15 de febrero de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bárbara se dedica a asistir a su tío Simon, un viejo cascarrabias y algo grosero. La relación entre ellos no es idílica: se cruzan muchos reproches, se faltan al respeto… son gente poco humilde. No abundan las sonrisas y los parabienes en esa familia. Hay mal rollo.
El misterio sobrevuela esa ciénaga de mezquindades: el anciano pasa muchas horas en su laboratorio, maquinando un particular invento. Cuando nuestro Señor le acoja en su seno, dejará tras de sí un regalo que impresionará a su sobrina.
El primero de los dos episodios que dirigiera Don Siegel para “The Twilight Zone” sigue a dos caracteres desagradables para los que no existe escapatoria: Simon Polk ve acercarse su final; en cuanto a la pobre Bárbara, prisionera de su tío, le espera una triste sorpresa.
Algunos sentimientos no se agotan con la muerte, sino que se reproducen, se transmiten de unos cuerpos a otros. El mal adopta muchas formas, y nos persigue.
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