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Voto de Juan Marey:
9
Intriga. Thriller Kate Miller (Angie Dickinson), una mujer con problemas, acude a la consulta del psiquiatra Robert Elliott (Michael Caine) para recibir consejo profesional. Después tiene un fortuito y emocionante encuentro en un taxi con un desconocido, con quien ya había coincidido en otro lugar. (FILMAFFINITY)
12 de abril de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Vestida para matar” es un claro (y muy digno) homenaje a Hitchcock. Decir esto no es revelar nada nuevo porque muy a menudo se ha criticado a Brian De Palma por ser un mero imitador de Hitchcock y, aunque es una acusación injusta, cabe decir que en algunas de sus obras no se ha molestado mucho, por no decir nada, en disimular el referente del que partía. Así pues, si “Obsesión” (1976) era una revisión bastante obvia de “Vértigo” (1958), “Vestida para Matar” (1980) es descaradamente la versión de Psicosis (1960) de De Palma, en la película se encuentran claros referentes a la obra maestra de Hitchcock, tanto formales como temáticos, como la dualidad de personalidades del protagonista, el travestismo o la muerte de la protagonista bastante avanzada la trama. Ahora bien, es de justicia remarcar que se trata de una mirada muy personal y aunque hay guiños y secuencias que emulan al director inglés, asegurar que la obra es un plagio, es seguramente dejarse llevar y no ser objetivos.

A grandes rasgos, la rocambolesca trama de “Vestida para matar” termina por dar bastante igual, siendo una película construida a base de grandes momentos, sin respiro ninguno, destinados a crear una opresión tremenda en la mente del espectador. Aquí De Palma se siente más libre que nunca y es capaz de poner sobre el papel una historia con una puesta en escena realmente inspirada que es una indagación en los recovecos más oscuros y retorcidos de la mente humana. La búsqueda de un psicópata asesino de mujeres que se viste también de mujer y que las corta con una terrorífica navaja de afeitar podría haber derivado, en manos menos refinadas, en un vulgar espectáculo sangriento y morboso, pero el talento en esta película del Señor De Palma lo convierte en un espectáculo amoral, perturbador, casi inimaginable. Con su imaginación visual, es capaz de transformar cada espejo, cada sombra sinuosa, cada profundidad de campo, en una posibilidad infinita para el horror, pero no el evidente, sino el que cada cual lleva consigo.

Y para lograr todo ello De Palma se vale de una música muy sugerente de Pino Donaggio, de una fotografía sobresaliente de Ralf D. Bode, de un diseño de producción fantástico de Gary Weist, y sobre todo de un grupo de actores en estado de gracia, como una fugaz pero sorprendente Angie Dickinson (alucinante su escena en la ducha), de un joven Keith Gordon, de una guapísima Nancy Allen y sobre todo de un Michael Caine imperial que sabe jugar como nadie a los dobles sentidos y a una contención que esconde mucho más de lo que muestra, apropiándose de cada secuencia y bordando uno de sus papeles más difíciles y resbaladizos, uno de esos que distinguen a los grandes actores de las leyendas del cine.
Juan Marey
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