Si alguien me pregunta, qué director destacaría especialmente este año, diría indudablemente un nombre, James Wan.
Que este señor nos haya traído durante el 2013, dos muestras de lo mejor que puede dar un género como el de terror, ya lo sitúa entre los grandes maestros por derecho propio.
En esta secuela, escrita por su inseparable Leigh Whannell, intentan hacer un más difícil todavía. Redefiniendo el concepto de secuela a límites que tan solo se han podido ver en películas como “Terminator 2” o “Regreso al futuro parte 2”, de la cual, toma la idea de meter, una película dentro de la anterior.
Un difícil puzle, que obliga al visionado previo de la primera parte, creando una maquinaria que funciona con la precisión de un reloj suizo.
Ambos capítulos se complementan, un díptico soberbio lleno de sorpresas, donde todo lo que parecía en la primera, se termina desmontando en innumerables piezas, que apenas se ajusta al desarrollo normal de una trama argumental lineal.
Viajes a otros planos de la realidad, al más allá, y en el espacio y el tiempo. Un abrumador festín para todos los amantes del fantástico y del misterio. Y la creación de una nueva mitología, a la altura de lo que en 1982 lograron Spielberg y Hooper con su ya clásico “Poltergeist”.
Una película imprescindible, de un director, que escribe un nuevo capítulo de la historia del cine.