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Voto de antonalva:
7
Drama Basada en la vida real de Ron Woodroof, un cowboy de rodeo texano, drogadicto y mujeriego, al que en 1986 le diagnosticaron SIDA y le pronosticaron un mes de vida. Empezó entonces a tomar AZT, el único medicamento disponible en aquella época para luchar contra tan terrible enfermedad. (FILMAFFINITY)
15 de marzo de 2014
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay varias películas dentro de esta cinta. Por una parte está el retrato en claroscuro, lleno de incertidumbre, angustia, dolor y porfía, de dos individuos disímiles que se enfrentan a un mismo destino. Por otra parte está la película que retrata cómo se vence (casi sin proponérselo, ni tan siquiera desearlo) la homofobia visceral y hortera de un cowboy de rodeo tejano. Finalmente está la descripción de una desesperante y opresiva época llena de muerte, sufrimiento, dolor, rechazo, ofuscación, recelo, vacilación e incertidumbre: aquellos años ochenta del ‘cáncer rosa’, de la plaga bíblica contra un ‘estilo de vida’ repudiado por dios y vilipendiado por los hombres.

Apenas han pasado treinta años y sin embargo parece otra época mucho más remota y basta, llena de vulgares tópicos y menosprecios de tugurio arrabalero. Había tanto desconocimiento, tanto recelo, tanto miedo, tanto rechazo, tanta incultura que nos parece un mundo remoto y ajeno cuando en verdad apenas y si hemos avanzado unos pasos, quizás de gigante, pero aún del todo insuficientes. En este contexto – entre la memoria y el olvido – se incrusta este tierno testimonio de unas vidas apenas esbozadas, apenas entrevistas y que por causa del SIDA fueron diezmadas a troche y moche, sin piedad ni compasión. Casi es un homenaje colectivo al ejército anónimo de muertes desesperadas y perplejas que la epidemia dejó a su paso durante los tres primeros lustros de su andadura.

Porque esta película es el reflejo de una contienda por salir adelante, por no dejarse vencer por los prejuicios ni los intereses farmacéuticos, ni por los médicos insensibles o los falsos amigos de taberna y melopea. Es un homenaje a aquellos individuos que sacaron de su flaqueza fuerzas y trataron de luchar por los enfermos, a aquellos médicos compasivos que acompañaron y sufrieron el dolor ajeno y buscaron medios, subterfugios e iniciativas para mitigar el suplicio y aliviar la tortura de la muerte inminente y cierta. Y un retrato admirativo de aquellos enfermos que supieron mantenerse en pie pese a que tenían que enfrentarse a un mundo hostil y ceñudo.

Cabe terminar alabando a dos actores que lo dan todo en la composición de sus personajes hasta volverlos inolvidables y necesarios, permanecen imborrables en la memoria porque han sabido dar con el tono justo de humanidad quebrada sin caer nunca en el patetismo o la conmiseración: Matthew McConaughey y Jared Leto. Sencillamente enormes. Hermosa cinta que se ve con gratitud, esperanza y hasta cierto optimismo.
antonalva
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