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Voto de Ferdydurke:
6
27 de marzo de 2017
142 de 163 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mucho me temo que esta crítica ya la hice. Si Álex se repite con recurrente contumacia, yo solo le imito, por qué no. A mismas películas, parecidos comentarios. Uno tiene un par de ideas, y mucho exagero, que medio trata de disimular y más bien no. Se acaba notando la falta de variedad, la insistencia, el recochineo, la pesadez y escasez de ingenio, para qué hablar más, la total falta de originalidad. Y yo lo confieso. Ahora espero el perdón y la penitencia. Ya me contaréis.
Mientras tanto, a todo aquel que me haya leído en otras ocasiones (esa inmensa mayoría silenciosa, como zombis a punto de arrancar, a echar a correr) con suma atención y que ahora note tal vez el fallo, le pido disculpas, no volverá a pasar, nunca jamás.
Vamos... Lo hemos dicho siempre y a las pruebas no remitimos, Álex, nuestro querido y tan prolífico director de cine ya no tan joven, es un autor, cojonudo, pistonudo, un verdadero hacedor.
¿Por qué? Por dos razones fundamentales: por su innegociable y machacona visión del mundo, la tiene y no la cambia por nada, me quedo contigo; y por su estilo engolfado, libre, desmañado, ese humor negro y ese carnaval esperpéntico contado con la ingenuidad de un adolescente granujiento y el ímpetu de un joven sin cansar ni desasnar.
Y "El bar" lo vuelve a confirmar. Desde todo punto de vista.
- Tesis. "Somos unas ratas. El resto es mentira", dice el profeta tan fibroso, justiciero y charlatán. En esas estamos. Peores que las ratas. Más retorcidos, miserables y ruines. Igual de sucios y mugrientos. Solo hace falta quitarnos la primera capa del barniz de la civilización y las buenas maneras para encontrar, de sopetón, a bocajarro, nuestra verdadera esencia o dícese de un egoísmo pulverizador, una estupidez atorrante y una pequeñez galopante. Tratamos de vivir cara al sol (que diría, por ejemplo, el ínclito en su día y ahora más olvidado Sánchez Mazas, a pesar de "Soldados de Salamina") y respirando aire puro, pero nuestro verdadero lugar está en el subsuelo, entre la mierda y las cucarachas.
- Estilo. Confirma la máxima de su cine. Su caducidad supersónica, antes siquiera de empezar ya se está desintegrando, cayéndose a malos cachos de incoherencia y falta de sentido. Suelen comenzar bien estos experimentos del Profesor Bacterio, avanzan con garbo y buenas hechuras, pero casi siempre hay un momento, un clic, un chisporroteo o pequeña explosión que provoca la caída estrepitosa e irremisible, con todo el equipo, del edificio o tinglado cinematográfico, la voladura destruye la historia y ya de paso también a nosotros que nos quedamos como unos gilipollas, pidiendo sopitas, entre las cenizas y las ruinas. Si aquí, en este bar madrileño, había un prólogo, tres actos (bar, sótano y alcantarilla como los pasos rituales del inevitable y desolador descenso a los infiernos) y un epílogo, yo diría que llega más o menos bien hasta el segundo tramo y es a partir de ese instante difuso cuando se empiezan a acumular las inconsistencias, insensateces y suma de delirios chapuceros y ya, pobre espectador, ay de ti, te da todo un poco igual. Hasta llegar al final.
- Resumen: vivimos en un mundo en el que los poderes públicos (los medios, el estado, las fuerzas de seguridad, los que mandan o dirigen) son el horror. Rodeados, además, de un azar caprichoso y cruel (el virus del demonio en este caso, el que sea) y entre seres humanos abyectos y ridículos. ¿Qué se puede hacer, por tanto? Luchar, perseverar, mantener cierta pureza, honradez o bondad. Y ya tú verás.
Mientras tanto, a todo aquel que me haya leído en otras ocasiones (esa inmensa mayoría silenciosa, como zombis a punto de arrancar, a echar a correr) con suma atención y que ahora note tal vez el fallo, le pido disculpas, no volverá a pasar, nunca jamás.
Vamos... Lo hemos dicho siempre y a las pruebas no remitimos, Álex, nuestro querido y tan prolífico director de cine ya no tan joven, es un autor, cojonudo, pistonudo, un verdadero hacedor.
¿Por qué? Por dos razones fundamentales: por su innegociable y machacona visión del mundo, la tiene y no la cambia por nada, me quedo contigo; y por su estilo engolfado, libre, desmañado, ese humor negro y ese carnaval esperpéntico contado con la ingenuidad de un adolescente granujiento y el ímpetu de un joven sin cansar ni desasnar.
Y "El bar" lo vuelve a confirmar. Desde todo punto de vista.
- Tesis. "Somos unas ratas. El resto es mentira", dice el profeta tan fibroso, justiciero y charlatán. En esas estamos. Peores que las ratas. Más retorcidos, miserables y ruines. Igual de sucios y mugrientos. Solo hace falta quitarnos la primera capa del barniz de la civilización y las buenas maneras para encontrar, de sopetón, a bocajarro, nuestra verdadera esencia o dícese de un egoísmo pulverizador, una estupidez atorrante y una pequeñez galopante. Tratamos de vivir cara al sol (que diría, por ejemplo, el ínclito en su día y ahora más olvidado Sánchez Mazas, a pesar de "Soldados de Salamina") y respirando aire puro, pero nuestro verdadero lugar está en el subsuelo, entre la mierda y las cucarachas.
- Estilo. Confirma la máxima de su cine. Su caducidad supersónica, antes siquiera de empezar ya se está desintegrando, cayéndose a malos cachos de incoherencia y falta de sentido. Suelen comenzar bien estos experimentos del Profesor Bacterio, avanzan con garbo y buenas hechuras, pero casi siempre hay un momento, un clic, un chisporroteo o pequeña explosión que provoca la caída estrepitosa e irremisible, con todo el equipo, del edificio o tinglado cinematográfico, la voladura destruye la historia y ya de paso también a nosotros que nos quedamos como unos gilipollas, pidiendo sopitas, entre las cenizas y las ruinas. Si aquí, en este bar madrileño, había un prólogo, tres actos (bar, sótano y alcantarilla como los pasos rituales del inevitable y desolador descenso a los infiernos) y un epílogo, yo diría que llega más o menos bien hasta el segundo tramo y es a partir de ese instante difuso cuando se empiezan a acumular las inconsistencias, insensateces y suma de delirios chapuceros y ya, pobre espectador, ay de ti, te da todo un poco igual. Hasta llegar al final.
- Resumen: vivimos en un mundo en el que los poderes públicos (los medios, el estado, las fuerzas de seguridad, los que mandan o dirigen) son el horror. Rodeados, además, de un azar caprichoso y cruel (el virus del demonio en este caso, el que sea) y entre seres humanos abyectos y ridículos. ¿Qué se puede hacer, por tanto? Luchar, perseverar, mantener cierta pureza, honradez o bondad. Y ya tú verás.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
De hecho, varias veces, como es este el feliz caso, los héroes (de) de la Iglesia se salvan, son premiados por su buen comportamiento. Blanca es la más maja, la más honesta y menos traicionera. Y sobrevive.
Otros apuntes.
- El prólogo y el epílogo son fabulosos. Los títulos de crédito, maravillosos (igual que la increíble música que suena, ese Duke Ellington desaforado y tan apropiado).
Personajes:
- Terele. Haciendo de Terele. Lo borda y se la quiere. Queremos más Terele, lerele, feliz, feliz. Siempre Terele. Cuando tú no estás, me falta el aire.
- El policía facha de película española. Tópico elevado a la máxima potencia. Pobres maderos. Qué poco les quieren nuestros artistas patrios.
- El fetichista sin motivo. Buen actor (el argentino Awada), personaje pobre pero cachondo.
- El barman. Secun de la Rosa es un buen cómico. Aquí perpetra con eficacia un buenazo de pocas luces y mucha sinrazón.
- Marios Casas. El yihadista hipster (con él aprovechan para reírse de muchos de los clichés actuales; del terrorista coránico, el publicista atontado, el nerd ensimismado con los tirantes, las gafas de pasta, la barba bien cuidada y toda la tontuna a granel como si no hubiera un mañana ni un ayer, solo un cero patatero en el de gravedad centro). Medroso y venenoso tras su fachada de pavisoso zonzo. Cumple, Mario, por hoy yo no me quejo.
- Israel. A mí me carga. Se pasan. Demasiado papel. Recuerda mucho, dios nos perdone, al De Niro de "El cabo del miedo". El que desvela, y se descojona por ello, toda la hipocresía de la sociedad. El loco que ilumina por contrapeso, como contraste. El citador bíblico sin remedio. ¿Un homenaje horroroso?
- Machi. La tragaperras. Gran actriz. Siempre querida. Personaje maltratado.
- Blanca. Estupenda. Es la heroína. La niña pija que aprende lo que vale un peine. Nada menos que se da cuenta de cómo funciona el mundo (como le pasaba a Emily Blunt en Sicario, en otras circunstancias). Viaje iniciático hacia la luz, hacia la verdadera sabiduría a través de las heces. Cuando todo termina, ella ya no está para más tonterías. Su mirada ha cambiado. Ahora ya sabe y comprende. Ahora nos gusta más, todavía más ahora.
Otros apuntes.
- El prólogo y el epílogo son fabulosos. Los títulos de crédito, maravillosos (igual que la increíble música que suena, ese Duke Ellington desaforado y tan apropiado).
Personajes:
- Terele. Haciendo de Terele. Lo borda y se la quiere. Queremos más Terele, lerele, feliz, feliz. Siempre Terele. Cuando tú no estás, me falta el aire.
- El policía facha de película española. Tópico elevado a la máxima potencia. Pobres maderos. Qué poco les quieren nuestros artistas patrios.
- El fetichista sin motivo. Buen actor (el argentino Awada), personaje pobre pero cachondo.
- El barman. Secun de la Rosa es un buen cómico. Aquí perpetra con eficacia un buenazo de pocas luces y mucha sinrazón.
- Marios Casas. El yihadista hipster (con él aprovechan para reírse de muchos de los clichés actuales; del terrorista coránico, el publicista atontado, el nerd ensimismado con los tirantes, las gafas de pasta, la barba bien cuidada y toda la tontuna a granel como si no hubiera un mañana ni un ayer, solo un cero patatero en el de gravedad centro). Medroso y venenoso tras su fachada de pavisoso zonzo. Cumple, Mario, por hoy yo no me quejo.
- Israel. A mí me carga. Se pasan. Demasiado papel. Recuerda mucho, dios nos perdone, al De Niro de "El cabo del miedo". El que desvela, y se descojona por ello, toda la hipocresía de la sociedad. El loco que ilumina por contrapeso, como contraste. El citador bíblico sin remedio. ¿Un homenaje horroroso?
- Machi. La tragaperras. Gran actriz. Siempre querida. Personaje maltratado.
- Blanca. Estupenda. Es la heroína. La niña pija que aprende lo que vale un peine. Nada menos que se da cuenta de cómo funciona el mundo (como le pasaba a Emily Blunt en Sicario, en otras circunstancias). Viaje iniciático hacia la luz, hacia la verdadera sabiduría a través de las heces. Cuando todo termina, ella ya no está para más tonterías. Su mirada ha cambiado. Ahora ya sabe y comprende. Ahora nos gusta más, todavía más ahora.