El cine de galletas, balaceras y cosas improbables no gusta, hasta que de pronto llega una donde todo eso está muy potenciado y se convierte en un fenómeno sin precedentes. Matrix se convierte en película de culto más allá de que te guste Tarkovsky o Spielberg. Y todos coinciden en el mismo argumento: No es solo una película de tiros. Tiene un trasfondo filosófico que hace de esta película mucho más que eso.

¿En serio?

Es una puñetera película de disparos, de gente que puede esquivar balas y saltar deteniéndose en el aire, con leches todo el tiempo, con cosas imposibles a cada momento y gente que salta entre mundos virtuales y reales. Superprofundo todo.

Lo profundo que sea se lo pondrás tú, como espectador e interpretador que eres. Igual que cuando los psiquiatras te ponen las manchas de boli y te preguntan sobre ella. Donde alguien ve una tortuga, otro ve a su propio padre matando un camello. Y la imagen es la misma.

En Matrix parece que todo el mundo ha visto la misma interpretación, y desde luego es algo mágico que tanta gente coincida, pero es no es más que eso, pura coincidencia.

Si me pongo analítico, veo mucha más simbología cristiana que platónica, y si tuviese en cuenta mi propia reflexión, la película me desagradaría. Y resulta que me encanta, porque me encantan las películas de artes marciales y marcianadas varias vacías de contenido. Como Matrix.

El análisis solo cuando sea menester.