El último verano

El cine de Rivette suele ser profundamente teatral, en su amplio sentido de la palabra, y ésto no siempre es bueno. En este caso, la película se cincuscribe al micromundo de un pequeño circo itinerante y sus integrantes, con los que se cruza el personaje de Castellito, errante sin rumbo aparente que lejos de viajar mochila al hombro, conduce un Porsche descapotable.
Comienza la película y por unos instantes parece una película de Rohmer... pero no, y para decepción del espectador, y según transcurre el metraje, nos damos cuenta que la aparente sencillez no encierra gran profundidad, ni encanto ni dilema moral alguno... los diálogos, lejos de ser brillantes, resultan insultantes en su simplicidad. La película esconde un drama que pesa sobre la protagonista, pero la forma improvisada y hasta infantil del hilo conductor y de los diálogos, nos hace francamente difícil sentir empatía por su pesar.
La película discurre convirtiendose en una particular ensaladilla rusa de números circenses de surrealismo y acrobacia, combinado por entradas y salidas a unos diálogos de transición sin contenido ni interés, deambulando así el conjunto por una delicada y a veces vergonzante cuerda floja, como la protagonista en una de las escenas.
La sensación de tomadura de pelo es permanente y confirmada al finalizar el metraje. Los que adoramos el verdadero cine francés, su profundidad y encanto, no podemos conformarnos con este producto que no hace otra cosa que dar argumentos a quienes, no habiendo visto otro cine francés, se encuentran con ésto y con razón dicen que el cine francés es pedante, aburrido y monótono.

El criptico o quizás a proposito absurdo, o las dos cosas, titulo original, "36 vistas del pico San Loup" disculpa y quizás justifica el que se le ha dado aquí: "El último verano" tan incongruente como el original a no ser que sea una indirecta velada a la edad de su director, 85 años.
Jacques Rivette exponente de la nouvelle vague francesa cuya filmografía desconozco al igual que, supongo, la mayoría de los españoles, nos regala una delicada "stravaganzza" ubicada en una pequeña compañía circense visitada por un misterioso extranjero que acabará influyendo en el desarrollo de sus vidas. Con un ritmo sincopado, el maestro sabe mantenernos fijos en la pantalla, hacernos reír ante una trama sencilla entreverada con actuaciones circenses (genial el número de los payasos con los platos) y escuchar a unos personajes que fluctúan entre la realidad y un absurdo mágico, irreverente y rebelde de la mano de un director que aún es capaz de transgredir las convenciones. En mi juventud a ciertas salas las llamaban de Arte y Ensayo. "El último verano" estaría en ellas como en casa.
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"36 vues du Pic Saint-Loup" es el último film del veterano director francés Jacques Rivette (83 años), uno de los fundadores y teóricos (fue jefe de redacción de "Cahiers de Cinema" a partir de 1963) de la Nouvelle Vague.

Es sabido el interés que Rivette siempre ha mantenido por las formas en el teatro, al que ha llegado a equiparar con el cine desde los tiempos en que trabajó como ayudante de dirección de grandes realizadores franceses como Jean Renoir y Jacques Becher. En este caso sitúa la historia alrededor de un pequeño circo ambulante en la que puede ser su última gira antes de cerrarse. El eje central será la vuelta de la hija que había abandonado el negocio (Jane Birkin) y su relación con los demás miembros del circo y con un misterioso personaje (Sergio Castellito) que sigue a la troupe por las diversas poblaciones que visita.

Jacques Rivette alardea una vez más de su pericia en la puesta en escena a base de largos planos fijos, planos-secuencia y siempre evitando los primeros planos. Tampoco tiene inconveniente en romper la tradicional narrativa cinematográfica con intérpretes que se dirigen a la cámara, al modo de un ensayo teatral. Por desgracia todo resulta muy frío, incluso el repetitivo y aburrido número de los payasos.

¡Ay que sería de esta película si no viniera firmada por Jacques Rivette! Seguramente la crítica no le habría dado bola ni se hubiera estrenado nunca en nuestro país con lo cual nos hubiéramos ahorrado 84 largos minutos de aburrimiento cinematográfico. Porque seamos serios, lo de "El último verano" es de las cosas más esperpénticas que se han estrenado últimamente, una película (?) que no hay por donde cogerla, sin pies ni cabeza, filmada e interpretada se diría por un grupo de personas aficionadas con más voluntad que otra cosa. Se trata básicamente de una serie de diálogos de dudosa calidad en los cuales Sergio Castellito y Jane Birkin intentan aportar todo su oficio sin conseguir otra cosa que achicar agua de una nave que empieza a naufragar desde sus primeras escenas, alternados por números cirquenses de vergüenza ajena. Eso sí, la crítica habla de poesía (me gustaría que me aclararan en qué escenas en concreto ven ellos la poesía porque yo no la supe apreciar en ningún momento) y la califica de pequeña joya. Algo que no se entiende si no es como digo porque se trata de la obra de un director veterano de prestigio al que parece que se le valora su última película en función de toda su filmografía anterior. De no ser así, esta joya que algunos pretenden colarnos por la esquadra no pasaría de lo que realmente es, bisutería barata. Y es que en esto del cine, una vez que te has labrado un nombre puedes hacer cualquier cosa que siempre habrá gente dispuesta a reirte de las gracias.

Lo mejor: su escasa duración que no obstante se hace eterna.

Lo peor: el infame número de los payasos.

Mi primera película de éste director francés de 83 años, y la verdad no entiendo el cine de Jacques Rivette, me parece un poco insoportable y tedioso. Su manera lenta de narrar, sus acartonados personajes y sus historias poco convencionales. Sin embargo posee planos muy interesantes como la secuencia de los payasos filmadas con cámara fija, donde el espectador concentra toda la atención. Considerado como uno de los directores más curiosos e influyentes de la nouvelle vague, ‘El último verano’ se sitúa entre esas pequeñas películas, que se caracterizan por un teatro menos enfático y agarrotado, en el que el elemento no realista se disfraza de simpleza y cotidianidad.

En el reparto cabe destacar a Sergio Castellitto, en la piel de un misterioso italiano errante, y a la mítica Jane Birkin, que impregna madurez a un personaje marcado por cicatrices que funcionan como motor soterrado de la acción.

Lo mejor: la secuencia de los payasos.

Lo peor: los diálogos no ayudan mucho a comprender la historia.