"Octubre" es una película monumental en las formas y panfletaria en el contenido. Quien paga, manda... Eisenstein hace un despliegue de recursos y traslada a la pantalla su versión de un episodio fundamental en la Historia. Si alguien quisiera hacer un curso rápido sobre el cine soviético en los años 1920-30, posiblemente le bastaria con ver esta película, porque condensa todos sus elementos característicos: un relato colectivo en el que la protagonista es toda una clase social; encuadres oblicuos: contraste entre tomas generales y primerísimos planos... Y montaje, mucho montaje.

Eisenstein (re)crea su película en la sala de posproducción, contraponiendo planos y manifestando su propia postura a través de metáforas, símbolos y asociaciones de ideas. Su forma de contar la trama rompe con los cánones tradicionales. El director salta de un lugar a otro a su antojo y moldea el tiempo a su propia conveniencia, alargándolo o acortándolo según le parece oportuno. El dinamismo de la acción se obtiene no sólo mediante los movimientos de los personajes o de la cámara, sino también por la sucesión rápida de imágenes entrelazadas. Con todo ello, "Octubre" continúa suponiendo un autentico bombardeo, incluso para el espectador de hoy, casi 100 años después de su estreno. Hay que sentarse en la pantalla, tomárselo con calma, y disfrutar.

Lo peor, para mí, es que tanto recorte y manipulación tras el rodaje, en buena parte impuesto por las autoridades governantes en aquella incipiente URSS, hacen que al final al conjunto le falte coherencia. Al parecer la duración del film obedeció a imposiciones posteriores, y no a lo que Eisenstein tenia previsto en un principio. Y ello por no hablar de los personajes que tuvieron que "desaparecer". Durante el tramo central de la película la acción apenas avanza, con lo que buena parte del film parece una pesada sucesión de imágenes dirigidas únicamente a aleccionar, sin más.

Lo mejor, y lo que hará siempre de "Octubre" una película memorable, la potencia de algunas imágenes, que a día de hoy estremecen con la misma fuerza y emotividad que cuando fueron rodadas. Sin ser original, me quedo con la del caballo blanco sobre el puente, por su belleza y carga simbólica. Y, bueno, también merecen destacarse ciertos detalles que muestran una posición de Eisenstein no tan alineada con los planteamientos del poder, y que ya apunta la evolución que el cine de este director tendrá en el futuro.

Como peli de terror, esta nueva entrega de "Insidious" tiene poco que añadir a lo ya visto. Una buena factura visual, correctos efectos especiales, y poco más. Trama más o menos enredada y desenlace facilón y decepcionante. O sea, lo propio de muchos films de terror. Lo que perjudica especialmente a esta película es el lastre de un sentido del humor chabacano y ramplón (el que deriva de los personajes de los colaboradores frikis de la protagonista, con menos gracia que yo) y de un sentimentalismo sensiblero propio del peor telefilm televisivo (reencuentro entre los hermanos). Una mezcla de estilos chapucera y con ingredientes de poca calidad. Por sus concesiones injustificadas, no creo que esta película agrade especialmente a los incondicionales del género de terror... Pero tampoco creo que recursos tan facilones puedan servir para atraer a público nuevo. En definitiva, una película errática y fallida.

Una comedia abrasadora y corrosiva, hecha por George Clooney pero con el sello y las referencias claras de los hermanos Coen. La historia se narra a partir de unos escenarios cuasi-idílicos del sueño americano de los años 50, con la generalización de la televisión, la carrera espacial y las casas unifamilares con jardín. Ese escenario de luz clara y colores vivos esconde una realidad más sórdida y nocturna, que va aflorando a medida que avanza el metraje. Partitura divertida e irónica de Desplat, que se ajusta como un guante a la trama. Al final, Clooney parece querer canalizar la irreverencia típica de los Coen, dirigida normalmente a cuestionar los comportamientos humanos, para centrar sus criticas a la América de Trump. Matt Damon y Julianne Moore están correctos en unos papeles más complicados de lo que pueden parecer. En definitiva, una estimable película.

"The boy" parte de una premisa absurda y surrealista. Una joven recibe el encargo de hacer de canguro de un muñeco. Y le pagarán una buena pasta por ello. Sin embargo, la correcta ambientación y la buena interpretación de la protagonista sirven para despertar el interés la curiosidad de cualquiera. Durante la primera mitad del film, se produce un crescendo muy bien desarrollado, y el espectador queda atrapado entre el suspense y el desconcierto. El problema es el que se produce en muchísimas películas de terror. El guionista no sabe cómo salir del atolladero que él mismo ha creado, y la resolución de la historia, que por predecible muchos habrían descartado, produce una total decepción. Una vez desvelada la intriga, uno puede ver que la historia es muy endeble, tiene demasiados agujeros. El argumento no se sostiene. Y entonces uno queda con la sensación de que, efectivamente, todo era muy absurdo.

Jim Jarmusch presenta con “Down by Law” la historia de tres seres muy diferentes entre sí, que no tienen más puntos en común que el desarraigo en el que viven y la casualidad que les lleva a compartir celda. Los protagonistas representan tres relatos que parecen resistirse a converger. Sólo el personaje de Benigni parece preocuparse de servir de “pegamento”, pero también va por libre.

A pesar de la dureza del blanco y negro y del automatismo de la cámara (estática en la mayoría de ocasiones, pero con larguísimos e inabarcables movimientos en otras), el director crea un tono de diálogos deslavazados y escenas intrascendentes, e intenta mantener a los protagonistas lejos del alcance del espectador. Entre lo patético y lo absurdo de las situaciones, cualquier ejercicio de empatía se hace casi imposible. Los ambientes se presentan siempre de manera muy esquemática. La economía de medios se traduce en un lenguaje parco desde un punto descriptivo y narrativo, aunque sin renunciar nunca al sentido del humor. El espectador no necesita más que apenas unos trazos para seguir con interés una historia en la que parece que no pasan demasiadas cosas. Me llama la atención que una trama con tintes de cine negro se relate con tanta distancia. Jarmusch desmenuza el argumento y nos los cuenta a partir de una sucesión de momentos intrascendentes, que son los que nos sirven para componer un rompecabezas imposible. “Bajo el peso de la ley” es una película basada en enormes elipsis y en una concatenación de momentos irrelevantes. Con ello, ésta es en realidad una historia de escapismo e inconformismo. Todos los personajes están en plena huida desde el primer momento. Es como si Jarmusch se estuviese riendo de sí mismo.