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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
20 de enero de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como tantísimos otros filmes de aventuras, ciencia ficción, comedia y algunos géneros más, “LA ÚLTIMA LEGIÓN” se concede toda suerte de licencias históricas, legendarias, fílmicas y narrativas, para recrear un entretenimiento gregario hasta la médula, pero contra todo, inevitablemente atractivo y divertido.

Pude verla en familia, la socializamos después, y confluímos en que se le abona una realización impecable, con acertados efectos especiales, una ambientación muy atractiva, una banda sonora altisonante y emotiva, y unas escenas de acción muy bien ejecutadas. Tiene también unos personajes simpáticos y apreciables como Ambrosimo, el poderoso mago que ejerce como guardián de la espada y defensor del nuevo César. Aurelio, el leal servidor dispuesto a garantizar la seguridad del joven Rómulo, emperador por derecho, pero destronado a la fuerza. Mira, la bella y valiente guerrera bizantina capaz de enfrentar a los más diestros combatientes… y dispuesta a medirse hasta con el mismo Aurelio. E incluso Rómulo, un chico con carácter que nos hace presentir que el poder va a estar en buenas manos.

La historia, libremente basada en la novela homónima de Valerio Massimo Manfredi, está ambientada en el año 476 y en ella veremos la caída de Roma en manos del bárbaro Odoacro, justo antes de la coronación de Romulo Augústulo, a quien dejará huérfano y convertirá en su prisionero. Pero, el nuevo heredero al trono ha despertado afectos, y hay quienes saben que el poder le pertenece irrevocablemente y que sabrá hacer buen uso de él para gloria de los romanos y de la humanidad.

El filme se mueve dentro de esa posición guerrera, característica de aquellos tiempos, pero progresista desde el sentir de sus personajes principales, cuyos criterios de amistad, lealtad, perseverancia y defensa de la justicia son tan fervientes y tan opuestos al afán imperialista, asesino y destructor de Odoacro y sus vasallos, como el bien será siempre del mal.

Con una larga experiencia como diseñador de arte y como director de episodios en conocidas series de televisión, Doug Lefler, debuta aquí en la dirección cinematográfica mostrando un bagaje técnico verdaderamente apreciable. Le queda, en próximos proyectos, abogar por una mayor búsqueda de originalidad y, es muy posible, que un día aparezca con algún filme realmente grande.
Luis Guillermo Cardona
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7
15 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gato negro se pasea en la noche por un parque… y pronto cruza muy cerca de las piernas de una furtiva pareja enamorada que se besa con ternura y con un deseo infinito de no separarse nunca. Este gato es premonitorio pues, enseguida sabremos que la atractiva chica, cuyo nombre es Ritzie, es la amiguita del célebre delincuente Jim Lang, mejor conocido como ”Thunderbolt” (Rayo) a quien persiguen por asalto y asesinato en 11 Estados norteamericanos.

El amor secreto de Ritzie, Bob Moran, es un joven empleado que, aunque conoce sus andanzas, no puede resistir a la chica. Pero, “Thunderbolt” la quiere para él a toda costa y entonces será ella misma quien, deseando ser honesta y llevar una vida normal, lo enterará del camino que siguen ahora sus sentimientos.

Comienza así un triángulo amoroso, complicado para los chicos y en el que, el experimentado delincuente, demostrará que maneja los hilos como “se le antoje”… sólo que también él tiene esa debilidad de la que huir es imposible. Y la de “Thunderbolt” son los perros. Y será uno de estos canes el que quizás le recuerde que en todo hombre, además de rabia y odio, hay también un corazón que, aunque por ciertos motivos lo olvidamos, sigue palpitando dentro, firme e incesantemente.

Con su habitual maestría en la dirección de actores y en esa capacidad para recrear personajes ambiguos que, de repente, nos acarician muy hondo con sus efluvios humanos, Josef von Sternberg recrea una nueva historia que nos recuerda en algo a su excelente filme de 1927, “La ley del hampa”, y que se convierte en otro alegato contra la pena de muerte al mostrar, la profunda sensibilidad que puede surgir del más frío corazón, cuando la vida le da la oportunidad de hacerlo.

“Thunderbolt” me recuerda a la flor del irupé, la preciosa planta acuática que nace en aguas estancadas y superficiales, la cual en el centro es roja -como teñida de sangre- y su parte externa se viste de acariciables pétalos blancos que la hacen lucir pura y contrastante.

George Bancroft, impone un gran encanto a su personaje (lo que le valdría la nominación al Oscar) y se convierte en el siempre apreciado tipo duro con corazón emplumado, que luego eternizaría Humphrey Bogart en su inmortal “Casablanca”. Y Fay Wray, la chica que pronto fascinaría al felpudo King Kong, es la mujer amada por dos hombres quien debe elegir entre la vida sencilla, vestida tan sólo de dignidad… o la existencia de abundancia y lujos, en medio del peligro y del miedo incesante.

“THUNDERBOLT” es otro acierto en la obra de un realizador al que tengo en la mayor estima.
Luis Guillermo Cardona
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8
8 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1981, el ahora famoso director Jorge Alí Triana, quien venía realizando un programa de televisión conocido como “Revivamos nuestra historia”, hizo una serie titulada “Bolívar, el hombre de las dificultades”, en la que contrató a Pedro Montoya para que representara al Libertador. Se contaba después, que el actor se tomó tan en serio su papel que, mucho antes de empezar a rodar, ya hablaba y actuaba como Simón Bolívar. Aunque Montoya –fallecido en el año 2004- siempre negó esto, hay varias anécdotas que confirman que cada tanto se le salía el Bolívar que llevaba dentro e incluso siguió vistiéndose como él ocasionalmente. Y fue mucha la gente que, en la calle y en diferentes sitios, lo trataba como si fuera el mismísimo Libertador. Por ejemplo, la escena del aeropuerto es fiel a la realidad.

Este suceso, sería la fuente que retomaría Triana para continuar la labor cinematográfica que ya había iniciado con “Edipo Alcalde”. Y el cuento parte de una novela que se está grabando con un actor llamado Santiago Miranda que representa a Bolívar, pero éste decide oponerse rotundamente a que el libertador termine fusilado, porque “eso no corresponde con la realidad de los hechos”. Entonces, la acción se desenvolverá en una entremezcla de realidad y ficción, "locura" y lucidez, "desvarío" y manipulación, que juegan como excelentes escudos para lanzar un gradual y largo discurso contra el maltrato al Libertador y la incompetencia de nuestra clase política para proseguir los ideales del hombre que soñó con ver a Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, convertidas para siempre en una sóla y fuerte república que se conocería como “La Gran Colombia”.

Resulta contundente el alegato de Santiago-Bolívar cuando, ante el presidente y otros dirigentes del país, exclama entre otras cosas:”Ustedes no hacen política, ustedes hacen teatro (…) Mi nombre ha sido utilizado para ponerle nombres a colegios mediocres, a hospitales que no sirven y a constituciones que no se aplican”.

Se lanzan dardos, se muestran las infames tragedias que afronta el país cada tanto, y el nuevo Bolívar, al que la gente del común acoge, la guerrilla decide secundar, y los militares temen dar de baja por el significado que podría tener para sus seguidores, se convierte en noticia para dejar sentado que, por más que se pretenda reducir al Libertador a frías estatuas en los parques, aún su ideario sigue vivo y hay quienes creen que, por nada del mundo, se puede dejar morir.

Jorge Alí Triana ha hecho un filme con significado.
Luis Guillermo Cardona
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6
5 de octubre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No escribo sobre esta película para recomendarla en lo más mínimo… bueno, podría servir a los estudiantes de cine, de primero o segundo nivel, para indicarles una serie de detalles que se deben evitar para poder avanzar en la realización de una buena película.

<<ESCLAVA DEL DESEO>>, la hizo un director muy reconocido en México, y no obstante que tenía ya en su historial unas ¡60 películas!, da la impresión de que ésta hubiera sido la primera, porque técnica y argumentalmente, y aún en el manejo actoral, se le ven claritos los pañales. Pero, no pretendo centrarme en señalar errores, porque he de confesar que me gustó volver a verla, ¡sí, sí!... y fue por una sola razón: LIBERTAD LEBLANC.

Esta muchacha, nacida en Argentina, rubia teñida como casi todas las grandes “rubias” del cine (Marilyn Monroe, Brigitte Bardot, Kim Novak…), me visitaba muy gratamente en los más cálidos sueños y se hizo merecedora de mi más profundo afecto en la adolescencia. La conocí siendo un inadaptado estudiante de secundaria, en tiempos de bolsillos flacos y los años todavía verdes. Los suyos fueron los primeros senos que conseguí ver en el cine y creo que los seguí viendo semanas enteras, uno en cada lado de mi frente y el resto de su cuerpo bien prendido de mi alma. La película aquella se llamaba, “La Flor de Irupé" (o La Flor Desnuda), y desde aquel día, al encontrar posters de sus nuevas películas en los cines de mi pueblo me hacía desearla con ansia hasta el día de su estreno. Aún no tenía la edad que se exigía para poder ver a la Leblanc en el celuloide, pero, mi estatura y mi buen trato a los porteros, me hacía parecer que la tenía… y así, pasaba impunemente a las funciones reservadas a los mayores de 21 años, cuando apenas tenía 16 o 17.

Recuerdo a, Libertad Leblanc, haciendo de Mara, Blondie, María, Renée, Carola, Gloria, Dora, Sandra, Laura, María la Pompadour… y algunos otros roles donde era ella, solamente ella, lo que importaba de cada película... y –apenas lo entendí muchos años después- era tan regular como actriz que apenas superaba a su compatriota, Isabel Sarli, en lo que a dotes histriónicas se refiere, pero, a diferencia de ésta, Libertad sumaba carácter, hacía lo que quería, era felinamente bella, y en sus papeles de víctima, sabía irradiar una ternura tan conmovedora que, al adolescente que la contemplaba en aquellos años, le molestaba con rabia profunda que la desnudaran, siendo capaz de dejar de lado el imborrable placer que le despertaban sus blancas y provocativas carnes.

Jamás pude conocerla, aunque, en cada festival de cine a los que asistía, años después, guardaba la esperanza de que de repente apareciera. Pero, ahora que he vuelto a verla en un DVD, siento que fue un encantador recuerdo y que, en buena manera, la Leblanc me reafirmó en ese gusto por las mujeres que ¡ya no me lo quita ni la misma muerte!
Luis Guillermo Cardona
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6
6 de septiembre de 2011
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto es lo que podría llamarse un western urbano con un estilo que, a todas luces, se asemeja a los spaghetti europeos de los años 60-70: El malo, un psicópata redondo, sin una sonrisa y sin hálito de bondad. Y el “bueno”, también malo, pero este sí con algún aliento en su corazoncito, pues desea el dinero para darle una mejor vida a Gloria y a su hija, sus dos fatigados amores. El resto: sudor, sangre, ambiciones desmesuradas, brujería, fugas y persecuciones, viles asesinatos… y todo lo que convierte este bello mundo en territorio de fango.

El filme tiene sus méritos: unas actuaciones convincentes y muy contenidas de Marlon Moreno como Víctor Peñaranda, el hombre que, contra todo riesgo, decide quedarse el dinero que pertenece a su patrón, y de Oscar Borda como Eusebio Benitez, el pistolero de la casi-eterna paciencia, a quien su jefe pone en manos de yerbas y conjuros que lo vuelvan loco. También convence Álvaro Rodríguez, como el insoportable Sierra, con un cinismo que, a ratos, hasta resulta divertido y matiza un poco la desesperada aventura.

Encuentro también loable la manera como se deja sentado el desmesurado control de las ciudades que alcanzaban los grupos delincuenciales ante la inoperancia y complicidad de las autoridades, pues lo que pasaba en Cali, como en Medellín, era de ese tono: los mafiosos hacían lo que les venía en gana, mataban a quien querían a la vista de todos y a plena luz del día, y la “justicia” se la aplicaban entre ellos mismos… la tarea de la policía se reducía a recoger “los muñecos”, como se llamaba a las víctimas.

Pero, creo que la película tiene dos grandes debilidades: Una, lugares y situaciones tan comunes que se vuelven fatigosos, y la otra, su guión que resulta insostenible: En la mafia, para alcanzar el status de capo, entre otras cosas, había que ser detallista, astuto y avizado, y “El Orejón”, es demasiado ingenuo y burdo para semejante cargo. ¿A quién se le ocurre comenzar a arruinarle la vida con brujería ¡precisamente al hombre encargado de vigilar y controlar al principal sospechoso!? Y claro, el negro se la pasa haciendo arcadas en el baño, atontado a toda hora… y el vigilado, con el diablo a su servicio, guarda y saca las cosas a sus anchas. ¿Cómo puede ser que el capo no haga una visita para examinar la habitación del hotelucho donde se hospeda Peñaranda? Y ¿cómo es que Benitez le da, luego la pista más exacta… y el desenchispado “Orejón”, y hasta él mismo, la ignoran por completo?

Un western a la colombiana, quizás más atractivo para aquellos que disfrutan de las venganzas tipo Franco Nero, Anthony Steffen o Gianni Garko.

Y bueno, al fin ¡¡¡¿Dónde está Adela?!!!
Luis Guillermo Cardona
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