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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
29 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tanya Borodoff, es una inmigrante rusa que se mostró dispuesta a abrir su corazón al primer hombre apuesto que se mostró galante con ella en su paso por Rangún. Pero, la bella Tanya, esperaba una relación sincera y honesta… y el vividor y traficante de armas, Tony Evans, no es de esa suerte de hombres y va a hacerla sufrir. Gregory Burton, es un médico atormentado por errores de su pasado, entregado ahora al alcohol para ahogar las penas… porque tampoco sabe que, el alcohol jamás las ahoga, y en cambio, las engorda. Ambos viajan ahora en el mismo barco con destino a Mandalay, Birmania, y sus almas se sentirán atraídas quizás por aquello de que, cuando alguien busca redimirse, el universo le proporcionará su alma gemela.

Plenamente confiada en la capacidad creativa del director húngaro, Michael Curtiz, la Warner Bros., lo pasaba de un lado a otro (esta vez estaba con la First National Pictures, estudio bajo su control), y allí le entregaban, “como descanso”, guiones de bajo calibre para que él los aprovechara como pudiera. En estas ocasiones, el director gozaba de plena libertad, y como el productor de turno ni siquiera asomaba las narices por los sets de rodaje, Curtiz aprovechaba para satisfacer sus ideas más personales… y es así como surgen realizaciones como <<MANDALAY>>, que puso a echar chispas a Hal V. Wallis, ante el atrevimiento y la osadía moral de algunas de sus escenas… pero, al genial Curtiz, rara vez se le decía un definitivo No.

Viéndola ahora, se entiende porqué a la película se le cerraron tantas puertas, no obstante que, en su país de origen, fue bastante bien acogida. Pero, contra todos los juicios de amoralidad de la historia, cuando se logra entender los impulsos más íntimos de sus protagonistas y el destino al que, conscientemente, se dirigen, se da uno cuenta de que, dos corazones rotos, pueden estar dispuestos a romper cualquier barrera con tal de seguir juntos en su afán de redimirse… y con un poco de lógica, puede recordarse que, non bis in idem.

En buena parte, la película fue rodada en auténticas localizaciones en Rangún, y se respira ese aire insano (obsérvese los frecuentes planos que dejan ver uno o varios ventiladores) que complementa, muy efectivamente, la turbia historia que se va desarrollando. Como suele ocurrir, en Curtiz todo significa, y en una película tan modesta como, <<MANDALAY>>, hay trazos que dejan ver que, quien la hizo, fue un verdadero artista.

En honor a la objetividad, también hay que decir que se colaron dos o tres pequeños baches en la edición, pero, en casos como éste, Curtiz entregaba sus películas al departamento posproducción, confiando en que los técnicos harían bien lo suyo… pero no siempre ocurría como esperaba.

Kay Francis, actriz a la que había conocido en, “The Keyhole”, realizada ese mismo año 1933, fue llamada de nuevo por el director, y quedó tan satisfecho con su labor que, al año siguiente, la tendría en el cartel de, “British Agent”, un filme que daría mucho de qué hablar. Junto a ella, Ricardo Cortez (a quien siempre recuerdo desde, “El Halcón Maltés”), es esa clase de truhán que no es fácil odiar, no obstante que, su Tony, sí es un verdadero canalla; y Lyle Talbot, tiene a su cargo esa suerte de médico que, antes que nada, necesita redención espiritual. En cuanto a que en el filme aparecía, Shirley Temple (con 6 años de edad), es un hecho que sus escenas fueron descartadas en el montaje.

Cuando llegue mañana… quizás dos corazones rotos se hayan unido para siempre.
Luis Guillermo Cardona
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6
22 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una academia militar de los Estados Unidos de Norteamérica, un grupo de cadetes es obligado por su comandante a llevar una máscara anti-gas hasta que cada uno reniegue del compositor Wolfgang Amadeus Mozart, cuya fotografía ha delatado su bajo nivel cultural. Pero, uno de los jóvenes ampliamente conocedor del personaje, se muestra dispuesto a soportar cualquier castigo antes que insultar al compositor que tanto admira e interpreta al piano. Es el año 1905, fecha en la que su madre, Jane Callaghan (Julia Ormond), va a escribirle una larga carta en la que desea contarle la historia del romance que sostuvo con su padre Andrei Tolstói (sin parentesco con el celebrado escritor), en la Rusia Imperial de 1885… pues quizás esto explique la fuerza de su carácter.

Lo primero que atrae en esta película de Nikita Mikhalkov, es la analogía que surge del título, <<EL BARBERO DE SIBERIA>>, con el de la brillante ópera de Gioachino Rossini “El Barbero de Sevilla”, pero, resulta que el título es explicado como el nombre de una eficiente máquina con la que, el inventor Douglas McCracken, planea talar los bosques de Siberia... y cuando uno espera que el personaje al que representa, Richard Harris, tenga alguna asociación con el doctor Bartolo, con Fígaro, ¡o con Lindoro! -los tres corazones que, en la ópera, palpitan y se debaten por Rosina-, resulta que no ocurre nada, y la única rivalidad por la Jane de la historia que escribieran Mikhalkov, Ibragimbekov y Pallenberg, es entre el cadete Tolstói y el Barón Radlov, director de la academia militar rusa.

Surge, también, la curiosidad de indagar, ¿Qué asociación puede haber entre el Andrei Tolstói de la película y el celebrado autor de “Guerra y Paz”, “Anna Karenina” y otras tantas joyas literarias? Lo que pude encontrar es que ambos estuvieron alguna vez entre los militares; tanto el uno como el otro fueron muy afortunados con las mujeres; y también, el Tolstói escritor, creía en el derecho a la desobediencia civil como su admirado, Henry David Thoreau.

Así las cosas, lo que hay en, <<EL BARBERO DE SIBERIA>>, es, una vez más, puro Mikhalkov: Con ligeros homenajes; asumiendo de nuevo esa veneración por la tierra donde nació, creció y ha hecho historia; y contando una novela de amor como a él le agrada, entre la comedia bufa y el drama más apasionado, y dando puntadas –a veces muy ambiguas- de lo que le ama y lo que desprecia de este enrevesado mundo. De nuevo, una posición bastante indulgente con la cultura zarista, de la que hace muy pocas mofas y tan sólo muestra cruel en una escena cumbre; y como siempre, mostrando a la mujer con dominio de su vida y dispuesta a defender con todo su ser aquello que ama. Esto vale tanto para Jane Callaghan -quien pone en la balanza seguir con el plan de halagar a Radlov para que lleve a McCracken ante el Gran Duque al que ofrecerá su invento o ser fiel a los impulsos de su corazón-, como para Duniesha (Anna Mikhalkova), la doncella que ama y espera en silencio.

El filme contiene algunos momentos de gran brillantez narrativa; la capacidad de Mikhalkov -quien aquí aparece como el zar Aleksandr III, dirigiendo el desfile militar- para trabajar escenas de masas es digna del mayor encomio; su manejo actoral es impecable; la capacidad que tiene para recrear pasados históricos es de primera línea… y de no ser porque, esta vez se apegó demasiado a todo lo filmado, anhelando hacer un fresco a la David Lean, creo que, <<EL BARBERO DE SIBERIA>> sería mucho mejor película.

Mención para la partitura de su habitual compositor, Eduard Artemev, la cual tiene momentos de enorme brillantez.
Luis Guillermo Cardona
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7
18 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Virtuoso, joven y muy atractivo a los ojos de las damas, Joseph Andrews, sirve a Lady Booby (de boobs) quien, además de lacayo lo quiere como amante. Pero, fiel a su amor por la joven Fanny Goodwill, el muchacho resiste muy fácil sus insinuaciones… no obstante que, su ama, es una verdadera tentación. También la señora Slipslop (todo lo opuesto físicamente a Lady Booby), mantiene sus pretensiones con el joven Joseph, y así, el chico se siente acosado al punto que hace motivo para que lo echen.

Lo que seguirá de aquí en adelante, es una recreación satírica y bufonesca de una época -siglo XVIII- y de una clase social – la aristocracia inglesa- a la que Tony Richardson recrea guardando notoria fidelidad a Henry Fielding, el celebrado autor de “The History of the Adventures of Joseph Andrews and of his friend Mr. Abraham Adams” (1742), en la cual se ha basado. Fue, seguramente, el éxito obtenido por su primera adaptación del “Tom Jones” de Fielding, lo que animó al director inglés a probar suerte con otra obra del mismo autor, pero, necesario es decir que, ni la obra –anterior a ésta en su publicación- alcanza el mismo nivel, ni las semejanzas narrativas y argumentales que ésta tiene con aquella la hacen superior.

No obstante, estamos ante una comedia bufonesca que resulta bastante entretenida; la picaresca y la mofa cervantina -que Fielding imita sin reserva alguna- están abundantemente servidas… y esa fea época inglesa de rostros pintarrajeados hasta parecer clowns y con esas pelucas que huelen a estrado y a guillotina, más el morbo, el oportunismo y las muchas patrañas que abundaban en sociedad, quedan bien puestas sobre la mesa y es cuando uno se pregunta si, en realidad, todo tiempo pasado fue mejor.

De nuevo, los interesantes enredos de paternidad y de lazos filiales servirán al embrollo de la aventura y, Richardson, se divierte de lo lindo haciendo escarnio de las instituciones que, tan deplorablemente nos vienen rigiendo a lo largo de la historia.

Ann-Margret (Lady Booby), luce muy divertida y bastante atractiva con todo y su horrendo maquillaje, y es la particular aristócrata para quien sexo y dinero lo representan todo en la vida. Peter Firth, resulta muy acertado en el rol del pudibundo Andrews que lucha por el amor de verdad. Michael Horden, estupendo en su nada extraño rol del clérigo Adams… y entre otros, Natalie Ogle (Fanny), es la suerte de Candy que despierta, por igual, el morbo irresponsable de uniformados y civiles, mientras ella sólo anhela su reencuentro con el hombre que ama.

Aunque pareciera una historia del pasado, me da la impresión de que “JOSEPH ANDREWS”, no está tan lejos de la actualidad.

Título para Latinoamérica: LAS AVENTURAS DE JOSEPH ANDREWS
Luis Guillermo Cardona
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8
9 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con mucha frecuencia, el miedo, la ansiedad, la inseguridad… son sentimientos que sólo conseguimos superarlos cuando a nuestra vida llega, un día, una persona fuerte que cree sinceramente en nuestra capacidad de superación, nos trata con afecto, habla siempre con claridad de las cosas, y nos ayuda a comprobar que somos capaces de lo que parecía imposible. Es decir, lo que muchos seres humanos necesitan es tener a alguien que crea en sus inmensos potenciales.

Este valiosísimo tema, había sido abordado, muy eficazmente, por directores como George Cukor en “Born Yesterday” (1950) o por Robert Mulligan en “Fear Strikes Out” (1957), entre otros, y es ahora, Alan J. Pakula, -quien precisamente hiciera las veces de productor en la que fuera la opera prima de Mulligan-, el que vuelve, ahora, sobre un asunto que harto tiene que ver con la posibilidad de rehabilitación de un ser humano, cuando se le brinda el apoyo y las posibilidades necesarias.

Lo paradójico aquí, es que es un hombre que ha entrado en el juego sucio del gansterismo, el que trata de redimirse apoyando en lo económico y con mano de obra, y también respaldando afectiva y psicológicamente, a dos chicos que han carecido de aquello de lo que, quizás un día, él mismo careció.

La trama tiene mucha fuerza dramática y en su desarrollo resulta bastante aleccionadora cuando vemos el proceso que sigue, aquella suerte de ángel caído, con esos dos muchachos de tan disímil carácter que, abandonados desde muy pequeños, luchan por sobrevivir con sus muchas limitaciones. El mayor, Treat, temperamental y bastante primario, se ha vuelto un ladronzuelo y es quien planea secuestrar al hombre que ha llegado para ayudarles. Phillip, en cambio, es inseguro y bastante frágil, y de manera calculadora, su hermano lo ha llenado de suficientes temores como para que no abandone en ningún momento las cuatro paredes de su casa. Ambos, lucen profundamente necesitados de afecto. Su casa, -aislada de los grandes bloques familiares- es casi una ratonera, y la dependencia del menor sobre el mayor se acerca a lo patológico, no obstante que da pruebas de ser brillante y poseer una gran memoria… porque, el hecho de que el mosquito no pueda romper una red, no le da derecho a la araña para decir que es un inepto.

El punto de partida, fue la obra homónima del dramaturgo, guionista y actor, Lyle Kessler, que él mismo adaptó para cine, luego de verla triunfar en el teatro Matrix de Los Ángeles (1983) y, posteriormente (1985), en el Steppenwolf de Broadway, bajo la dirección de Gary Sinise, con el mismo, Kevin Anderson, representando a Phillip. Sería en su estreno en Inglaterra, cuando Albert Finney se incorporaría al reparto y su actuación le mereció el Premio Olivier.

Además de Finney (Harold) y de Anderson (Phillip), Pakula optó por Matthew Modine para el rol de Treat, cuando descubrió en él ‘colores’ que no había visto en sus anteriores actuaciones, y así, quedó conformada la tríada para un tour de force difícil de olvidar.

Es la segunda vez que veo este filme, y mucho más que antes, me sentí complacido con la profundidad de sus personajes, habiendo logrado empatizar y encariñarme con ellos sin restricción alguna. ¡Hay tantos y tan valiosos potenciales aún en aquellos seres que se consideran perdidos!

P.D. El libro de Graham Greene que lee Harold, es “Gun for Sale”, el cual sirvió de base para la estupenda película “This Gun for Here”, cuyo personaje central, Raven, bien puede asociarse con el propio Harold... también, éste, es un alma torturada.

Título para Latinoamérica: HUÉRFANOS
Luis Guillermo Cardona
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10
4 de julio de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En dos establecimientos de Guildford y en uno más de Woolwich, Inglaterra, sendas bombas puestas por el IRA, el 5 de octubre de 1974, causaron la muerte de siete personas. Las presiones de la comunidad ante la incompetencia de las autoridades para impedir esta serie de atentados con los que se seguía castigando a los ingleses por denegar la independencia de Irlanda, les llevó a detener a los primeros indiciados que les pusieron a su alcance: Cuatro jóvenes entre 17 y 25 años, llamados Gerald Conlon, Paul Hill, Carol Richardson y Patrick Armstrong… pero, tras sus capturas, siguieron las de Giuseppe Conlon (padre de Gerry) y las de siete miembros de la familia Maguire a donde Giuseppe se alojó confiando en ayudar a su hijo para que saliera de la cárcel.

Condenas hasta de 30 años de prisión, se dictaron pronto para calmar las iras de la comunidad y por otros intereses, y así, este grupo de reos inocentes pasaría muchos años sufriendo toda suerte de vejámenes como resultado de las perversas decisiones del mal llamado Sistema de Justicia.

Lo ocurrido entonces y después, el director Jim Sheridan, lo convirtió en un impactante filme que no carga agua en la boca al momento de señalar los infames procedimientos (torturas físicas y psicológicas, presiones engañosas, retención de pruebas de descargo…) de las autoridades inglesas contra la población civil y el estigma que, por tantos años, se ha puesto sobre los ciudadanos de Irlanda del Sur. A este nivel, tampoco hay reserva para mostrar los atroces actos a los que podía llegar, en cierto momento, algún miembro del Ejército Republicano Irlandés en represalia contra los ingleses… aunque, el brutal ataque recreado aquí contra la guardia del penal, es tan ficticio como que Gerry fue puesto con su padre en la misma celda.

Una vez más, la historia muestra que los afanes de dominación han tenido un alto costo para el régimen británico a lo largo de su historia, al punto que, como en este caso, han echado alpiste al despiste para no seguir dando pruebas de lo viciadas que andan sus instituciones judiciales.

El libro autobiográfico que, Gerald Conlon (1954-2014), publicara con el título “Proved Innocent” (1990), el cual dedicó a su amado padre y a su familia, fue un éxito de ventas y motivó de inmediato esta adaptación cinematográfica que no deja a nadie indiferente con su contundencia narrativa.

Daniel Day-Lewis, nos ofrece una impactante recreación de Gerry Conlon, el desubicado irlandés cuyo mayor delito fue estar en el lugar equivocado en el momento indebido, y cuyas palabras, después de que saliera libre tras 15 años de condena, son bastante dicientes: “En síntesis, el sistema nos dijo: ‘Disculpen y vayan con Dios’. Así se zanjó uno de los peores crímenes que puede cometer un Estado de Derecho: Mantener en prisión a un inocente a sabiendas de que lo es”.

Junto a él, Pete Postlethwaite hace un efectivo Giuseppe, la suerte de padre que, al final, termina dejando una profunda huella, y cuyo deceso, bien pudo ser la clave que se jugó el universo para favorecer la liberación de todos los condenados (preciosa la escena del homenaje que le rinden los reclusos); y Emma Thompson, como la abogada Gareth Peirce, la suerte de profesional que siente la injusticia como si fuera cometida contra ella misma.

Con una potente puesta en escena, una ágil fotografía y una eficaz banda sonora, “EN EL NOMBRE DEL PADRE”, lo tiene todo para que podamos sentirnos ante una grande e indispensable película.
Luis Guillermo Cardona
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