Entramos a eso de las 8:30 a verla en los cines Lumiere de Queensberry en Londres, y lo primero que nos llamó la atención, fue que no sólo tenias que pillarte las gafas 3D, si no que también te daban un mando de la play, (sic)

Desgraciadamente, ni la película es un video-juego, (aunque sea sólo una mala copia de God Of War) ni te daban mandos ni nada por el estilo. Lo que vas a ver es cine palomitero sin más, directo, simple y sin garra. Los actores son lamentables, Gerad Butler debe dejar ya la interpretación o no va a ganar para tanto botox en la arrugas de su cara por culpa de esas sonrisas tan sobreactuadas.

Es caótica y mal hecha. No sé la pasta que habrán invertido, pero determinados diseños parecen perpetrados por el becario de turno. Y lo peor de todo es leer el nombre de Alex Proyas en los créditos: nunca fue un gran director, (a pesar de El Cuervo o Dark City) pero aquí si quedaba alguna duda de ello, las ha despejado todas.