Qué sana envidia me da el cine francés, tanta que, tras varios meses sin escribir ninguna crítica, he decidido que esta preciosa película de Eric Lartigau merecía un pequeño homenaje en forma de crítica.

Nadie en España hubiera producido un film sobre un tetrapléjico que se encuentra a sí mismo con la ayuda de un peculiar asistente ("Intocable") o sobre la vida cotidiana de una familia de sordos a los que un acontecimiento también cotidiano -marcharte de tu pequeña ciudad para poder estudiar lo que quieres- obliga a replantearse todo lo que daban por sentado.

Dicho ésto, comentar que, como dice el profesor de canto de Paula, la protagonista del film, la vida es equivocarse, caerse, levantarse y seguir adelante.

Paula tendrá que levantarse varias veces, unas más magullada que otras, hasta encontrarse a sí misma y ganar la autoestima imprescindible para volar, volar, volar...

Y, sobre todo, que nadie olvide nunca que ser sordo, o tartamudo ("El discurso del Rey"), o "gangoso", o... no es un hándicap, es una identidad (aún recuerdo con tristeza y asco esos chistes cutres de gangosos, tartamudos o sordos que contaban unos mal llamados "humoristas" en algunos programas de la televisión pública española -no había otra- en los sesenta y setenta). Para algunas cosas hemos evolucionado para bien. Que siga así.