Haz click aquí para copiar la URL

La vida en la tierra

Drama. Comedia En la víspera del siglo XXI, Abderrahmane Sissako, cineasta mauritano que vive en Francia, regresa a Sokolo, un pueblecito de Mali, para reunirse con su padre: “Querido padre, te sorprenderás e incluso te preocuparás al recibir una carta mía. Lo hago para estar seguro de que todo está bien. Ha ocurrido algo importante que me trae de vuelta a Sokolo: el deseo de filmar la vida en Sokolo, la vida en mi tierra, así como el deseo de ... [+]
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
17 de noviembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La belleza no es un monopolio de ningún país, raza, continente. Nos lo deja bien claro la película. La esquisitez formal embriaga desde el primer momento no sólo por las imágenes comparables con cuadros o pinturas, sino también por la poesía que vertebra el guión. Aimé Césaire, el poeta que escribió sobre la negritud y la reivindicó, está detrás de la película. La radio local incluso se hace eco de sus escritos sobre el colonialismo. La denuncia del colonialismo a la que estamos tan acostumbrados, apoyada en documentos de historia, de economía de periodismo deja paso con este film a que la sintamos a través de la poesía y de imágenes visuales hermosas. No es un documental pero utiliza herramientas del mismo, no es una denuncia al colonialismo pero se palpa, no es una historia de amor al uso pero nos cuenta un desencuentro amoroso. Se trata del retorno de un hijo emigrado a su pueblo de Malí: Sokolo. Es la diáspora africana que vuelve y trae consigo un nuevo bagaje pero también la responsabilidad de devolver a su pueblo lo que durante décadas se le ha arrebado: en primer lugar a sus hijos/as. Otras películas de Abderrahmán Sissako nos hablarán de otros temas menos étnográficos como Octubre, filmada en 1992, ambientada en la antigua Unión Soviética, donde el director estudió cine. También consigue regalarnos imágenes poderosas en este caso en fusión o recreando la diversidad o contraste entre el mundo soviético y el de Mauritania o Mali. Francamente un descubrimiento sobre todo para los sentidos, es un cine distinto, dentro del que podríamos llamar como el Tercer cine.
Ofrece muchas miradas incluida la de la presencia de las mujeres. O mejor dicho, la escasa presencia. Refleja un universo masculino pero la cámara del director también se fija en el uso del tiempo que hacen unos y otras. Vemos cómo pasan las horas con relajo para unos y esto se puede ver como un toque de atención o simplemente parte de la idiosincrasia de la aldea.

www.cineparatodas.wordpress.com
AFRI
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
11 de mayo de 2015
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si a un alma cándida le da por poner en su buscador web habitual las palabritas CINE AFRICANO los resultados no podrían ser más desalentadores. Más allá del desconocido Festival de Cine Africano de Córdoba (FCAT, en sus siglas, pues hasta hace tres o cuatro años tenía lugar en Tarifa) apenas vuelca información de valor, como si el séptimo arte hubiera pasado de puntillas desde Sudáfrica hasta Marruecos sin hacer el más mínimo ruido. Y eso sin centrar la búsqueda en el África negra subsahariana evitando así a Túnez o Egipto -países en los cuales ya se rodaron películas allá por mediados de los años 20 del pasado siglo-, porque de haber tomado esa decisión deberíamos acercarnos hasta 1966 para encontrar el primer filme rodado en el continente por un director negro: “La noire de...”, del activista senegalés Ousmane Sembène y que rompería de manera radical con un estilo supuestamente de denuncia, pero marcado por una idea occidentalizada y que suponía en realidad una novedosa forma de colonialismo.

Este nuevo enfoque de cine, de raíz taxativamente africana, ni provocó entusiasmos en Europa y en Estados Unidos de América ni los provoca en la actualidad, siendo su presencia absolutamente residual (o sencillamente inexistente) en las carteleras alternativas de nuestro país fuera de las filmotecas. Tanto es así que el mismo FCAT celebrado el año pasado no contó en toda la semana ni con un solo estreno para sorpresa de propios y extraños. Y es que, aunque la tradición africana de pueblos narradores de grandes historias se remonta al origen de los tiempos, es aún más cierta la habitual falta de costumbre de recopilarlos y estructurarlos a partir de un método, y eso convierte al cine africano en un ejemplo de pragmatismo, concreción y sencillez que no resulta fácil apreciar para una mentalidad occidental.

Abderrahmane Sissako, realizador mauritano formado en Moscú, recoge fielmente el testigo dejado por Sembéne, sin renunciar un ápice al realismo y simplicidad a los que hacíamos referencia como características clave de este modelo cinematográfico, y “La vida en la tierra”, que podría considerarse su primer largometraje si exceptuamos el documental de 60' “Rostov-Luanda”, grabado en formato de vídeo en 1997, es un claro ejemplo de ello.

No suele haber nada melancólico en el cine de Sissako, más conocido en Europa por su reivindicativa y premiada cinta “Bamako” (2006), y no podía ser de otra forma en la comedia dramática “La vida en la tierra”, una pura experiencia, descriptiva y cuasi documental en la que vemos transcurrir ni con placer ni con desencanto el monótono existir de los habitantes de Sokolo, un pequeño pueblucho de Malí, ocupados en la rutina y cuyos hombres -mientras las mujeres recogen agua o lavan la ropa- ya tienen bastante preocupación con verlas venir, cosiendo o practicando algún que otro hobbie, o haciendo el pino para seguir a la sombra de una casita desde que amanece hasta que se pone el sol. Una escena tan cómica como terrible. Sissako, con una fotografía capaz de transformar en belleza inmarcesible los parcos y ocres parajes, nos regala una y otra vez una sencillez narrativa que impacta y emociona, que hace al espectador partícipe de la realidad de una manera seria y sensata que renuncia a todo lo superfluo y oportuno excepto al humor y a la sátira.

Es recurrente en el cine de Sissako el tema de la partida o del regreso, tal vez porque todo arte es en sí autobiográfico, pero curiosamente, ese halo de tristeza ante la imposibilidad de cambio y que en parte puede parecer una negación sutil de la esperanza, se convierte un bastión de lucha gracias a la forma de hacer y proponer del director mauritano, tan ausente de misticismo empalagoso, de justificación... y transforma toda aburrida escena en un juicio moral, aun sin necesidad de plasmarlo de manera cristalina y en un estilo mucho más similar a "Heremakono" (2002) que al que desarrollara con posterioridad en la nombrada “Bamako” o de manera terrible y ausente del más mínimo resquicio para la risa en su última obra "Timbuktu" (2014), posiblemente la más lúcida reflexión frente al yihadismo y a favor de la libertad que pueda verse en una sala de cine.
poverello
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
13 de abril de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No me gusta nada que se haya etiquetado esta película como una comedia, para ver algo de humor en "La vie sur terre" hay que ser muy rebuscado. Son sólo sesenta minutos los de esta película en los que Sissako nos muestra la monotonía y la simpleza en la vida de un pueblo de Mali. Pero ni pizca de humor. Si hace gracia que unos paisanos se muevan al ritmo de la sombra que les ofrece una tapia, pues a reírse. Si un teléfono no hace sus funciones y hay que armarse de paciencia para poder comunicarse, pues vale, venga, vamos a reírnos. De verdad, no creo que Sissako filmara su película con ninguna intención, ni siquiera de forma subterránea, de implicar humor en su retrato. El que diga que esto es una comedia sencillamente no ha visto la película.

La vida es dura allí, que nadie lo dude. "La vie sur terre" puede que no sea apasionante porque no es una película que pretende hacer daño, aunque muchas familias apenas puedan vivir con la ayuda de quien se ha exiliado a Europa. Mali es tierra de dolor, el dolor del tercer mundo, avasallados en la colonización y cruelmente olvidados. África siempre está de luto, qué triste.

Sissako no saca el cuchillo aquí, con lo fácil que podría hacerlo. No es cine de denuncia, es más bien cine contemplación, servido de una fotografía maravillosa. Para ver "La vie sur terre" hay que ir a buscarla, hay que ser muy rarito para llegar aquí, aunque merezca más la pena que cualquier superproducción hollywoodiense actual. La vida de ellos es así de sencilla, los coches sólo aparecen en las revistas y sus protagonistas hablan de casas de blancos en las que las puertas se abren de forma automática. Es muy triste, de verdad.
Luisito
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow