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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
6
24 de junio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tercera adaptación cinematográfica de la novela que, el naturalista, Émile Zola, publicara en 1868, contándonos una historia eterna que se repite día a día en la vida real y con la misma suerte de penosas consecuencias, dándonos evidencia plena -y lamentable- de lo poco que aprende el hombre de las experiencias ajenas.

¡No son más policías, ni más soldados, ni más fuerzas especiales, ni más represión lo que necesita este mundo para conseguir la paz! ¡Se necesita es justicia social y educación, educación y más educación!

Tristeza da ver a la adorable Thérèse y al ahora pintor, Laurent, dos seres que bien se merecían la felicidad, entrampados para siempre por una ligereza. A propósito, ¿si será un Artista, y Laurent bien que se merece este calificativo, el que pueda caer en semejante actitud?

El director, Charlie Stratton, procura, en buena parte, ser fiel a la exitosa novela (aunque, sus agregados y modificaciones no resultan particularmente afortunados), y toca aplaudir su eficaz dirección de actores, pues ha logrado de Elizabeth Olsen, Tom Felton, Oscar Isaac y, sobre todo, Jessica Lange, muy eficaces actuaciones.

El personaje de Thérèse Raquin, tiene aquí una envolvente belleza que, entremezclada con una fragilidad y una fortaleza a partes iguales, hace que su personalidad nos mantenga a la expectativa, y en ocasiones, sorprenda. Igual ocurre con los aspectos emocionales que van tomando forma en la madre de Camille y hasta en la inefable Susan, y así, el filme se sostiene muy eficazmente, manteniéndonos muy atentos a las siguientes decisiones de cada figura femenina.

Los hombres resultan más predecibles y, en consecuencia, menos interesantes, pero el conjunto, en general, funciona satisfactoriamente. Stratton falla, también, en que se vuelven algo reiterativas las escenas pasionales, pues nos ofrece tan pobres y tan comunes planos, que quedan oliendo a lo mismo de lo mismo. Así que, de erotismo, pocón, pocón, pese a contar con un talentoso director de fotografía (el alemán Florian Hoffmeister) y que, era éste, un aspecto que a Zola interesaba bastante. Y tampoco consigue la emocionalidad y el impacto que pudo tener el cierre de la historia, con lo que, la que pudo haber sido una muy atractiva película, se convierte en otra más que no logra la trascendencia… aunque deja un sabor a cine interesante por el eterno aroma que conserva la novela del escritor francés, más que por la labor del realizador estadounidense.

Y bien que queda probado que, en terrenos áridos difícilmente crecerán las flores.

Título para Latinoamérica: “En secreto”
Luis Guillermo Cardona
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8
8 de junio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
A comienzos de 1929, la sociedad estadounidense lucía contenta y orgullosa porque, en años recientes, una joven de 19 años, Gertrude Ederle, había cruzado a nado el Canal de la Mancha; Richard E. Byrd y Floyd Bennett triunfaron al realizar el primer vuelo sobre el polo norte; con la película The Jazz Singer, Hollywood había lanzado el cine sonoro; Charles Lindbergh llegó a París tras haber volado durante 33 horas a través del océano… Y por otras ‘particulares razones’, había mucha gente que también se sentía complacida ¬¬¬: Los legisladores de Oklahoma, habían suspendido y sancionado al gobernador demócrata Jack Walton, luego de que, éste, se propusiera cerrarle el cerco al infame Ku Klux Klan, movimiento de ultraderecha que venía cometiendo, un promedio de 2.500 azotes y golpizas al año, contra personas cuyo delito era haber nacido con la piel negra; los italianos, Sacco y Vanzetti, habían sido, por fin, ejecutados, tras sentenciarlos culpables de dos asesinatos… que no cometieron; y entre otras cosas, por decreto estatal, en Tennessee se aprobó que, en las instituciones educativas, no se volvería a decir jamás a los niños que los seres humanos provenimos de los monos… ¡eso podía llevar a pensar que algo de raza negra llevamos también los blancos en la sangre!

Pero, llegado diciembre de aquel mismo año 1929, todo se derrumbó en la, hasta entonces, erguida moral estadounidense, cuando los industriales, comerciantes y granjeros, vieran asentarse una de las más grandes crisis económicas de la historia…. Y de ñapa, a continuación, los mejores intelectuales verían surgir al oprobioso, infame y retardatario HUAC (Comité de Actividades Antinorteamericanas), el cual amargaría la vida a muchos de ellos.

En este momento histórico, los afrodescendientes que, desde mucho tiempo atrás, sufrían las mayores carencias del país, tuvieron que apretar varios centímetros más los lazos de sus pantalones, porque aumentaron los abusos contra ellos y la comida escaseó como nunca en sus humildes mesas.

Y es aquí, que transcurre la historia que, William H. Armstrong, contara en su novela “Sounder” (1969), la cual tiene mucho de verdadera, aunque surgió como inspiración tras haber conocido la historia de Argus, el perro que reconociera a Ulises, al verlo regresar tras su largo viaje de más de dos décadas.

Una vez más, es ese gran director llamado Martin Ritt, quien decide llevar esta emotiva y valiente historia de amor al cine, y así, “SOUNDER”, además de haber sido una galardonada novela, escrita por un hombre blanco, también sería una gran película, dirigida por otro hombre blanco. Un amor inmenso; una familia unida y perseverante en las peores crisis; una sociedad cuyas leyes sólo son implacables contra las minorías; y una esperanza que no puede perderse jamás, irán tejiendo una historia que nos llega al alma, porque se va a demostrar lo grande que, contra todo, es la especie humana.

¡Tira por la borda toda ideología!, ¡Niégate a seguir aceptando cualquier cosa que sigues por mera tradición familiar!, ¡Rechaza de plano toda creencia para la que no tengas una explicación satisfactoria! Y, desde ahora,¡Busca por ti mismo!, ¡Indaga, investiga, sal a recorrer tu país, y el mundo, si acaso puedes! ¡Sé definitivamente ecléctico! Y no olvides que, un criterio sólido y sustentable, hace que un hombre pueda sentirse ¡Verdaderamente Libre!

Namasté
Luis Guillermo Cardona
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9
30 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después de que, John Arthur Johnson, mejor conocido como Jack Johnson (apodado El Gigante de Galveston) se convirtiera en el primer afroamericano Campeón Mundial de los Pesos Pesados, (26-12-1908), al ver la manera como, posteriormente, dejaba en la lona a sus siguientes contrincantes, los más acérrimos y retardatarios racistas de los EEUU, comenzaron a considerar odioso (¿?) que un negro portara semejante título, y de inmediato comenzaron a buscar a un poderoso contrincante blanco a quien públicamente promocionaron como ‘La gran esperanza blanca’, con la esperanza de que le arrebatase la corona a Johnson y humillara a la que ellos consideraban una raza inferior. Hasta el New York Times, cacareó ‘con gran lujo de palabras’ para que esto se diera: “Si el negro gana, miles y miles de sus ignorantes hermanos malinterpretarán su victoria y se sentirán justificados para reclamar mucho más que la igualdad física con sus vecinos blancos”… Pero, el Gigante de Galveston, era un hueso duro de roer, y uno a uno, iban cayendo los llamados ‘esperanzas blancas’.

Sobre estos y otros hechos… y sobre el asedio… las injurias… las inculpaciones… y demás vejámenes que sufriera este hombre cuyos mayores ‘pecados’ fueron ser campeón mundial y enamorarse de mujeres blancas, trata la obra “The great white hope”, que escribiera Howard Sackler en 1967, con la cual ganaría el premio Pulitzer y luego el Tony durante sus 546 representaciones en Broadway.

James Earl Jones y Jane Alexander, también obtuvieron el premio Tony por su excelente representación en las tablas, y por derecho propio, serían los protagonistas cuando, el director Martin Ritt -con guion del propio Sackler-, llevó al cine esta dolorosa, profundamente humana y emotiva historia.

Ritt extrae lo más fuerte de sus personajes, los expone con su luz y su sombra, y deja poderosamente reflejado el absurdo e infame racismo que, por siglos, ha traído grandes manchas y terrible vergüenza a algunas de las naciones más pró$pera$ del mundo. Por otro lado, la historia sirve para exaltar la perseverancia, la tolerancia y la fe que muchos hombres deben demostrar a diario cuando se enfrentan con la sociedad que los rodea.

Cuando, Muhammad Ali, vio la película dijo: “Cambien a la mujer blanca por la religión y ahí tienen reflejada mi vida” … Y no solo él, probablemente todos los afrodescendientes que han llegado a ser campeones de pesos pesados en los EEUU, han sufrido los embates de quienes son incapaces de tolerar que, un hombre de piel negra, luzca ‘superior’ a los de piel blanca. De aquí también, la escasa difusión que, en los países ‘blancos’, ha tenido esta gran película.

La escena de cierre es magistral, dejando una sensación muy particular que cada uno sabrá definirla… pero que, me da la impresión de que no se parece en nada al triunfo.

“LA GRAN ESPERANZA BLANCA”, es otro filme para la perennidad, brillantemente dirigido por Martin Ritt.
Luis Guillermo Cardona
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8
24 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta donde se sabe, Don Juan, ese sevillano apuesto que se acostaba con cuanta mujer le hacía un lugar en su lecho y que vivía en líos por andar metiéndose con mujeres casadas, es un personaje ficticio convertido en leyenda, al cual muchos escritores asumieron como ocasión para contar aventuras picarescas. El primero, fue el español Tirso de Molina quien lo asumió como personaje de su comedia satírica “El burlador de Sevilla” (1630). Pero fue, curiosamente, el compositor Wolfgang Amadeus Mozart, quien lo hiciera mundialmente famoso cuando, con otro libreto del italiano Lorenzo Da Ponte (Las bodas de Figaro, Cosi fan tutte), el 29 de octubre de 1787, estrenara en el Teatro (Estatal) de Praga, su ópera “Il dissoluto punito ossia il Don Giovanni”, conocida luego como “Don Giovanni”.

Después, a partir de 1818, Lord Byron comenzaría a publicar sus dieciséis cantos titulados “Don Juan” (el último aparecería en 1824) y José Zorrilla publicaría, en 1844, su “Don Juan Tenorio”, con lo que, el controvertido personaje, adquirió la fama que lo convertiría, junto a Casanova, en símbolo del hombre seductor que fascinaba a las mujeres, mientras que los maridos tan sólo deseaban pasarlo por las armas. A todo esto, la pintura lo eternizaría en unos cuantos cuadros; diversos directores lo tomarían como motivo para un buen número de películas… y bueno, donjuán ya es una palabra aceptada para describir a cualquier asiduo seductor de mujeres.

El filme, “DON GIOVANNI”, surge tras el encuentro en Europa del director Joseph Losey con Rolf Liebermann (administrador de La Ópera de París) y con Lorin Maazel, el celebrado director de orquesta. El propósito fue común: Intentar la popularización de un género musical que, hasta entonces, estaba reservado a una élite. Para esto, había que sacar a la ópera de los tablados (se rodaría en el palacio de Vicenza, Italia); ponerla en un ambiente de gran belleza (el diseño de producción en exteriores es impecable); y darle un toque de modernidad y picardía que la hiciera atractiva a las nuevas generaciones. Para esto último, Losey incorpora colores que imitan la pintura de Masaccio, fondos al estilo de Correggio, y osa incluir algunos planos eróticos que se avienen perfectamente con lo que, Don Juan, sustrae comúnmente de la vida.

Con todo, y no obstante que el director se propuso eliminar y corregir lo que él consideró “torpezas del texto de Da Ponte”, la historia resulta bastante anclada en su tiempo; saturan los lamentos y los diálogos que rayan la cursilería; Don Giovanni sigue resultando un personaje puramente físico como en las viejas obras; y quizás por no atreverse a ‘profanar’ lo que para los puristas es intocable, algunas situaciones siguen resultando de una ingenuidad que pisotea cualquier lógica.

Perenne la majestuosa y emotiva música de Mozart; el vestuario es de alta costura; la construcción de imágenes de Losey, logra momentos de absoluta belleza… y oír a Ruggero Raimondi (Don Giovanni), a Kiri Te Kanawa (Doña Elvira), a Teresa Berganza (Zerlina) o a José Van Dam (Leporello), entre otros, es una exaltación del arte lírico que consigue complacer los sentidos más exigentes.

Aquí tuvo, Joseph Losey, su último relevante momento cinematográfico.
Luis Guillermo Cardona
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9
21 de mayo de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue, en 1939, cuando el dramaturgo alemán, Bertolt Brecht, publicó su obra, “Leben des Galilei” (La Vida de Galilei) en la cual se sirvió de la brillante, y muy difícil, historia del celebrado matemático, astrónomo y científico italiano Galileo Galilei, para hacer una asociación metafórica del represivo régimen nazi que había alcanzado el poder en la nación germana. Para Brecht, lo que había hecho la iglesia romana contra el hombre al que le debemos la balanza, la teoría heliocéntrica, el perfeccionamiento del telescopio y otras grandes teorías, se asemejaba bastante con el oscurantismo fanático de Hitler, quien exterminó o hizo marcharse del país a los más grandes hombres.

Traducida al inglés, en colaboración con Charles Laughton, la obra de Brecht sería estrenada en New York, con Joseph Losey como director y Laughton como Galileo, el 30 de junio de 1947… y, fue precisamente este montaje, el que dejaría suficientemente entusiasmado al productor, Dore Schary, quien no tardaría en proponer a Losey la dirección de su primera película... pero, habría que esperar en el paso del tiempo a que el 7 se ubicara antes del 4 para que, Losey con The American Film Theatre, pudiera realizar la brillante adaptación cinematográfica que, por fin, tenemos ocasión de ver.

La obra arranca en 1609, cuando Galilei, instructor de matemáticas en Padua, se esmera por demostrar las teorías de Copérnico… y es cuando el Fatum pone en sus manos el telescopio que patentara el alemán Hans Lippershey, el cual Galileo perfeccionó agregándole un lente refractor que aumentaba 30 veces la distancia visual del tubo óptico de Lippershey.

Incondicionalmente apoyado por Andrea Sarti, el hijo de su casera, a quien transmitirá muchos de sus conocimientos, el entusiasta astrónomo comienza a escribir y a publicar sus teorías, con las que despertará los comentarios más positivos de los hombres y las instituciones de ciencia, pero también hará roncha entre las más dogmáticas autoridades eclesiásticas, cuyo Santo (¿?) Oficio ejercía, por entonces, sus abominables ejercicios.

Lo que sigue, hace ya parte de los momentos más sombríos y deplorables que ha padecido la historia de la humanidad y Losey va a recrearlo sin sensacionalismo alguno, pero con una objetividad que no tiene pelos en la lengua ni siquiera al momento de dejar, bien claro, el papel asumido por el astrónomo en este particular insuceso.

Como suele hacerlo con todos sus personajes, a los que Losey da siempre los mejores argumentos, también Galileo tendrá los suyos, y al final, quizás comprendamos que “las desgracias sólo son errores de cálculo”, pero que la obra de un hombre será siempre su obra y se sostendrá en la historia por su propio peso.

Un muy selecto reparto, incluye nombres como Topol, Colin Blakely, John Gielgud, Michael Lonsdale, Georgia Brown, Tom Conti y Michael Gough, gente que ha dignificado las tablas y el cine con sus profesionales apariciones.

<<GALILEO>>, es otro notable acierto de ese gran director que fuera Joseph Losey, quien, en carne propia también había padecido los vejámenes de una obtusa censura: la de la HUAC.
Luis Guillermo Cardona
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