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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
7
28 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el castillo Beaulieu, donde habita la marquesa de Langrune en compañía tan solo de su sirviente Firmin, se ha reunido ella con un grupo de amigos encabezados por Lord Beltham, un corredor de autos profesional quien ha venido a entregarle un millón de francos; Lady Beltham, una rubia de pocas palabras; un anciano sacerdote; una princesa de nombre Sonia Danidoff; el joven Charles Rambert; y el magistrado Jean-Marie Bonnet, quien presiente que la tenencia de aquel dinero en el castillo, atraerá la presencia del temible ladrón y asesino conocido como Fantomas.

El temor cunde… y siguiendo la vieja regla que asegura que “atraes aquello que mucho temes”, pronto el enmascarado y oscuro delincuente entrará en escena, iniciando así un interesante thriller que conllevará asesinatos, un buen número de sospechosos… y una intriga que llevará al inspector Paul Juve -archienemigo de Fantomas-, a querer de nuevo meterlo entre las rejas.

La película está basada en la primera novela “Fantomas” (1911), que sobre este famoso personaje escribieran los franceses Marcel Allain y Pierre Souvestre, convirtiéndolo de inmediato en uno de los más acogidos por los lectores de novelas criminales. Fueron 32 volúmenes escritos entre ambos, más otros once que escribió en solitario Allain tras la muerte de Souvestre, en 1914.

A su regreso a Europa en 1931 -hastiado de los sinsabores que habían comenzado a causarle los productores hollywoodenses, los cuales le retiraron de sus dos últimos trabajos cinematográficos (“Captain of the guard” y “King of jazz”)-, Pál Fejös no tardó en ser buscado por el productor Paul Brenberger -quien le admiraba profundamente ya que había visto sus filmes mudos-, y éste le propuso realizar en Francia esta versión de “FANTOMAS” que, ávido de trabajar, Fejös aceptó enseguida. Además, ya entendía algo de este género, pues años atrás había realizado “La última aventura de Arsenio Lupin” (1921) historia de otro ladrón de parecida fama en la literatura francesa.

Fue esta la primera versión sonora de “FANTOMAS”, con una intriga realmente bien manejada, una ambientación que no deja nada que desear en un filme de esta época, y superando sin duda en su dinámica los filmes que, sobre este enigmático personaje, se habían hecho hasta entonces.

El reparto incluye a Tania Fedor como la discreta y enigmática Lady Beltham; Thomy Bourdelle como el sagaz inspector Juve; Georges Rigaud representando a Rambert; y Gaston Modot (el recordado protagonista de “La edad de oro” de Luis Buñuel) como el intimidante Firmin. Y como Fantomas… al final del filme nos dirán quien es el actor que lo interpreta.

Surgen en el desarrollo de la trama, dos o tres preguntas para las que no pareciera haber una respuesta satisfactoria, pero con un tris de tolerancia podemos dejarlas de lado, y el filme entonces resulta muy simpático y se pasa un rato realmente entretenido.

¡Que tengan un feliz misterio!
Luis Guillermo Cardona
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7
25 de abril de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“BROADWAY” empezó como una producción teatral escrita por Philip Dunning y George Abbott, estrenada en 1926 en el Teatro Broadhurst de New York, donde superó las 600 presentaciones. La Universal se hizo entonces con los derechos para llevarla al cine, y la dirección le fue encargada al recién llegado, Pál Fejös, quien no había hecho en su vida un musical. Pero era éste un artista cabal y tenía un talento desbordante de creatividad, hasta el punto de que, viendo el estatismo con que se venían haciendo los musicales de entonces, él mismo se inventó una gigantesca grúa, con la que logró que la cámara pudiera girar por casi todos los ángulos del suntuoso escenario, dando a los bailes una perspectiva bastante innovadora. Desde entonces, la grúa de Fejös se usaría en filmes posteriores y los musicales aumentaron su calidad técnica y en consecuencia su público.

Pretendiendo ser aún más original, Fejös (americanizado como Paul Fejos) consigue que a su filme, el primer talkie de la Universal, le sea aprobada una escena de dos minutos en technicolor, para sorprender a los espectadores con la última canción… y “obligarlos“ a quedarse en la sala para ver tal curiosidad.

Con todo, a los espectadores de hoy ya nada de esto nos sorprende, y lo logrado en los aspectos técnicos con esta película, tan solo luce como una anécdota histórica. Lo que llama la atención es que, contra todo, el director húngaro no luce demasiado cómodo con el musical, género al que, como otras tantas personas, es probable que considerara bastante frívolo, y entonces se nota su intención de restarle importancia a las escenas de canto y baile (solo nos muestra fragmentos de cada número y a veces con tomas bastante distantes) y prefiere ahondar en la historia, con ese conflicto que padece un contrabandista luego de que asesina por la espalda a su rival Scar Edwards (Leslie Fenton) quien viene a reclamarle por un asunto de negocios.

En el caso, ocurrido entre bambalinas en el famoso Club Paradise, se verá involucrada una joven y linda bailarina llamada simplemente Pearl (la estupenda Evelyn Brent) quien parece ver con buenos ojos al encartado Steve Crandall (Robert Ellis), y a su lado, una ligera historia de amor tiene lugar entre la primera figura del espectáculo Roy Lane (Glenn Tryon a quien siempre recordaremos en “Soledad”) y otra bailarina de nombre Billie (Merna Kennedy quien debutara en “El Circo” de C. Chaplin). La trama resulta simpática, con unas cuantas grescas entre las bailarinas para mostrar que no eran precisamente angelitos los que salían al escenario, y con situaciones que nos proyectan de alguna forma a la celebrada “Gilda” (especialmente en la manera como se cierra la historia) y el filme se deja ver con agrado, pero sin que en ningún momento brille el encanto o la emotividad de las obras más personales del director húngaro.

A todas luces, y con todas sus luces de tungsteno, “BROADWAY” pasa tan solo como otro entretenimiento, de esos que siempre ha hecho Hollywood tan solo para sacarnos, durante un par de horas, de la no siempre dulce realidad.
Luis Guillermo Cardona
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7
27 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1934, se publicó en los EEUU una significativa novela, cuya historia se iniciaba en el año 1861, días previos al inicio de la Guerra Civil Norteamericana. La historia transcurría en la lujosa casona de una familia que tenía una plantación de algodón en la que servían decenas de esclavos, y la protagonista era una muchacha muy atractiva y caprichosa, acostumbrada a decidir lo que quería y lo que no quería. Ella sostiene un romance con un hombre al que intenta manipular cuanto puede, y cuando llega la guerra, dejará de verle durante algún tiempo, y en ese lapso, la muchacha y su familia sufrirán los rigores de un enfrentamiento en el que, los esclavistas habitantes del Sur, llevarán la peor parte.

Creerá usted, sin duda, que estamos hablando de “Lo que el viento se llevó”… pero no, esta obra, escrita por Margaret Mitchell, se publicó en 1936, dos años después de la que describimos arriba, que fue escrita por Stark Young (1881-1963) con el título “So red the rose”. Esta novela se venía vendiendo muy bien, y al año siguiente, fue llevada al cine por el director King Vidor con idéntico título y con un guión a cargo de su asiduo colaborador, Laurence Stallings, quien trabajó junto a Maxwell Anderson y Edwin Justus Mayer.

Vidor hace una interesante recreación de la historia, aunque por su condición de hombre liberal y profundamente respetuoso de los afrodescendientes (como lo demostró en su filme “¡Aleluya!”), luce un tanto encartado en su esfuerzo por establecer un punto de equilibrio entre el sur, zona de terratenientes y esclavistas (donde él mismo nació y donde estaba localizado Hollywood), y el norte, tierra de hombres de corazón sangrante, que luchaban por la libertad y por el cese definitivo de la esclavitud de la raza negra.

No obstante, Vidor aduce que, los Bedford, son una de aquellas pocas familias –que de seguro también las hubo- que daba buen trato a los esclavos… aunque es muy diciente que, Malcolm Bedford, el dueño de la plantación, no haga otra cosa que tomar licor sin mover un dedo… hasta que la historia le reclama subirse a un caballo. De otro lado, el director se sirve del personaje de Duncan (una suerte de alter ego) quien tiene un carácter pacifista, reconoce que tiene amigos en el norte a los que jamás atacaría, y de paso, odia la guerra porque su filosofía se resume en diez palabras: “Me gusta ver que todo crezca, no que se destruya”. Pero lo más llamativo, será la manera como las presiones de su enamorada y de las circunstancias, le irán llevando por un rumbo que jamás imaginaba.

Este choque de ideologías, aspiraciones y distintas visiones del mundo, da como resultado un filme que motiva necesarias reflexiones y que. al lado de la película de Victor Fleming -o mejor de David O’Selznick-, resulta más objetiva y cercana a la verdad histórica. De otro lado, Walter Connolly, como el amo Bedford, y Margaret Sullavan como la pasional Valette, consiguen darnos las mejores interpretaciones de un filme que, sutilmente, vuelve a decirnos que la guerra trae siempre consigo más desgracias que beneficios.

De extraña manera, cuando sale a la luz la película “Lo que el viento se llevó”, el libro de Young y el filme de Vidor, desaparecieron como por encanto (¿?)… y prácticamente, ya nadie se ocupó de ellos. Tan solo se hablaba (sin comparación alguna) de la superproducción que protagonizaran Clark Gable y Vivien Leigh, mientras que el libro de la señora Mitchell se vendía como el pan.

Pero ya usted sabe, la industria cinematográfica funciona de manera semejante a la clase política, y cuando haya que manipular la realidad o desaparecer tal o cual información, se hará hasta donde sea posible… Y si no, miren la copia de “LA ROSA DEL SUD” que circula ahora, parece rescatada de una caneca de basura. ¡Pero bien que vale la pena verla!

Título para Latinoamérica: “ROSA DE SANGRE”
Luis Guillermo Cardona
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10
20 de marzo de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Patricia es “el patito feo” de la familia Harrington. Siendo la mayor de dos hermanas, es la rechazada por mamá, la burlada por Grace su linda hermanita, y la ignorada por cada hombre que conoce porque, hasta ahora, ninguno se ha dado cuenta que ella tiene su personalidad y que es, además, bastante especial. El único que alienta la autoestima de Pat es papá, quien la ama incondicionalmente, la encuentra realmente linda, y está dispuesto a apoyarla cuando siente que se ha puesto en su contra el resto de la familia. Esto alienta a la muchacha, quien, entre tanto, se derrite por Tony Anderson el pretendiente que ahora tiene su hermana Grace, aunque él ni siquiera la determina.

Con este paisaje, bastante común en nuestra desdeñosa sociedad, comienza una de las mejores comedias que se hayan realizado en el Hollywood de los años 1920 ¡plena Edad de oro! sin hacer parte de los grandes comediantes de la época (Lloyd, Keaton, Chaplin…) y con una chica como protagonista, Marion Davies, que parecía solo encumbrada por el poder del imperio periodístico de William Randolph Hearst, pero que, en realidad, tenía mucho, pero mucho talento.

En, “LA QUE PAGA EL PATO”, la Davies es una comediante perfecta: Con un gran histrionismo, polifacética, gran imitadora, ágil y de recursivos movimientos, y con un encanto que te hace quererla y valorarla como se merece.

Extrañamente, obtuvo más éxito su segunda película junto al director King Vidor (“Show people”), pero yo creo que ésta es más redonda, mejor actuada por todos sus protagonistas… y con un guión (escrito por Agnes Christine Johnston basada en la obra de Barry Connors) absolutamente redondo, donde se recrea con eficacia una problemática social que afecta a muchísimas personas, especialmente mujeres, y con unas situaciones tan divertidas que hacen que las carcajadas estén aseguradas.

Acompañan a Marion Davies, nada menos que la peso pesado Marie Dressler (quien dos años después ganaría el Oscar por “Min and Bill”), haciendo de la madre excluyente que lo quiere todo para su pequeña. Dell Henderson (asociado por muchos años como actor y director de la compañía Sennett), es aquí el dulce padre que necesita encontrar el día en que se amarre los pantalones, porque la carreta la vienen arrastrando, a su pleno capricho, su mujer y su consentida Grace. Y Lawrence Gray, resulta inolvidable como el seductor y travieso camarero, logrando en la escena del restaurante uno de los momentos más jocosos de la película.

“LA QUE PAGA EL PATO” ratifica lo bien que King Vidor conseguía acomodarse a los diferentes géneros cinematográficos, logrando de tanto en tanto, obras con aroma a eternidad como esta magnífica comedia. Y Marion Davies, una mujer inteligente y emprendedora, se merece con esta actuación el calificativo de excelente comediante.

¡Ah! Y si deseas saber cómo enamorar al hombre que te tiene fascinada, Tony y Pat compartirán generosamente sus lecciones.
Luis Guillermo Cardona
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9
14 de febrero de 2014
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“No seas mentiroso. No debes ofender ni lastimar a nadie. No debes pelear sino hacer siempre lo correcto y entonces tendrás una vida satisfactoria (…) Los muertos vivirán de nuevo. Estarán otra vez aquí en el otoño o en la primavera (…) Baila cada seis semanas. Has una fiesta con baile donde haya comida para todos y luego báñense en el río. Eso es todo”.

Estas son palabras extractadas de, La Promesa de la Danza de los Espíritus, que el líder, Wovoka, legó a los indios Cheyennes a finales del siglo XIX.

También conocido como Jack Wilson, Wovoka (1858-1932), fue un chamán y líder religioso paiute, quien tras una visión que tuvo en 1880, fundó el milenarista movimiento, Ghostdance (La danza de los espíritus), hacia el cual se convirtieron el jefe cheyenne, Sitting Bull, y el líder sioux, Kicking Bear. Ellos creían que, practicando La danza de los espíritus reencontrarían a los búfalos, revivirían a los muertos, y se liberarían del tormento que les causaban los hombres blancos… y todo esto sucedía, pero, de una manera que, quizás, no sea fácil entender.

De todo esto, surgió probablemente la escena de baile que, observado por “Calcetines”, realiza en solitario el teniente John J. Dunbar; y de paso, la brillante idea de hacer que él fuera llamado, “El que baila con los lobos”, por los indios Sioux (curiosamente, la palabra baile se deriva del latín, baiulus, que significa, teniente). De una especial manera, el hecho de que tan solo un hombre blanco tome conciencia del gran valor que, como cultura y como seres humanos tienen los nativos, va a irradiar al mundo e irá dejando huella en uno y en otro corazón.

En tal sentido, el papel que han desempeñado, Michael Blake, con su especial novela y su brillante guion; Jim Wilson, como co-productor; y Kevin Costner, como co-productor, director y protagonista de esta admirable y honesta película, me merece los mayores aplausos, porque es de esta manera como, paso a paso, va entrando luz en los ojos y en el corazón de la humanidad... y nos vamos dando cuenta de que, lo que nos han contado como historia, en su mayor parte no ha sido más que una vulgar, manipuladora y reiterativa mentira.

Recomiendo ver la completa y excelente versión de 224 minutos, editada con el criterio de Kostner, porque ahora todo está puesto en el punto justo como debía estar; y ahora sí creo que la película se merecía no solo cinco Premios Oscar sino seis o siete, porque, Graham Greene como Kicking Bear y Rodney A. Grant como Wind in his air, estuvieron impecables.

Para terminar, quiero decir que encuentro muy encomiable y ejemplarizante, un magnífico gesto de humildad y de empatía, el hecho de que haya sido, Dunbar, quien se haya predispuesto a aprender el dialecto de los indios, sin pretender que ellos aprendieran el inglés. Esto es algo que están en mora de tomar en cuenta los presidentes estadounidenses que siempre han esperado ser entendidos, pero nunca se disponen a entender a los demás.

Título para Latinoamérica: <<DANZA CON LOBOS>>
Luis Guillermo Cardona
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