El potencial de la primera temporada se diluye en un intento por alejarse de los convencionalismos de la temática zombie sin llegar a definirse.
La apuesta de priorizar las relaciones y emociones humanas, dejando el elemento zombie como simple catalizador, no termina de funcionar; pues el vehículo transmisor de estas emociones es un diálogo en la mayoría de las ocasiones carente de profundidad.
La evolución de los personajes está presente durante todo el desarrollo de la serie, si bien peca de falta de fluided, suavidad y en muchos casos lógica.

The Walking Dead se presenta así como una serie de entretenimiento que pretende cuestionar la ética del mundo actual sirviéndose de un escenario hostil.
Las acciones que nosotros consideramos correctas... ¿Siempre lo son o dependen de las circunstancias?