Parece que para triunfar en Hollywood, hay que amoldarse. El caso de los realizadores Glenn Ficarra, John Requa es claro. Con una primera película que fue ignorada y vapuleada en su país de origen, y que a su vez era una potente declaración de intenciones y de estilo (I Love you, Phillip Morris), parecía que su trayectoria tendría una difícil continuación a no ser en el cine más independiente y minoritario.

Pero, sorpresas de la vida, encontramos ahora a esos realizadores al frente de una comedia romántica (original, pero también de lo más tradicional), con un reparto repleto de nombres A, y un recorrido comercial nada desdeñable.

En su acople a un producto tan hollywoodiense, los realizadores pueden haber perdido capacidad de sorpresa o la sensación de riesgo que emanaba en su debut, pero por suerte siguen siendo unos directores tremendamente elegantes, que saben dosificar los excesos de la comedia con las parcelas más íntimas de las relaciones humanas. Por eso, aunque Crazy, Stupid, Love, sea un increíble cruce entre el mito de Pigmalión y un vodevil puro y duro, su película acaba emocionando por el cariño que hay hacia y entre sus personajes, y por esa capacidad tan suya de aprovechar los espacios en favor de la historia.

La temática, hay que reconocerlo, está bastante vista, pero el mérito del film es, como decía, la exacta definición de todos sus protagonistas, desde Carell, cuyo personaje es tan humano que hasta los detractores del actor lo defenderían, hasta Gosling, en un registro alejado de lo que le ofrecen siempre, y que como excepcional actor que es, defiende de maravilla, y por supuesto, las presencias de tres actrices tan distintas pero tan magnéticas como Moore, Tomei y Stone, que da igual lo que hagan, siempre están para quitarse el sombrero.

Crazy, Stupid, Love es un interesante ejercicio de tres de las etapas decisivas en las relaciones y de tres edades, iguales en el fondo, en las que el amor es capaz de hacernos cometer las más absurdas locuras.