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España España · PALMA DE MALLORCA
Críticas de MILINKO
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
6
2 de mayo de 2009
55 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al contrario de lo que puedan pensar mis almas gemelas, este film de Sergio Leone me ha dejado más bien insatisfecho. Más allá de la magistral narración, la estética visual y la siempre inigualable interpretación del maestro De Niro, la película en cuestión me parece demasiada condecorada. En mi modesta opinión, no soy quién para dudar de la capacidad del director para retratar otro tipo de género como el western. Es más, confieso que es la primera película que he visto del tan afamado Leone. Pero sí creo estar en mi derecho de juzgar lo que veo. Y, después de contemplar "Erase una vez en América", lo único que me ha quedado claro es lo siguiente: no se puede meter todo en un mismo saco y darle la vuelta a aquéllo que, desde un principio, no admite giro alguno. Por ello, desde mi punto de vista, el crimen por el crimen no debería ser entendido nunca, con tintes de belleza-en el sentido más clásico-. Es decir, aplicar "géneros postizos" o inadecuados para algo tan insalvable como es el acto de asesinar de manera organizada y a conciencia, esto es, por la pura ostentación de la "voluntad de poder" a la que se refería Nietzsche, al final, lo único que hace es darnos una visión desnaturalizada de la esencia del crimen-decisión que, por ejemplo, Coppola no toma en el Padrino-.

Yo no digo que los mafiosos no puedan enamorarse, emborracharse, quererse entre sí, o llevar a cabo cualquier otro tipo de conducta humana. Sería muy ingenuo, por mi parte, decir que no son humanos. Ahora bien, de ahí a hacernos creer que, en el fondo, guardan una moral justa y de arrepentimiento con los demás, me parece algo descabellado e impensable a más no poder.

En cualquier caso, si me tuviese que quedar con algo, aparte de lo ya citado en las primeras líneas de esta crítica, destacaría la gran banda sonora fruto de la genialidad del italiano Ennio Morricone. Aunque, a mi gusto, creo que Leone la explota demasiado, al tiempo que la adecua a planos y momentos de la película cuya relación con la estética de la propia música es nula. Sobre este punto, habría que preguntarle al propio director si es ironía o algo premeditado con inteligencia para hacer llegar al espectador el mensaje primigenio, pregunta que, por otro lado, si fuese posible, me gustaría formularle, ya que, después de visionar la película dos veces todavía no tengo muy clara la intencionalidad real.

En conclusión, sólo me cabe volver a remarcar que "Érase una vez en América" representa la pomposidad o el pasteleo de algo tan crudo como el crimen organizado y no precisamente porque uno se harte, en los 225 minutos que dura el film, de ver sangre, sino por el enfoque casi vanguardista u ochentero-al estilo del todo vale-que Leone le da.
MILINKO
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9
10 de septiembre de 2008
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno siempre se pregunta ¿Cuál es el umbral que separa un problema emocional de una enfermedad mental?... Actualmente, no son pocas las personas que acuden al psicólogo y al psiquiatra para que "los ponga en su sitio" en caso de descontrol emocional o mental. Pero, la realidad es que esta última disyuntiva se convierte en problemática por culpa de lo extraño que pueda suponer una conducta determinada por parte de un sujeto (x).
El film "Lars y una hica de verdad" nos demuestra que si en las grandes urbes sustituyéramos el egoismo por la solidaridad habría menos enfermos en los manicomios y en las consultas médicas. El personaje de Lars encarna a la perfección el típico sujeto que por un trauma cualquiera no ha conseguido asimilar el rito de paso necesario capaz de dejar atrás lo nocivo de ese trauma. La razón de ello es que Lars sufre un bloqueo emocional al que muchos pondrían el nombre de enfermedad o enajenación mental. Pero, ¿Cómo puede un hombre estar enfermo mentalmente si realiza sus tareas cotidianas con normalidad, tiene sentimientos hacia los demás y razona correctamente? La razón, aunque díficil de ver, se halla en la "normalidad" del problema visible de Lars, a quien el exceso de soledad le ha provocado una confusión emocional que repercute en su manera de peribir la figura del ser amado dándole vida a lo que no tiene.
El director Gillespie, combina de un modo excepcional el dualismo Lars-pueblo, perfectamente intercambiable por el de problema emocional-normalidad. En este sentido, lo que el director intenta transmitirnos es que muchas de las conductas extravagantes de hoy en día son juzgadas despectivamente por su anormalidad lo que lleva a estigmatizarlas con la etiqueta "problema mental". En esta línea, Gillespie intenta decirnos que esas conductas extrañas encontrarían el camino de la emoción-y por tanto de la normalidad- si se tratase al enfermo en potencia como un no enfermo. Lars no necesita pastillas, ni un loquero, sino el respeto y el reconocimiento de un pueblo que, en lugar de darle la espalda, se inmiscuye al cien por cien en su pequeño trance de confusión. Es el reconocimiento de ese bloqueo emocional como algo normal por parte de los demás lo que a la postre impide que el protagonista se convierta en un adicto a los fármacos. Claro que, en toda esta terapia puesta en liza por el director, Lars no podría nunca alcanzar ese estatus de normalidad y por tanto ese tránsito hacia la autocuración si la acción no transcurriese en un pueblo. La pequeña comunidad en la que el protagonista vive, come, respira, trabaja, se emociona o se enamora, es crucial a la hora de ayudarle. Pues en una gran ciudad la escala de valores vela por la individualidad, con lo que la autocuración se vuelve más compleja.
En mi opinión, Gillespie, a través de Ryan Gosling, pone de manifiesto el eterno debate de la medicina mental, a saber: en muchos casos ¿ Qué hay enfermos o enfermedades?.
MILINKO
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9
20 de mayo de 2009
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces, dar con la tecla acertada en el ámbito político no es fácil. Cuando las ideas a defender pasan por el púlpito que sobre el terreno de la lógica ocupa el concepto de verdad, las controversias están a la orden del día. Desde un punto de vista lógico es evidente que, nadie dice la verdad o ad hoc todos tienen parte de verdad cuando se trata de reivindicar, defender o levantar una teoría del Estado.
Desde mi modesto punto punto de vista, la intención del director es dual: por un lado, aprovechando el contexto histórico desde donde se proyecta la obra, parece más que obvia la crítica a una mentalidad, la alemana prenazi, muy inepta y ruda. En concreto, lo que resulta realmente curioso es ver como una ciudad entera se paraliza aterrada por los actos de un único ser, gracias a la manipulación de las fuerzas de seguridad del Estado y de los políticos de turno.
La poca inteligencia e ineficacia de los poderosos convierte a los ciudadanos y a los medios de comunicación de Düsseldorf en carne de manipulación. Mientras los medios intentan sacar a la luz la verdad de los hechos-hay un asesino suelto que secuestra y mata niñas y las fuerzas de seguridad no son capaces de atraparlo- los políticos buscan desviar la atención a fin de que su inoperancia no se haga patente.
¿Es o no justo acabar con la vida de un asesino enfermo? o por el contrario, ¿se le debe ayudar a reintegrarse en la sociedad con una justa condena y una atención sanitaria continua?. Si estableciésemos un puente discursivo entre lo apuntado por Heïdegger en “Carta sobre el humanismo” y Remo Bodei, en su obra “Geometría de las pasiones”, veríamos el círculo vicioso arrastrado planteado por este dilema: porque, al fin y al cabo, la libertad humana se ve privada por los límites de la razón, al tiempo que ésta cae en las redes de las pasiones inherentes a la propia condición que nos define como seres superiores. Por ende, es imposible que el ser político triunfe por medio de la ética. La justicia no es más que una mera proyección poderosa. Por eso la doble moral maquiavélica triunfa. ´El pensamiento estratégico de ´el fin justifica los medios´ huye de cualquier visión ética.
En definitiva, condenar al asesino con su muerte es denigrante y loable al mismo tiempo. Pero no ayudarlo ni darle la posibilidad de cumplir una condena equitativa a su delito también. He aquí la gran tela de araña con la que se topa la razón humana al perseguir la inmaculada JUSTICIA utilizando como medio la penosa verdad de “su ser ahí”, esto es, tal y como la entendemos desde nuestro ranqueante sentido lógico, en otras palabras, como producto de un conjunto de intereses.
Por últmo, me gustaría rescatar el excelente manejo de la cámara del mariscal Lang. Es impresionante como introduce los distintos planos en una época tan parca en tecnología. El director, apoyándose en algunos registros del expresionismo alemán consigue despertar la emotividad y el dilema del espectador.
MILINKO
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