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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
6
11 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante una entrevista realizada en Europa, Joseph Losey, dijo: “Ver el mal, advertir que existe y no hacer nada para combatirlo, es una manera de aceptarlo, de convertirse en su cómplice” (1). De esta manera, el director estadounidense, radicado entonces en Inglaterra para evitar el asedio del burdo y deplorable HUAC (Comité de actividades antiamericanas), estaba haciendo público uno de los objetivos esenciales de su cine que, él mismo, definiría como “una exaltación de la realidad desnudándola y depurándola a fin de ennoblecerla”.

En principio, hacer cine en Gran Bretaña no fue para Losey nada fácil, y cuando la Hammer, en cabeza del productor Michael Carreras, le entregó el guion que, Evan Jones, había escrito basado en la novela “Los niños de la luz” de H.L. Lawrence para que lo dirigiera, se sintió un tanto confundido, pues, la ciencia ficción no era de los temas que más lo apasionaran. Por esto, su película luce claramente como dividida en dos: Una primera parte, donde con soltura y comodidad él hace un buen espacio para el choque entre una pandilla que lidera un muchacho huérfano llamado King y un ex-asesor en seguros, Simon Wells, quien, desde que llega al puerto de Weymouth, se muestra interesado en la bella hermana del motociclista.

Aquí, la situación apunta a recrear un problema sociológico, donde la apatía del Estado, la violencia juvenil, el incesto y la prostitución a temprana edad, entran como asuntos que merecen la más seria atención, y Losey, luce muy desenvuelto en la planeación de tomas al aire libre, quedando nosotros preparados para el disfrute de un filme impactante y emotivo. Pero los productores esperaban que el director se ajustase a las líneas del guion… y es entonces que Losey se siente como pez en un pantano, cuando le toca contar el cuento de los niños cobaya con los que un oficial del gobierno experimenta, en aras de ‘encontrar la clave que permita a los ingleses sobrevivir en caso de una guerra nuclear’.

En este punto, surgen curiosas ideas: Al nombre King (Rey) del líder pandillero, se suma que los niños prisioneros (9 en total, como el número de miembros de la banda), llevan nombres de reyes y reinas de la historia de Inglaterra (Victoria, Elizabeth, Anne, Mary, Richard, Henry…) y ¡ya veremos la asociación que se dará entre el uno y los otros! Los niños estarán fríos como muertos, pero siguen vivos, y la tecnología que se usa con ellos luce ahora bastante rezagada, con lo que, el filme pierde gracia, y en este segmento, apenas luce como un episodio de “Perdidos en el espacio”.

Se pretendía con esto, hacer una denuncia de los peligros de la carrera nuclear, pero lo inocente del cuento y la austeridad con que fue realizado no logran cometido alguno.

MacDonald Carey, acostumbrado a los roles de buenazo, es una vez más el hombre que busca salvar a los más débiles. Oliver Reed, es el joven inadaptado que juega a ser malo mientras cuida que nadie se sobrepase con su hermanita. Y la preciosa, Shirley Anne Field, llena la pantalla en cada plano que se le brinda y además nos ofrece un espontáneo y fresco plano erótico que de seguro sorprendió al director, a su partenaire ¡y a ella misma!, en el momento en que recibe el primer beso. Sólo ahora, en la versión restaurada para DVD, podemos verla, porque, durante el estreno –dos años después de su realización- el filme fue cortado de 96 a 87 minutos y en algunos países a 80.

(Aquí citaré parte del desenlace) En la escena cumbre, Losey quería que la escultora Freya Neilson (Viveca Lindfors), muriera acribillada desde un helicóptero militar, pero una vez más intervino la censura y se insertó un plano con menos implicaciones.

No creo pues, que Losey haya quedado a gusto con lo que hizo (y le hicieron), y nosotros solo quedamos con el recuerdo de las imágenes iniciales donde se puede visionar el talento de un verdadero artista.

(1) Il cinema dei maestri. Gian Luigi Rondi

Título para Latinoamérica: “EL GERMEN DE LAS BESTIAS”.
Luis Guillermo Cardona
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8
6 de mayo de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Compson, eran una de las familias más prestantes de Mississippi… pero ¡estos son ya tiempos pasados! Aunque siguen viviendo en la lujosa casona donde mucha gente les visitaba, ahora éste espacio luce opaco y descuidado como si, por años, nadie le hubiese puesto una mano; y ya nadie les visita, pues, pareciera que hubiesen pasado cosas que llevaron a que, los Compson, hoy no sean los mismos de antes.

Recio, respetado y quizás temido, Jason Compson, es quien lleva ahora la rienda de la casa y quien persiste para que la joven, Quentin, se siga formando y se convierta en una mujer respetable ya que, el resto de la familia, deja, ahora, mucho que desear. Pero, Quentin no es chica fácil de manejar y parecida en algo a la madre que le abandonara desde muy niña, lucha también por ser dueña de su vida y por experimentar todo lo que, hasta ahora, siente que se le deniega.

<<EL RUIDO Y LA FURIA>>, es otra de las películas de, Martin Ritt, que se muestran como perfecto reflejo de una clase social que, a fuerza de ampulosidad y de preservar, a como dé lugar, su “superioridad” -a veces en entornos harto descompensados-, de pronto se siente castigada por el implacable destino como retribución por los pasados excesos. Sin embargo, en el director hay una fuerte benevolencia, predisponiéndose a extraer lo que de bueno cada quien preserva y no pesa, en ningún momento de la historia, interés alguno de juzgar o condenar por las improcedencias cometidas. Ritt, muestra hechos de ahora, ve a la gente como es hoy día y se esmera por recrear a seres humanos dignos de toda consideración, y a algunos incluso, los va descubriendo y decantando con un valor inmenso digno de admiración.

El premio Nobel de Literatura, William Faulkner, publicó su celebrada novela, “The Sound and the Fury”, en 1929, y una vez más, centró su historia en ese ambiente del sur de los Estados Unidos de Norteamérica, al que conocía de palmo a palmo; y como hecho novedoso, hizo que luciera narrada, alternativamente, por los cuatro principales miembros de la familia. Irving Ravetch y Harriet Frank Jr., fueron, una vez más, los encargados de trasladar la novela a guion cinematográfico... y el resultado es harto satisfactorio, no obstante las modificaciones que se hicieron necesaria o deliberadamente.

Yul Brynner, resulta de nuevo imponente como Jason Compson, mostrándose muy lentamente como el sol del amanecer, y pasando de la oscuridad a la luz para reivindicar la necesidad del conocimiento como requisito previo antes de emitir juicio alguno. Como la adolescente Quentin, Joanne Woodward logra hacerse creíble, bordando un interesante carácter de mujer dispuesta a luchar por su independencia y libertad; y entre otros, Margaret Leighton consigue una más de sus afortunadas interpretaciones, recreando a Caddy Compson, la madre con serias aspiraciones de redimirse.

<<EL RUIDO Y LA FURIA>>, es otro notable acierto en la filmografía de uno de los más brillantes directores americanos.
Luis Guillermo Cardona
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8
21 de abril de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El médico es memoria. –Dice, el instructor Aarons a sus alumnos, durante una clase presencial y añade- Los supervivientes de este curso serán los únicos miembros de la sociedad moderna que tendrán el privilegio de matar con impunidad absoluta”.

Verdad de a puño de la que oímos hablar con cierta frecuencia, pero, que muchas veces se calla porque es harto difícil poder demostrar casos puntuales en los que, lo que se dice, muy probablemente sea cierto. Sin embargo, contra todo lo que suele causar tantos males en esta profesión (desconocimiento, negligencia, anclaje paradigmático, presunción, irresponsabilidad…), también existen médicos cuya ética y responsabilidad se suman a un conocimiento que trasciende sensiblemente la estrecha academia y que, con cada paciente, aplican por igual cerebro y corazón, lo que les permite granjearse el afecto y el respeto de colegas y usuarios.

<<NO SERÁS UN EXTRAÑO>> (título que podría aludir por igual a la relación del hombre con su esposa o a la del médico con su paciente), es el afortunado debut como director del reconocido productor, Stanley Kramer (The Men, Death of a Salesman, High Noon…), quien siente aquí la necesidad de mostrar las dos caras de una controvertida profesión que, inevitable y poderosamente, afecta al resto de la humanidad.

Mezcla de drama y de comedia, con igual tino en ambas pretensiones, la película empieza contando las vicisitudes de tres estudiantes de medicina, cuya amistad les ayuda a sobrellevar las dificultades que se avienen en el proceso. Sobre todo, para Lucas Marsh, su padre alcohólico hace que las dificultades económicas dificulten su permanencia en la universidad siendo, quizás él, uno de los que más vocación tienen por la medicina.

Es, entonces, cuando tiene lugar una relación de pareja de aquellas en las que, la mujer es infeliz porque se casó queriendo sin ser querida, y el hombre… ¡también es infeliz porque aceptó la relación por dinero y por aprecio, pero no por amor! Y cuando uno tiene lo que no desea o lo que no se merece a plenitud, siempre está en camino la posibilidad de abandonarlo o de perderlo, según sea el caso.

Robert Mitchum (Lucas Marsh), tiene aquí una de esas sólidas actuaciones con apariencia de tipo duro, y así lo es con su padre, lo que motivará que un día éste le diga: “No vas a ser un buen médico, porque no basta con tener cerebro… hay que tener corazón”. Pero, los precisos matices que Kramer nos va descubriendo en este personaje, quizás nos permitan encontrar en él a un médico y a un hombre de gran valía. Para hacer de su esposa Kristina, se contrató a Olivia de Havilland, a quien se tiñó de un rubio que la empalidecía, pues, se buscaba que luciera menos atractiva de lo que siempre fue. Frank Sinatra (Alfred) y Lee Marvin (Brundage), los condiscípulos de Luke, lucen como él bastante mayorcitos, pero, esto podemos justificarlo asumiéndolos como estudiantes de decisiones tardías que, precisamente, por esto se juntaron.

El hospital que veremos (recreado completamente en Estudio) resulta ahora bastante insalubre, ya que varias reglas ahora vigentes se saltan impunemente, pero, lo trascendental que es el carácter de los médicos y demás personajes centrales, está brillantemente recreado y hasta se cuela alguna efectiva metáfora, como aquella de los caballos cuando se produce el fogoso encuentro entre el médico y la viuda.

No hay duda de que, Stanley Kramer, tuvo aquí un auspicioso debut.
Luis Guillermo Cardona
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7
14 de abril de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando apenas contaba dos años, al haber quedado huérfana de madre, “una indígena de gran belleza”, Thérèse Degans fue dejada por su padre -un capitán de la marina- a cargo de una tía, pues él no sabía qué hacer con ella. La tía la recibió encantada… y apenas cumplió los 16 años, la animó a casarse con su hijo Camille, un muchacho achacoso, fastidiado con los excesivos mimos de su madre, poco emprendedor y “sin más ambición que su propio bienestar”. Pero, Thérèse sigue soñando con un hombre guapo y viril con el que pueda encontrar la felicidad… y la complaciente existencia lo pondrá en su camino cuando, un día, a casa llega Camille en compañía de Laurent, un compañero y amigo de colegio a quien no veía desde entonces. La atracción entre Thérèse y Laurent es inmediata… y así comienza la que fuera la cuarta novela de ese gran escritor francés llamado Émile Zola (1840-1902), publicada, con muy buena acogida, en el año 1868 y a la que él mismo definiría, muy ajustadamente, como “un gran estudio psicológico y fisiológico”.

En esta segunda adaptación cinematográfica (la primera la hizo Jacques Feyder en 1928), el director Marcel Carné -quien escribiera el guión junto a Charles Spaak-, se toma las libertades necesarias a la producción, y para dar a la película su personal estilo, presenta diversas variables argumentales, preservando, solo en parte, el hilo argumental de la obra de Zola y prescindiendo de los muchos elementos psicológicos que afectan a la pareja protagonista, dejados casi al margen en detrimento de la profundidad moral que posee la historia original a la que Zola convierte en un valioso estudio sobre las consecuencias del crimen. No obstante, Carné logra una suerte de film noir que atrapa irremediablemente, aunque sin duda se sirvió de situaciones recreadas en “Chantaje” (1929) de Alfred Hitchcock y en “El cartero siempre llama dos veces” (1946) de Tay Garnett.

El agregado del exsoldado oportunista, aunque menos interesante que en la citada película de Hitchcock, fortalece los elementos sorpresa de la nueva historia, con lo que, los muchos lectores que tuvo (y seguirá teniendo) la novela, al ver el filme, de seguro sintieron (y sentirán) que estaban más ante un filme de Carné –lo que no es para nada desdeñable- que ante una recreación de la ya clásica obra de Émile Zola.

Simone Signoret (Thérèse Raquin) consigue una atractiva actuación logrando lucir muy contenida en sus perceptiblemente fuertes sentimientos, y antes que cualquier otra cosa, su personaje despierta una especial consideración. Y como Laurent, el hombre que la ama desde que viera, frente a frente, sus expresivos ojos, Raf Vallone desborda carisma y resulta muy convincente como el camionero que quiere tener al ser que ama, cuéstele lo que le cueste.

Con “TERESA RAQUIN”, no está Carné a la altura de sus grandes clásicos de décadas anteriores, pero es un hecho que ésta es la suerte de filme que vale siempre la pena ver… y claro, no puedo evitar decirlo, la novela de Zola es imprescindible.
Luis Guillermo Cardona
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6
12 de abril de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los hombres que luchó junto a Juana de Arco en la llamada Guerra de los Cien años, era un noble bretón llamado Gilles de Rais. Este personaje, había amasado una enorme fortuna y pronto se descubriría que, sirviéndose de ella, hacía parte de una corte de brujos adoradores del diablo, con quienes había cometido toda suerte de atrocidades contra niños y niñas de la vieja Francia. Curiosamente, de Rais era un profundo admirador de las artes, y era capaz de llegar al éxtasis escuchando cantos gregorianos. También su pasión por la música lo animaba a contratar, por costoso que resultara, a cualquier cantante cuya voz oyera y lo dejara fascinado. Pero, tras haber confesado aberrantes crímenes que superaban los doscientos, fue condenado por asesinato, herejía y sodomía, y luego llevado a la horca.

Este personaje, fue el que el escritor francés, Charles Perrault, admitió como su inspiración para el cuento “Barbe bleu” (Barba azul) que escribiera en 1697… pero, contra esta aseveración, me atrevería a decir que fue la excusa perfecta del autor para eludir que, en realidad, a quien básicamente aludía en su obra, era al deplorable rey Henry VIII de Inglaterra, el cual, de manera non sancta, se deshizo de sus esposas.

Motivo de óperas, obras teatrales, variaciones noveladas… y unas cuantas películas, la historia de Barba Azul fue adaptada de nuevo por el director Edward Dmytryk, con un guion escrito junto a los italianos Ennio de Concini y María Pía Fusco. Contada en un claro tono de humor negro, en el que se alcanzan a adivinar apuntes tan creativos como la manera particular y simbólica con la que Barba Azul se deshace de sus mujeres (La cantante, cercenada la garganta; las lesbianas, clavadas…) o esa sutil manera como Anna -haciendo de Sherezada a la inversa- hace hablar a su marido para evitar que la mate ganando tiempo, pudieron aun ser mucho más eficaces, si Dmytryk no hubiera caído en la trampa del famoso ramillete de estrellas (Raquel Welch, Virna Lisi, Joey Heatherton, Marilú Tolo, Nathalie Delon, Agostina Belli…) a quienes se permitió mostrar un tanto sexys, artificio que de por sí, debe haber atraído a gran parte del público.

El segundo gran error, fue haber puesto como Barba Azul a un actor que, entonces, se hallaba notablemente desgastado y sin ningún sentido del humor como Richard Burton. Después, y aunque era indudablemente preciosa, Joey Heatherton tenía muy pocas dotes de actriz y la prueba es que su belleza no le bastó para forjar una sólida carrera. Tampoco Dmytryk era ningún especializado en la comedia y le faltó pulso para lograr encanto en algunas escenas que daban para mucho más. ¡¿Qué tal, por ejemplo, la manera como desaprovecha el momento en que, la insensible Caroline, observa a la niñera peinando a la madre del barón von Sepper?!

La música de Ennio Morricone, aunque tiene uno o quizás dos temas interesantes, tampoco consiguió aflorar su más alta inspiración y mejor está la ambientación donde cada set ha sido pensado para complementar lo que sucede.

Con todo, la historia no cala de manera suficiente; el director, en su agónico tiempo creativo, no consigue cogerle el pulso a lo que es una verdadera comedia de humor negro… y solo ese puñado de bellezas que circulan por la escena, hace visionable una historia que, en definitiva, no deja mayores huellas… ¡y ojo muchachas, porque aquí se hace una especie de decálogo sobre la clase de mujeres que, a los hombres más impulsivos e intolerantes, les despierta el instinto de matar!
Luis Guillermo Cardona
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