se siente atraído por este título sugerente. Pero se espera un poco más.

No es la primera película que veo de éste director, y se nota que es suya. Más que buscar un argumento interesante y buenas escenas, éste director parace buscar una especie de arte cinematográfico, que a mi en particular me parece muy rayante.

Con escenas muy lentas, otras paranóicas, y otras bastante penkas, no me parece nada del otro mundo. Más que de terror, parece una película erótica.

Un ladrón que ha logrado arrebatar un maletín lleno de oro a unos bandoleros escapa a través del bosque y va a parar a una tétrica mansión de aspecto abandonado. Allí se topará con dos muchachas desvalidas pero muy complacientes, que esperan pacientes a que llegue la medianoche…

Intento de horror gótico con ramalazos de erotismo que tiene mucho, demasiado, de subproducto chusquero de su época; algunos de los peores tics, de hecho, de aquel cine que buscaba enseñar cacho como reclamo principal. Primer acto bastante infumable, salpicado de secuencias de sexo y desnudos completamente gratuitas, por mucho que nos pongan ante los ojos a la espectacular Brigitte Lahaie, reputada musa setentera cuyas mejores interpretaciones las podemos hallar en plataformas como Pornhub o Xvideos y que aquí se dedica a exhibir su escultural figura una y otra vez, aunque me temo que sus mamellas con toda probabilidad sean mejores actrices, y dotadas de mayor expresividad, que ella misma.

Por fortuna la cosa coge fuerzas poco a poco entre incoherencia e incoherencia hasta levantar cabeza, guadaña mediante, generando unas expectativas... que no se acaban de cumplir. Hay un puñado de ideas más allá de la explotación pura que no se aciertan a plasmar, diría yo, pero al menos las hay. El pulso atmosférico se obtiene (eso cuando se consigue) no mediante una puesta en escena que deja mucho que desear en cuanto a uso de la cámara, sino mediante la fotografía, cierto uso del color, del vestuario... a ratos (bien por las telas vaporosas, mal por el atuendo de los rufianes, comprado en el mercadillo de al lado...).

Una localización única (aunque menuda localización), demasiado moderna y aseadita para lo siniestro que pretende, y unos pocos actores. Destaca algún momento como el del baile, o el de la agonía en mitad del puente, amén de un toque de romanticismo oscuro. Pese a ser peli de lucir encantos femeninos y lesbianismo pensado en realidad para complacer a los tíos, curiosamente las mujeres aquí son fuertes y sin escrúpulos, no se dejan dominar fácilmente y convierten a los hombres en sus títeres.

Se desarrolla un tenue juego de poderes entre el pícaro, que se las sabe todas y aprovecha las situaciones, pero que acaba por ser ese buey dispuesto al sacrificio (extraña escena inicial)… frente al concilio de malvadas de aspecto frágil, inocente, pero servidoras de una voluntad pervertida hasta el tuétano. El vampirismo no es un fenómeno sobrenatural sino humano, demasiado humano, fruto de la degeneración de las clases superiores ante las inferiores, deseosas de preservar su belleza y caídas involuntariamente en el vicio más abyecto, en una depravación eso sí sofisticada en grado sumo, un refinamiento en el que se recrea este Rollin, que las convierte en inmunes respecto de cualquier sentimiento amoroso humano y real, más allá de la devoción por la sangre y la erotización y fascinación por lo mortuorio. Pesan más las intenciones que los resultados, pero ahí quedan estas perturbadoras y pesimistas conclusiones.