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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
4 de febrero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Además de su interés por las historias románticas y por aquellos casos en que los hombres se convierten en falsos culpables, el tercer mayor interés de Alfred Hitchcock, fue sin duda, las motivaciones del crimen. ¿Por qué un hombre asesina a otro hombre? ¿Qué condiciones deben darse para cometer un asesinato? ¿Quiénes están en predisposición de cometerlo? ¿Existe el crimen perfecto? Preguntas de este estilo surgen en sus muchas películas donde uno o varios asesinatos son el eje central de la historia.

“LA SOGA” tiene como punto de partida la obra “Rope” (1929) del dramaturgo inglés Patrick Hamilton (1904-1962), también conocido por “Luz de gas”, que fuera llevada al cine por el director George Cukor. Comparado con Charles Dickens por su interés en describir, en diversas obras, a los excluidos de la Inglaterra de la primera mitad del siglo XX con una cuidada mezcla de humor y consideración, se dice que, en particular, “La soga” -un interesantísimo estudio del crimen y un alegato contra el superhombre nietzscheano- fue una recreación dramática del asesinato que, dos universitarios homosexuales de clase alta –Richard Leopold y Nathan Loeb-, cometieron contra el joven de 14 años, Bobbie Franks, quedando consignado que lo habían hecho “por la curiosidad científica de demostrar que se podía cometer un crimen perfecto”, y quedando comprobado que también querían demostrar que, en su brillantez, ellos estaban muy por encima de la gente del común. Lo que llaman manía de grandeza.

Para Alfred Hitchcock, “LA SOGA” fue también ocasión de hacer un experimento cinematográfico, con el que se propuso rodar la historia en planos-secuencia, haciendo tan solo los cortes que le imponía la duración de los rollos de película, para lo cual se vale de un acercamiento a la espalda de alguno de los protagonistas o de la tapa de un arcón que es abierto en el momento oportuno. Para el caso, el rodaje fue planeado en tomas de entre 12 y 15 minutos, buscando el momento adecuado en que pudiera darse el cambio de película virgen.

En este sentido, éste es el más teatral de sus filmes, y con una historia en donde brilla más la ingenuidad de los muchachos que su brillantez intelectual o criminal, Hitchcock aprovecha para hacer su alegato contra la prepotencia, dejando en claro que, el derecho a vivir pertenece a todos y que nadie puede arrogarse la impertinencia de quitarle la vida a nadie. En este sentido, vale la pena escuchar el discurso que, en su momento, lanza el profesor Rupert Cadell.

Se daría aquí, el primer encuentro del director inglés con el gran actor James Stewart, a quien desde entonces, tendría en tres títulos más que darían harto de qué hablar: “Rear window”, “The man who knew to much” y “Vertigo”.

Por si acaso, también a ti se te ocurre planear “un crimen perfecto”, te recuerdo que será imposible asegurar las respuestas de tu inconsciente ni el flujo de tus emociones; que, ante el caso de un interrogatorio, no puedes medir la capacidad que tendrá quien interroga para influir en tus puntos débiles o para leer en tus irreprimibles gestos; y también te recuerdo que, el invisible fatum siempre actúa, para que dejes un cabo suelto y para que alguien descubra ese detalle que, indefectiblemente, habrás olvidado en tu proceder. Y sobre todo, ten bien claro que la impunidad no existe. Siempre hay Alguien que te ve.

Título para Latinoamérica: “FESTÍN DIABÓLICO”
Luis Guillermo Cardona
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7
31 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una persona que, contra todas las consecuencias, contra lo que pueda decir el mundo entero, y aún aquellos de su propia sangre, sea capaz de seguir a su conciencia, vale mucho más de lo que pueda valer el oro puro... y es la suerte de hombre más sabio que pueda haber en esta tierra, porque sabe, bien que sabe que, mientras cualquier tesoro material solamente se puede tener por unos días o unos cuantos años, la Integridad es el único tesoro que uno puede poseer para siempre.

El mundo está en caos por una razón básica: La existencia de tantísimos seres débiles, ambiciosos, manipulables y sin escrúpulos que, con títulos, con altos cargos, con poder… por su miseria moral, por su pobrísimo entendimiento de la vida, y por su paupérrima voluntad, ceden sin reserva alguna a las tentaciones; se empeñan en obtener reconocimiento a punta de nimiedades; y arrasan con quien se atraviese en su camino, en busca de unos tesoros que, en muy breve tiempo, se volverán polvo.

<<LAS PISTOLAS DEL NORTE DE TEXAS>>, comenzó como una novela escrita, en 1958, por Will Cook (William Everett Cook, 1921-1964), la cual fue muy elogiada en el New York Times por “sus nuevos significados y su profundidad, rara vez conseguidos en la pulp fiction”. El guion cinematográfico, estuvo a cargo del también director, Albert Band (cuyo crédito más importante fue la adaptación, para John Huston, de la novela de Stephen Crane, “The Red Badge of Courage”, 1951), con la colaboración de Hugo Liberatore.

Lo que se nos cuenta, ahora, es la historia de, Lon Cordeen, un exsoldado de La Unión que, luego de La Guerra de Secesión, regresa a su hogar en Elk Crossing, Texas, donde va a encontrarse con una familia separada –las mujeres por un lado y los hombres por el otro- y con un padre lleno de odio que, al ver frustrados sus esfuerzos en favor de la esclavitud, decide acabar con cuanto yanqui se ponga en su camino. Al llegar Lon, el padre confía en que estará de su lado como sus otros hijos y parientes cercanos que viven en el rancho, y al comprobar que es un hombre de temple como él mismo (por algo se llama Temple Cordeen), siente que, a los yanquis que ganaron la guerra, van a darles, juntos, mucho de qué hablar.

Pero, el temple de Lon es muy especial, porque empieza en su conciencia y termina en su corazón… y cuando comprende que los deseos de su padre tienen más de exabruptos que de buenas razones, va a tomar la más diáfana posición… y un drama que, a su manera, nos recuerda a, “El Rey Lear”, va a desarrollarse de manera más que interesante.

El filme me atrajo por tres nombres: El gran actor, Joseph Cotten, de fructífera carrera en el Hollywood de los años 1940-50: “Citizen Kane”, “Shadow of a doubt”, “Duel in the sun” y muchas otras. Gordon Scott, uno de mis ídolos de infancia en sus roles de Tarzán y gladiador; y Franco Nero, quien (en un rol secundario) tiene aquí su primer western, el cual debió de influir para que, al año siguiente, se le catapultara como Django; y aunque no la conocía, quiero hacer mención de, Ilaria Occhini, quien, como Edith Wickett -la chica empeñada en hacerle justicia a su padre-, logra un registro magnífico y un carácter ejemplar. Como ella, todas las mujeres de este filme tienen muy claro lo que quieren. Y eso se le abona.

Estamos, pues, ante una película muy digna de verse.

Título para Latinoamérica: ¡ATRAPADOS!
Luis Guillermo Cardona
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7
14 de enero de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, claro, esta es otra película de acción y ¡por décimaoctava vez! –bueno, un tricito menos porque también ha tenido como blanco a un contrabandista, un mafioso…- Bond va a combatir contra otro megalómano con afanes de joder al mundo. Pero, sin lugar a dudas, lo que más me ha gustado de “EL MAÑANA NUNCA MUERE” son sus diálogos. ¡Pura comedia! Veamos un par de ejemplos:

El primer ministro le dice a M (mi muy apreciada Judi Dench):
-Con el debido respeto, M, ¡a veces pienso que a usted le faltan pelotas para este trabajo!
M le mira a los ojos y al instante responde:
-Es posible, pero gracias a eso no pienso con ellas continuamente.

En el segundo, James Bond (un Pierce Brosnan que luce aquí magníficamente conectado a lo Cary Grant y a lo Roger Moore), se acerca a la sensual, Paris Carver (Teri Hatcher) a quien hace tiempo no ve, pero que fuera su amante… y ella lo recibe con una fuerte palmada.
-Ahora ya lo sé –atina a decir Bond sobándose la mejilla-, fue algo que dije.
A lo que ella responde irónicamente:
-¿Qué te parece las palabras “Vuelvo enseguida”?

Y además de los diálogos, la película es estupenda por su acción (la escena en la moto que a dos manos conducen Bond y Wai Lin y la del soberbio auto en el parqueadero son de antología); sus magníficos sets que, invariablemente, se conjugan con la acción; su intachable edición; la canción “Surrender” que K.D. Lang canta magníficamente en los créditos finales (y que debió ir al comienzo, porque la de Sheryl Crow… ¡bastante flojita!)… y por supuesto, las estupendas interpretaciones de Brosnan, Hatcher, Jonathan Pryce, un malo que no llega nunca a caernos gordo y que se merecía una despedida digna de su simpatía y Michelle Yeoh, una siempre magnífica combinación de mujer muy diestra para el combate y al mismo tiempo de una feminidad irresistible. Al ver a su personaje, y al de Teri Hatcher, en sus respectivas relaciones con James Bond y con los demás, sentí que hay ahí un clarísimo ejemplo de la suerte de comportamiento femenino que trae felicidad y que suele conquistar a los hombres de verdad. Valdría la pena que, las chicas de ahora, observaran comparativamente las actitudes de una y otra y tuvieran bien en cuenta los resultados que cada una produce.

Agotadas las 14 publicaciones que dejara el autor, Ian Fleming, el guión de Bruce Feirstein solo asume los caracteres generales creados por él, aunque comienza a sentirse un clarísimo agotamiento en el meollo argumental, que me produce la sensación de que, los productores, deberían ir pensando en un enemigo que surgiera de la propia Inglaterra (porque allá también hay loquitos ¿o no?) o creando una banda de fuertes tentáculos (y no hablo de pulpos, okey?), a ver si el entretenimiento toma otro rumbo y los cuentos marca Fleming permiten, finalmente, el paso de la página.

P.D.: La película está dedicada al productor Albert R. Broccoli, quien falleciera mientras ésta se rodaba, aunque, las labores de producción, desde “GoldenEye”, ya las había puesto en manos de su hija Barbara y de su hijastro, el también guionista Michael G. Wilson.
Luis Guillermo Cardona
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9
15 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El concepto de héroe (de hērōs), lo heredamos de la mitología griega y hacía alusión a una persona con capacidades sobrehumanas con las que llevaba a cabo hazañas extraordinarias de beneficio para una colectividad o para la humanidad entera. En la tríada del poder y del valor, establecida por el poeta Píndaro, el orden era (y es): Dios(es) > Héroes > Hombres.

Lo que ha sucedido de aquí en adelante, es una cada vez más atrevida y sospechosa subvaloración del concepto de Héroe que nos enseñaron los griegos… y ahora, medios y directivos, osan aplicárselo a cualquier hombre, mujer o grupo, que realiza alguna acción especial favorable a alguien. Así, los deportistas se han vuelto héroes; los que rescatan a alguien que se hallaba en notable peligro son héroes; los soldados son héroes “por defender la patria”… y al paso, los héroes que antiguamente se podían contar en los dedos de la mano, son ahora tan abundantes como los doctores o los caballeros.

Con el ánimo de hacer un notable estudio sobre el heroísmo -según lo conciben los gobernantes de los últimos tiempos-, el director Clint Eastwood, ha realizado una magnífica y reveladora película que parte del libro que escribiera el estadounidense, James Bradley, cuyo padre fue uno de los seis “héroes” que aparecen en la célebre foto tomada durante la toma del monte Suribachi (en Iwo Jima, Japón), en la cual se observan colocando la bandera triunfalista.

La adaptación, puesta en manos de, William Broyles y Paul Haggis, consigue una sobresaliente estructura con muy bien insertados saltos en el tiempo, dándonos así elementos que nos permitirán comprender los hechos fundamentales que se dieron a consecuencia de aquel curioso momento histórico de la instalación de una bandera estadounidense... y quizás sea entonces que cobre validez, aquella frase que oiremos al principio de boca del ya anciano, John “Doc” Bradley: “Buenos y malos, héroes y villanos, de eso siempre hay… pero la mayoría de las veces no son los que nosotros creemos”.

El filme funciona a todo nivel. Se propone, con gran realismo, dejar fielmente plasmadas las crueldades y atrocidades de la guerra hasta conseguir que sintamos repugnancia por todo lo que en ella sucede; y al tiempo, aborda, con suma objetividad, la búsqueda de la verdad absoluta sobre los hechos que sucedieron desde la toma de aquel monte estratégico para los japoneses.

La estructura general luce tan bien cuidada que, por esta razón, el siguiente filme de Eastwood, “Letters from Iwo Jima”, engancha perfectamente con, <<BANDERAS DE NUESTROS PADRES>>, al ser, éste mismo hecho histórico, visto aquí desde la perspectiva de los americanos, y en la siguiente película desde el punto de vista de los japoneses. Incluso, algunos planos son comunes a ambos filmes y es seguro que fueron rodados sucesivamente, para conservar la perfecta ilación de las escenas de batalla, las cuales, para mayor fidelidad histórica, consiguieron rodarse en Iwo Jima, y exactamente en los mismos lugares donde transcurrieron los hechos.

Eastwood, se abona aquí otra brillante obra que dignifica al 7° Arte, invitándonos a tener más cuidado antes de atribuirle a alguien el calificativo de héroe... ¡y cómo quedan de mal parados los gobernantes y la sociedad de aquellos años!

Reconocimiento a, Adam Beach, por su excelente y ejemplarizante aparición como el indio, Ira Hayes.

Título para Latinoamérica: LA CONQUISTA DEL HONOR
Luis Guillermo Cardona
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8
1 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
John y Lara Brennan, son una pareja enamorada… y resulta muy novedoso que, en vez de arrancar su historia con el día de boda o con una escena en la cama o en un romántico parque colmado de árboles y aves, el director Paul Haggis -para mi gusto, uno de los últimos grandes talentos del cine Hollywoodense-, la comience con una escena de celos donde podremos ver que la esposa defiende lo que es “suyo”, que no tiene un pelo de tonta, y que pareciera estar dispuesta a poner los puntos sobre las íes donde sea y frente a quien sea. De paso y tácticamente, ésto dejará abierta una presunción para lo que sigue ¡que es bien candente!

Así comienza un thriller y un suspenso que, una vez más, corrobora que no hay fuerza que tanto aliente como el amor. Científicamente, puede demostrarse que el amor reactiva las células, aumentando la eficacia de los sistemas inmunológico y curativo del cuerpo; el amor produce energía, estimula los sentidos, da valor y confianza, y de manera inexplicable -en un terreno que llamaríamos espiritual, pero no menos cierto-, pone a nuestra disposición una serie de fuerzas invisibles que parecieran conspirar para el buen resultado de aquello que por amor, y con amor, nos proponemos.

Es estupendo que, con una sola escena de enfrentamiento a plomo, Haggis logre, sin dificultad alguna, mantenernos pegados a esa historia donde, la pretensión de un marido es hacerle justicia a su mujer ante la incompetencia de la mal llamada justicia... y conste que no tiene pruebas fehacientes que demuestren su inocencia, pero, para John, hay algo que vale más que eso: Ama a su mujer, se siente uno con ella… y sabe, desde bien adentro de su alma, que Lara no le mentiría. Lo que llamaríamos: la prueba de la confianza absoluta. No es tangible, pero también es real. ¿Estará en lo cierto?

Con una edición impecable que evoluciona de planos largos que buscan interiorización, conocimiento e identificación, durante el desenvolvimiento del cruce afectivo y del choque emocional, hasta llegar a planos cada vez más cortos durante la estupenda secuencia del clímax, Haggis logra un magnífico crescendo, poniéndonos en el punto exacto junto a John Brennan, a padecer en carne propia esa profunda tensión que se aventurará en el camino.

Russell Crowe, muy contenido y con más agudeza de la que, en principio suponemos, convierte a su profesor en una suerte de héroe casual, a quien las circunstancias van llevando por un sendero que jamás imaginara. Por su parte, Elizabeth Banks, nos ofrece como reclusa y potencial suicida, una ambigüedad perfecta, permitiendo que, no amándola como la ama John, podamos mantener el beneficio de la duda durante todo el filme. Olivia Wilde, como Nicole, ofrece una deslumbrante presencia que sirve para sopesar como andan los sentimientos y necesidades de aquel hombre que ha alcanzado tres años de abstinencia; y Liam Neeson, es un breve pero eficaz Damon Pennington, un personaje extraído de la vida real a quien, Haggis, dedica su película.

Siento que, <<LOS PRÓXIMOS TRES DÍAS>>, es la suerte de remake que me deja bastante satisfecho.

Título para Latinoamérica: SOLO TRES DÍAS
Luis Guillermo Cardona
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