No seré yo el que trate como repugnantes aberraciones los impulsos placenteros de los demás, siempre que no invadan las vidas y la voluntariedad del prójimo. Claro que existirán, aunque creamos no conocer, personas que experimentan orgasmos de traca en las situaciones más increíbles. De esto, de las complejidades que tienen las relaciones amatorias y de la escabrosa atracción hacia todo lo que tenga que ver con los accidentes de tráfico, es de lo que nos habla el provocador instinto cinematográfico de Cronenberg.

Difícil de asimilar por la mayoría, que no babeamos ante amputaciones o chapas retorcidas, es perfectamente creíble el comportamiento de individuos que consideramos desequilibrados, nosotros, "los normales", los que decimos amén a guerras y leyes absurdas.
El buen director canadiense, que también considero tiene cosas mejores, lo único que hace es mostrar una vertiente desconocida y supuestamente fea de los seres humanos para que nos miremos en esa galería de espejos deformantes, que no deja de ser el sendero por el que transita la vida, donde algunas otras obscenidades están bien vistas.