El realizador Thomas McCarthy nos cuenta la historia de Walter (Richard Jenkins),un ciudadano normal y corriente, viudo, que ejerce de profesor, ya cercano a la jubilación, y que por tanto, vive sus días con cierto desencanto y buscando por encima de todo la comodidad, que cuando acude a realizar una ponencia a Nueva York, se encuentra su piso ocupado por una pareja de inmigrantes ilegales (ella senegalesa y él sirio), los cuales, ante la perspectiva de dejarlos en la calle, acaba acogiendo.

El film, de facturación claramente independiente, cuya economia de medios se puede observar ya en el reparto, del que sólo Jenkins es conocido. A través de su personaje el director nos introduce de forma sutil una mirada a la situación de muchos inmigrantes, que viajan a los Estados Unidos en busca de una vida mejor, pero que se encuentran no sólo con trabajos y viviendas precarias, sino también, perseguidos por el color de su piel, por una sociedad que desde 2001 les mira con suma desconfianza e incluso hostilidad.

Pero también, en otro sentido, el film nos habla de una población adormecida, acomodada, casi atontada, que no tiene mucha capacidad de reacción, y ante la realidad prefieren mirar hacia otro lado y adoptar una postura muy conformista. Walter no es más que un ciudadano "tipo", que trata de pasar sus últimos años con comodidad y sin muchas molestias. De la mano del joven Tarek, encuentra otros alicientes, otra forma de ver el mundo que le estimulan. La presencia de los jovenes inmigrantes, y posteriormente de la madre de uno de ellos, acabarán por despertar la conciencia adormecida de Walter.

Por otro lado, la visión que nos ofrece el director de la ciudad de Nueva York es más bien desoladora, y bastante fría, sus localizaciones se limitan al piso de Walter, un centro de detención de inmigrantes, algunos exteriores más bien funcionales y alguna que otra cafetería. Voluntariamente se aleja de lugares conocidos o emblemáticos, situándose en los márgenes, aunque es cierto que nos ofrece una significativa escena en la que los protagonistas toman un barco para contemplar a lo lejos la gran ciudad y la famosa estatua de la Libertad. Incluso hay un momento en que uno de los personajes señala el lugar donde antes estaban las tristemente conocidas Torres Gemelas, las cuales desde su atentado se han convertido una presencia "fantasma" en el sentido en que su atentado ha dejado una profunda cicatriz en la sociedad de todo el país (y quizás de todo el mundo).

Sin hacer directamente un film panfletario ni discursivo, McCarthy consigue, desde la sencillez y los sentimientos fabricar un film emotivo, directo, que seguramente se resiente un poco de la excesiva frialdad general, pero cuyo mensaje implícito llega a la perfección.