Entré al cine con las reservas generadas por un director que nunca me ha llegado a convencer del todo y más, en este tipo de películas que tira de melancolía y llanto. Cuando salí de la sala de cine, no me quedaba ninguna duda que había asistido a dos horas sin mucho aliciente.

Foster vuelve a las andadas buscando la lágrima fácil (y puedo dar fe de ello ya que mi novia se pasó llorando media película), intentando forzar escenas melodramáticas que además de todo, son inverosímiles. No me creo nada de lo que pasa en “Cometas en el cielo” y no es que busque exactitud o verosimilitud en una sala de cine, busco que lo que me cuenten pueda pasar (por lo menos en este tipo de género). Busco que las escenas estén rodadas con sensibilidad, no con sensiblería. Y Foster no tiene ni puta idea de eso o al menos no lo demuestra aquí por lo que empiezo a pensar que este director sólo es competente cuando detrás hay un buen guión (¡ay, cuantos directores de estos abundan hoy en día para desgracia nuestra!).

Adaptar un libro no viene de copiar, viene de adaptar un arte a otro. Eso requiere cambios para que la adaptación funcione. Como no me he leído el libro no puedo opinar mucho sobre esta adaptación, pero puedo opinar que esta historia no funciona en pantalla. Sólo funciona la primera media hora, luego se desparrama en llantos, en absurdos clichés de países subdesarrollados y en increíbles y forzadas situaciones. La parte final es la que más tira de esas situaciones que rayan lo abstracto.

Lo mejor que posee “Cometas en el cielo” es una lograda fotografía de Roberto Schaefer. Algo detrás, queda la banda sonora de Alberto Iglesias, que aunque está bien no es meritoria de tantos elogios. Iglesias, es el mejor compositor de música para cine que tenemos en este país y uno de los mejores de todo el mundo, y ha hecho muchísimas composiciones más elaboradas y adecuadas que esta.

Cuando lo más entretenido de esta película son las batallas de cometas, es que algo no funciona como debiera.