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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de julio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras que su padre había sido fundador de un conservatorio de música y ahora, avanzada la edad, seguía dictando clases particulares a los niños, Florenz Ziegfeld Jr. (1867-1932) parece haber heredado la vena ambiciosa de su madre o quien sabe de quién, pues desde que tuvo edad para luchar por su vida, picado por el afán de dinero, se hizo promotor de un fortachón llamado Eugen Sandow, al que exhibía como El hombre más fuerte del mundo. Pero esto no tenía mucho futuro y tras explotar la fuerza y los “apetecibles” músculos del puro-peso-pesado, “gracias” a su eterno competidor y eterno amigo Jack Billing, Ziegfeld pudo conocer a la encantadora cantante polaca-francesa, Anna Held, y convertido en su representante y luego en su compañero sentimental, estableció conductas de tipo publicitario que aún siguen siendo aplicadas por los comerciantes y empresarios de todo el mundo, logrando alcanzar el éxito en Broadway donde la cantante fue acogida con fuerte entusiasmo.

Así llegaría el año 1907, y con sus ambiciones en pleno vuelo, Ziegfeld se animaría a montar una revista musical cuyo principal objetivo, según él, era “glorificar a la mujer americana”… lo que deja marcadas dudas, puesto que, él mismo se aprovechó cuanto pudo de sus bailarinas y las puso en bandeja de plata para aquellos ricachones que llegaban al espectáculo en busca de cualquier par de piernas que se dejaran tentar con un anillo o una pulsera de brillantes.

Lo que no cabe duda, es que las follies (locuras) -como el mismo Ziegfeld decidió llamarlas-, sirvieron para demostrar que se podía conceder a la burguesía (presente en las grandes salas) y a la gente del común (a través de las pantallas de cine) un espectáculo sin igual en el mundo entero, donde nadie conseguía cuestionar la majestuosidad y el arte excelso que, a costos exorbitantes, se ofrecía en cada espectáculo.

La rutilante película que, sobre la vida de este controvertido y archifamoso personaje hiciera Robert Z. Leonard, resulta especialmente grata desde la muy cálida recreación del romance Ziegfeld-Held, en el que William Powell, pero sobre todo Luise Rainer, nos dan una clase de actuación de nunca olvidar. La escena en que, hablando al teléfono con el hombre amado del que se ha separado, Anna aparenta felicidad cuando por dentro la consume el dolor, no cabe duda de que es uno de los más hermosos, refulgentes y emotivos momentos que nos haya podido brindar el arte cinematográfico. El Oscar que Luise recibió por su descollante actuación, fue apenas un justo merecimiento.

Resulta también encantadora la aparición de la inolvidable Fanny Brice, y en la escena del abrigo de visón en su camerino, nos da un momento divertido de nunca olvidar. Entre los números musicales, otro merecido Oscar habría de llevarse Seymour Felix, por su montaje del número “A pretty girl is like a melody” con esa torre de una majestuosidad incomparable.

El filme ofrece muy grata comedia, romance de gran altura, una fuerte recreación de la amistad, dos o tres agradables canciones, un paquete de grandes y lindas estrellas (Myrna Loy, Virginia Bruce, Jean Chatburn…) y un vestuario imponente como solo Ziegfeld solía ostentar. Y de ñapa, tiene dentro a un trío de figuras que luego se harían inmortales en “El mago de Oz”: Frank Morgan y Ray Bolger actores en ambos filmes y Billie Burke (representada en “EL GRAN ZIEGFELD” por Myrna Loy) quien, en la película de Victor Fleming, fue la buena hada Glinca.

Si no me falla la memoria, fue este el primer filme que logró majestuosidad incluyendo una obertura y un entreacto que luego imitarían muchos otros directores en el cine de gran espectáculo: “Niños del paraíso”, “Ben-Hur”, “Lawrence de Arabia”… Y creo que, con media hora menos de música y de baile, “EL GRAN ZIEGFELD” hubiera podido ser un semi-musical de enorme acogida.
Luis Guillermo Cardona
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10
3 de junio de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Juan Gallardo lo va a decir en tres ocasiones: Cuando triunfa como torero, lo cual atribuye a su matrimonio con Carmen… Cuando comienza a serle infiel y le regala un collar para compensarla… y cuando el Fatum reclama el fin de un proceso: “Eres la única verdad de este mundo”; y cuando lo dice, Juan sabe que está hablando del Amor y de la infinita verdad que éste representa. Para él, la verdad es Carmen, porque de ella recibe amor durante todos los años que la vida le permite tenerla a su lado. Quizás sea un poco injusto con su madre que también le demuestra un amor incondicional, pero, ella siempre ha sido escéptica ante sus sueños. En cambio, Carmen lo ha respaldado aún en lo que siente que quisiera ver terminado.

De esta clase de amor y de la ilusión del éxito para el que muchos no están preparados, nos habla con absoluta brillantez el director, Rouben Mamoulian, en un filme cuidado plano a plano para exaltar los grandes valores de la cultura europea a través del color y de las imágenes pretendidamente pictóricas, con las cuales se evoca a Murillo, Goya, Velásquez, Sorolla y El Greco, entre los españoles; y también a, Titian y Veronese, entre los italianos.

Habiendo tenido el privilegio de ser el primer director en realizar un filme en technicolor (“Becky Sharp”), Mamoulian aprovechó ésta experiencia de pionero, y al paso, había estudiado cuanto encontró acerca del color, tomando muy en cuenta lo que durante varios siglos habían ensayado los grandes pintores de todo el planeta. Sabía entonces, que los aspectos emocionales vinculados a la acción, al diálogo y al sentir de los personajes, se pueden complementar con los decorados, la iluminación, la música, el vestuario… y ahora también con los muy diversos tonos que comienza a ofrecer la película en colores.

Argumentalmente, surge un directo y firme alegato contra las corridas de toros a las que, Mamoulian, ve con tanto desagrado que, no obstante ser un filme sobre un ídolo del toreo, jamás veremos el maltrato directo a toro alguno, y la única estocada mortal será representada con una humorística metáfora. En cambio, sí veremos al toro levantar al hombre, cuando el destino siente que es hora de ajustar ciertas cuentas. También, en este sentido, el director se permite frases contundentes que dejan muy bien establecida su posición ante tan salvaje espectáculo.

Lo importante para él, de la obra de, Vicente Blasco Ibañez, en que se basa la película, ha logrado abstraerlo el magnífico guionista Jo Swerling, y tiene que ver con el poder, con el éxito y el amor, que cuando llegan a manos y corazones no preparados para sostenerlos, terminan causando más daño que bien a quienes los conquistan… y en muchos casos, hasta pueden convertirse en la causa de su autodestrucción.

Cada apunte es lúcido y certero, y Mamoulian va delineando su filme como esa eterna, pero aún no suficientemente comprendida metáfora, acerca de la montaña que tiene una distancia de ascenso, llevando a partir de entonces al inevitable descenso... y el proceso será más de prisa, cuánto mayores sean los improperios y las actuaciones apresuradas que se hayan asumido durante la subida.

Tras la gran acogida que, el público y la crítica, le dieran a su anterior filme de aventuras, “The Mark of Zorro”, el director ruso-americano fue aprobado de nuevo por el productor, Darryl F. Zanuck, para ésta innovadora experiencia (segundo remake de un filme de Fred Niblo), y una vez más quiso contar con, Tyrone Power y Linda Darnell, como protagonistas, complementados por la inolvidable, Rita Hayworth, y con Anthony Quinn, la gran Alla Azimova, y con un actor que me merece un alto aprecio, Laird Cregar (en el memorable rol del columnista Natalio Curro), quien falleciera a los 31 años tras haber asumido una dieta de choque con la que perdió más de 50 kilos para representar al demente pianista de, “Hangover Square” (1945).

Hechas las cuentas: magnífica historia, innovador uso del color, del vestuario y de los demás aspectos formales, más estupendas interpretaciones del grupo actoral, podemos concluir que, <<SANGRE Y ARENA>>, es otra de las grandes herencias que legara al arte cinematográfico el director, Rouben Mamoulian.
Luis Guillermo Cardona
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5
4 de abril de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tejas era una provincia mexicana que estuvo habitada por muchos años por los nativos apaches, comanches, cherokees, kiowas, wichitas y otras culturas. Pero desde comienzos del siglo XIX, los estadounidenses y los inmigrantes europeos, descubrieron que Tejas era una tierra fértil y promisoria… y de inmediato, comenzaron a asentarse allí a todo riesgo y dispuestos a acabar con cualquier indio que se les opusiera y con cualquier bisonte que pudiese servirles de alimento. Como era de esperarse, los nativos comenzaron a defender su territorio… y los colonos empezaron a armarse hasta los dientes para asegurar allí su permanencia.

Llegado el año 1836, los estadounidenses asentados en Tejas -respaldados por el gobierno de Washington-, se sublevaron contra México, y tras feroces y cruentas batallas en las que se exterminó a millones de indios y mestizos mexicanos, por fin Tejas fue anexada a los EEUU, y admitida luego como el Estado N°28, el 29 de Diciembre de 1845. Al mismo tiempo, y llamado ahora Texas, se convirtió en el Estado esclavista N°15.

Para garantizar su protección, los colonos se inventaron lo que ahora llamamos paramilitares, pero en aquel entonces se les llamaba con mayor elegancia: The Texas Rangers (Los guardianes de Texas). Un puñado de hombres con “valor, juicio y un gatillo certero” -según ellos mismos se describían-, que se dispuso a acabar con los indios que todavía les armaban furrusca. Y cuando ya los colonos se habían apoderado de la mayor parte de sus tierras y los indios que se rindieron quedaron recluidos en áridas reservaciones, siguieron su labor contra los asaltantes de diligencias, pendencieros, asesinos, violadores, políticos (usurpadores de tierras), oficiales corruptos, y toda la clase antisocial que llegó con los “insignes exploradores”.

Es a estos guardianes a quienes se les quiso rendir homenaje cuando se acercaba el centenario de la expropiación de Tejas (Texas). ¡Hasta eso lo celebran los gringos! Y con un guión algo almibarado del también director King Vidor y su apreciada Elizabeth Hill, basados en el libro homónimo de Walter Prescott Webb, surge “The Texas rangers” (“MILICIAS DE PAZ”) un filme de aventuras, con tan poca trascendencia, que ni siquiera Vidor se animó a rodarlo en Texas, pero que no obstante conserva sus buenas intenciones, mostrando el proceso como un par de bandidos se la juega en la disyuntiva de seguir buscando el enriquecimiento fácil o pasarse definitivamente al bando “justiciero” y terminar enfrentándose con el que antes fuera su compinche.

Para Vidor es una buena ocasión de exaltar el gran valor que tiene la redención, y visto solo desde esta perspectiva, este western con sus dosis de drama y de comedia, resulta un tanto simpático, ofreciéndonos tres aventuras, en las que, Jim Hawkins (Fred MacMurray) y Henry “Wahoo” Jones (Jack Oakie), van aprendiendo a ver la vida de otra manera. Pero cuando al filme se le descorren sus velos políticos, se convierte enseguida en otra aventura bien fácil de olvidar.
Luis Guillermo Cardona
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10
25 de marzo de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
En Manhattan, Nueva York, muy cerca a Broadway, vivía un anciano de origen austríaco, que había emigrado de su tierra cuando tenía 13 años, y ahora en 1937, viudo y con sus hijos ya organizados e independientes, se había quedado solo en un humilde edificio de apartamentos, donde su única compañía era un pequeño perro Terrier. Emerich Juettner, nacionalizado como Edward Mueller y conocido como Skitter (Capitán) por haber hecho parte de la marina de los EEUU en la I Guerra Mundial, vivía ahora como un humilde reciclador, recogiendo en una carretilla todo lo desechado que él consideraba útil. Pero esto no le bastaba para sobrevivir… y fue entonces cuando, sintiendo el peso del hambre, se le ocurrió hacer uso de su experiencia en el fotograbado, copió un billete de un dólar, hizo él mismo unas planchas de zinc, y sin preocuparse mucho por la correcta escritura o por la fidelidad de la imagen de George Washington, comenzó a sacar billetes en la cantidad estrictamente necesaria para subvencionar sus gastos más urgentes: el alquiler y la comida.

Juettner, introducía sus billetes en el Metro, en los mercados y en cuanto lugar viera que el flujo de dinero era bastante alto. Pero jamás introdujo un billete dos veces a la misma persona y tampoco hizo nunca otro billete que no fuera el de un dólar. Un día, el Servicio Secreto descubrió el primer billete falso en una tienda de cigarrillos de Broadway y así se abrió el caso 880 que, entre 1938 y 1948, tendría en ascuas a los investigadores, ante el caso más difícil sobre falsificación de dinero que se haya dado en los Estados Unidos de Norteamérica. Y no sería por la astucia de los agentes del Servicio Secreto que se aclararía el caso, sino por hechos absolutamente fortuitos, como si fuera el destino el que le hubiera dicho a Juettner: “Ya es suficiente”.

Con estos hechos –ajustados en muy buena parte (incluido su singular desenlace) a lo que relatara el investigador y periodista St. Clair McKelway y convertidos en un magnífico guión por Robert Riskin- el brillante director Edmund Goulding, ha hecho una película de un encanto especial, conmovedora y pletórica de calidez, sobre un personaje de esos a los que uno es capaz de perdonarle cualquier cosa.

Edmund Gwenn, hace un Skitter maravilloso, ejemplo de una dignidad impredecible en un hombre al que muchos, sin conocerle, tan solo tildarían de estafador. Dorothy McGuire, con su mágica dulzura, es esta vez la encantadora vecina que va haciendo parte del proceso por curiosas circunstancias. Y Burt Lancaster, como el agente del Servicio Secreto, demostrando que, no es siempre mediante la ley como puede hacerse justicia, porque a veces, el corazón es el único que consigue ser justo.

Si tú también tienes un corazón suficientemente grande, estoy convencido de que, “El CASO 880”, te sensibilizará profundamente.
Luis Guillermo Cardona
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7
4 de febrero de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ni siquiera sus nombres figuran en los títulos de crédito, y eran dos hombres de paz con una enorme voluntad, comprometidos en el arte de escribir historias donde se reivindicara la dignidad de los seres humanos, dentro de un mundo donde el maltrato, el atropello y el abuso son cosa de cada día. Michael Wilson y Paul Jarrico, el primero como guionista y el segundo como productor, habían ya reivindicado a la mujer en su bello y valiente filme, “Salt of the Earth” (1954); y ahora la novela, “Jovanka e le altre”, del prolífico escritor italiano Ugo Pirro (1920-2008), daba ocasión para que se unieran de nuevo -esta vez como guionistas ambos-, en la adaptación de otra historia centrada en recrear la manera como las buenas intenciones de las mujeres, son arrasadas, mancilladas y brutalmente transformadas por las acciones de tipos mala ley.

Jovanka, Ljuba, Daniza, Myra y Marja, son cinco mujeres yugoslavas que les toca vivir en aquel atroz momento histórico de la II Guerra Mundial, cuando los alemanes invaden su tierra, en 1941. Ellas no distinguen entre los buenos y los malos porque siempre se intimidan con los disparos y las granadas, provengan de donde provengan. Solamente tienen claro que odian la guerra y que lo que más quisieran ahora es sentirse amadas por un hombre sincero y tierno, no importa su nacionalidad.

En cualquier momento, las cinco atractivas mujeres confluyen en que, por diversas razones (amor, afán de proteger a alguien, debilidad, sobrevivencia, atracción física…) terminaron admitiendo la compañía de soldados alemanes… y esto las convierte en traidoras a la dignidad de su nación, y tras raparlas para dejarlas marcadas y humilladas, son entonces expulsadas de su pueblo.

¿Hasta dónde llega su falta? ¿Cómo sobrevivirán en un país azotado por la guerra? ¿Qué clase de destino las espera? Creo que vale la pena ver la suerte que corren estas valientes mujeres, y como van sufriendo ese brutal proceso de transformación al que, con frecuencia, conduce la guerra.

El director, Martin Ritt, uno de los grandes talentos del cine hollywoodense y un arraigado progresista, se ha visto obligado a realizar, <<CINCO MUJERES MARCADAS>>, en Europa, pues, también él –como Wilson y Jarrico- estaba siendo acosado por la caza de brujas estadounidense. Pero, aunque el filme luce presupuestalmente modesto, su calificado reparto (Silvana Mangano, Vera Miles, Barbara Bel Geddes, Van Heflin, Jeanne Moreau, Richard Basehart…); la “documental” fotografía de Giuseppe Rotunno; y la atractiva banda sonora de Angelo Francesco Lavagnino, favorecen una historia que aboga por la paz y la dignidad de la mujer.
Luis Guillermo Cardona
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