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Un cuento de Canterbury

Intriga. Drama. Comedia Tres "peregrinos" se encuentran durante la guerra cerca de Canterbury e intentan resolver el misterio del "fantasma del pegamento", que ataca a las chicas por la noche. Sus investigaciones los llevan a sospechar del magistrado de la localidad, un acérrimo defensor de los valores tradicionales... (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
24 de julio de 2007
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alegre y sugerente comedia costumbrista que nos adentra en la recuperación de una antigua tradición que siglos atrás iban cumpliendo los del lugar, el peregrinaje a la ciudad de Canterbury. La película nos envuelve en ella gracias al ambiguo precursor del rescate de esa parte de la história que debería seguir vigente y pertenecer a cada uno de los habitantes de la región y a la jovialidad del trio protagonista. La película se ameniza aún más con la complicidad de un desconocido y misterioso personaje que trata de amedentrar a las jovencitas con tácticas engorrosas, pero nada dañinas. Todo en la película es agradable y jovial, aún tratándose en tiempo de guerra, lejana ella. Siempre luce el sol, la gente sigue haciendo sus tareas y el camino que sigue allí para que alguién lo recorra. La galería de personajes es lo mejor de la película, todos ellos hacen más rica la propuesta de la interesante história del camino y la discreta intriga con el asaltante.
pere adrover
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25 de agosto de 2020
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante la segunda guerra mundial tres personajes, un sargento americano, un soldado británico y una joven enviada por el Comité agrícola para trabajar en el campo se detienen en Chillingborne, junto a la ciudad de Canterbury en Inglaterra. Mientras entran en el pueblo, Alison, la chica, es atacada por "El hombre del pegamento", un bromista que vierte pegamento en el pelo de las mujeres. Los tres cargan con una cierta culpa, un dolor, un anhelo y empiezan a investigar para descubrir al "Hombre de Pegamento" al tiempo que conocen al misterioso juez de paz de la localidad, un historiador local gracias al cual conocen la historia de la región y las leyendas y cuentos del llamado Camino del Peregrino.

Esta anécdota mínima resume la más extraña, la más ascética, la menos excéntrica pero la más desconcertante y esteticista producción de los Arqueros, su particular sinfonía pastoral, en forma de alegoría contemporánea.

Tercera aportación del genial dúo “The archers” (Los arqueros), formado por el director británico Michael Powell y el guionista austro-húngaro, nacionalizado británico, Emeric Pressburger que escriben producen y dirigen este sentido homenaje de Powell a su amado condado de Kent.

La película comienza con una impresionante elipsis, un maravilloso salto en el tiempo de 600 años desde el antiguo camino de peregrinación medieval a la tumba de Thomas Becket, hasta los tres protagonistas de la película, a través del vuelo de un halcón de cetrería convertido en un moderno avión “Spitfire”. John Sweet era realmente un soldado americano con base en Inglaterra que atrajo a Michael Powell por su dicción puramente americana, su rotunda sencillez y humildad, su sabiduría natural –es maravilloso el dialogo sobre la madera con el aserradero local- algo decepcionado porque su novia le ha olvidado y no le escribe. Sheila Sim, por su parte, es una mujer de ciudad que trata de olvidar la pérdida de su amor en combate, cambiando de vida mientras Dennis Price arrastra una frustración musical.

Maravillosamente fotografiada por Erwin Hillier, que mezcla a partes iguales la iluminación del expresionismo alemán con el tono documental británico, tan propio de las producciones de Powell y Presburger, es un canto al otro lado de la guerra, un canto sosegado y humilde a la Inglaterra rural y tradicional. Bucólica y a contracorriente, bañada de un humor feérico, pocas veces se ha reflejado con semejante belleza y emoción contenida, casi panteísta, la comunión con la naturaleza y el pasado histórico –en estos tiempos de mal llamada memoria histórica-, impregnada de un optimismo consolador e inteligente, de una ironía resplandeciente y cegadora.

Toda la parte final, desarrollada en una Canterbury afectada por los bombardeos alemanes, donde las calles han desaparecido o hay indicaciones de negocios que ya no existen, permite a los personajes conseguir resolver sus dudas, frustraciones o problemas como si hubiesen recorrido un camino místico, en la ciudad simbólica donde se mezclan pasado y presente, el presente de los soldados en lucha contra el enemigo alemán como los nuevos peregrinos que van a la guerra. Un final que adquiere una lógica absoluta y concluye con un cierre extraordinario esta obra maestra.

De ritmo pausado, a ratos hipnótica, a ratos inquietante, es la más enigmática y sin embargo la más transparente obra maestra del inolvidable dúo.

Inigualable y fascinante joya del cine.
Gould
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21 de enero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como todas las buenas películas antiguas esta es un documento sobre Inglaterra en el final de la segunda guerra, y más en concreto de las tierras de Kent y Canterbury, esta famosa por el sepulcro de san Thomas Becket y por la maravillosa obra de Chaucer.
Empieza con algo casi trivial: hay un tipo en el pueblo vecino a Canterbury que se dedica por la noche a arrojar pegamento a la cabeza de las chicas. Nada grave salvo la ofensa y lo pegajoso que se queda el pelo.
Una chica londinense y dos sargentos, uno inglés y otro americano, se dedican a descubrir al culpable. Pero todo esto es lo de menos, Cada uno de los tres tiene su propia historia y el guión dará cada una de ellas un desenlace verosímil.
Además, detalles singulares, personajes pintorescos, gente de entonces, vida corriente. Con mensajes de fondo muy bien diluidos.
En definitiva, una maravilla de los ya legendarios Powell y Pressburguer.
yoparam
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25 de febrero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Quién es ese hombre del pegamento que se dedica a embadurnar con tal sustancia los cabellos de las mujeres de este pequeño pueblo de Kent, colindante con Canterbury? Sin duda, un misterio, aunque los hay mayores, e imprevisibles. Un misterio, por otra parte, que quizá no esté relacionado con un maldición, con algo siniestro, sino quizá con una bendición, como contrapunto de una pérdida de ilusión. El sucinto prologo de esta deliciosa fábula (a la vez que coyuntural vitamínico impulso en tiempos de guerra), Un cuento de Canterbury (A Canterbur tale, 1944), de Michael Powell y Emeric Pressburger, nos sitúa, en la introducción, en los tiempos de Chaucer, en el siglo XIV, cuando escribió Los cuentos de Canterbury. El vuelo de un ave sirve de transición a nuestros días con el vuelo de un avión de combate. Las risas de antaño, de aquellos peregrinos en busca de una bendición en Canterbury, ahora están envueltas por las sombras de un conflicto bélico, expuesto con sabiduría cinematográfica en la secuencia que nos presenta a los tres jóvenes que llegan en tren, en plena noche, a Salisbury y que no saben que son peregrinos. No se disciernen sus rostros, siempre en sombras, por la carencia de luz en el andén y aledaños, en el que, por añadidura, tiene lugar el ataque de ese hombre del pegamento, una figura confundida con las propias sombras que embadurna con pegamento el cabello de Alison (Sheila Sim).

Aunque las sombras siempre pendan, no sólo en el presente, sino en el futuro incierto de los jóvenes y en su pasado, el tono de la obra es cálidamente radiante, como si viviéramos en un universo paralelo, en otro tiempo y lugar que tiene algo de Arcadia o Brigadoon. Dos de los jóvenes son soldados, uno británico, Gibbs (Dennis Price), que pronto tendrá que ir al frente de combate, y cuyo sueño siempre ha sido ser organista en una iglesia; parece haber abandonado sus ilusiones, conformado con ser organista de un cine y sin mayores aspiraciones que tener un piso donde vivir. El otro, estadounidense, Johnson (Peter Sweet), llega accidentalmente, porque se ha equivocado de estación (es vivazmente hilarante su diálogo con el revisor discutiendo si avisó con antelación o si lo hizo cuando el tren se ponía en marcha, para finalmente darse cuenta de que no indicaba cuál era la estación sino que anunciaba la siguiente, aquella en la que él quería bajarse); su preocupación la vive aparentemente con desapego: hace siete semanas que no ha recibido carta de su novia; ha especulado sobre las posibles causas pero ya lo toma como algo irremediable: el fin de una ilusión. Alison ya conocía el lugar, y viene a trabajar en el campo; tiempo atrás vivió unos momentos mágicos en su relación con su prometido, en una caravana ( ahora cubierta de polvo en un garaje de Canterbury, como sus ilusiones también lo están, cubiertas de polvo tras la notificación de la muerte en combate de su novio). Cada uno de ellos parece haber perdido ilusión, como sombras errantes que no saben que son peregrinos que anhelan volver a sentir la luz. Su alianza, en las pesquisas detectivescas para descubrir quién puede ser el hombre del pegamento, ejerce de pegamento vital para su propia recuperación de la luz de la ilusión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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18 de octubre de 2020
1 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película en sí no cuenta nada especial, aparte de unos extraños sucesos ocurridos en un pueblo inglés durante la segunda guerra mundial. Resumo: un tipo le tira a las chicas pegamento en el pelo. Sí señores, en investigar eso se pasa el trío protagonista gran parte de la peli. Para mear y no echar gota. Pues bien personalmente no he visto una resolución de un interrogante en una película más cutre, más mal llevado y explicado y con unas conclusiones más estupidas que en "Un cuento de Canterbury". Comprendo que sirve como excusa para conocer las bondades de los oriundos del lugar y sus costumbres y ver que bonito es todo aquello y que sanotes son, pero se lo podían haber trabajado un poquito más.
La película no deja de ser una Publirreportaje de la zona donde está ambientada la película, sin ir más lejos uno de los directores era precisamente de esa región. Fue un auténtico fracaso comercial.
Suele pasar con las películas que tienen una buena fotografía pero luego aburren a las piedras.

Lo mejor: la jovialidad que transmite el trío protagonista.
Lo peor: la trivialidad de todo el argumento y el buenismo abusurdo que invade toda la película. Ni el más bondadoso Capra se hubiera atrevido.
titulos
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