Una película hecha para arrasar en los premios de todo el mundo en la temporada de su año, en los habidos y por haber, un film fabricado para arrancar lágrimas a cualquier ingenuo que entrara en la sala o que la alquilara en el vídeo club de su barrio o que la viera en las plataformas digitales legales o menos legales.
Una de esas historias que quieren ser más grandes que la propia vida, de esas que están basadas en uno de esos libros que se convierten en best sellers y en los que afloran todos los sentimientos, buenos y malos que son propios del ser humano; todo ello aderezado (es un decir) con uno de esos contextos que asfixian, aprisionan y aplastan a los protagonistas para acentuar ese clima trágico que debe tener toda producción de este tipo que se precie.
Una puesta en escena clásica, sin muchos aspavientos ni muchos riesgos ni innovaciones con algunas escenas espectaculares, eso sí. Cae en algunos de los tópicos típicos que restan credibilidad: los malos son malísimos y los buenos, buenísimos; pero en este tipo de films, las cosas deben ser así para clarificar el mensaje.
Como no puede ser menos, al final, una catástrofe separa a los protagonistas en un desenlace en el que no falta el dolor, la muerte, la tragedia pero al final, con su halo de esperanza.