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Voto de 12345:
9
7,4
16.829
Drama
Léo Lauzon es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a ... [+]
5 de marzo de 2009
12 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy he visto, ya tan mayor, Léolo. Da bastante más lástima ahora saber que el director de esta obra se mató aun joven, cuando iba a empezar su tercera película. La película es emocionante, intensa y hermosa, pese a la miseria que rodea al niño y su familia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Léolo tiene una existencia bastante miserable, aunque en su interior encuentra la belleza, la armonía, y el amor. El niño se va encargando de mejorarse la vida a base ponerle color al asunto. Ni siquiera importa mucho lo que pase ocurra en la vida o en el sueño, es una película. Quien se ha sentido como Léolo invadido de poesía, delicado, noble, y por lo tanto un niño dolorido y vulnerable, amará apasionadamente esta película, tan inconsciente y sincera, tan insoportablemente lúcida. Al que fue el niño más chulo del barrio, como casigo, no le está permitido disfrutar de esta maravilla.
Ya desde el principio, sin bajarse, va directa a lo más íntimo de nuestro ser, al que somos poco antes de caer dormidos, a lo esencial de nosotros, o nuestro inconsciente, como quieran, a los deseos y pensamientos más inadmisibles. Y la película se instala ahí, hurgándote hasta que termina. Vida y sueño (vida o arte) se alimentan una a la otra para ir tirando del pequeño Léolo, encuentra la paz en el cuaderno, en los bichos, pero en el mundo solamente en el pecho rasiento y sudoroso de su madre. Parece que el sueño, el arte, puede con todo, alimentando la vida y siendo alimentado por ella. Pero Léolo muere en el momento en que la vida se impone al sueño del amor, al arte del amor.
No le hubiera puesto un nueve sin el final. Tanta vida, tanta humanidad desplegada durante dos horas, tantos sueños para que, llegada la muerte, el viejo archivero lo almacene el cuaderno del chico en el sótano, entre estatuas y otros muchos legajos, en una escena final con algo (no sé) de Ciudadano Kane. Y es que al final la vida después de todo no es nada.
Ya desde el principio, sin bajarse, va directa a lo más íntimo de nuestro ser, al que somos poco antes de caer dormidos, a lo esencial de nosotros, o nuestro inconsciente, como quieran, a los deseos y pensamientos más inadmisibles. Y la película se instala ahí, hurgándote hasta que termina. Vida y sueño (vida o arte) se alimentan una a la otra para ir tirando del pequeño Léolo, encuentra la paz en el cuaderno, en los bichos, pero en el mundo solamente en el pecho rasiento y sudoroso de su madre. Parece que el sueño, el arte, puede con todo, alimentando la vida y siendo alimentado por ella. Pero Léolo muere en el momento en que la vida se impone al sueño del amor, al arte del amor.
No le hubiera puesto un nueve sin el final. Tanta vida, tanta humanidad desplegada durante dos horas, tantos sueños para que, llegada la muerte, el viejo archivero lo almacene el cuaderno del chico en el sótano, entre estatuas y otros muchos legajos, en una escena final con algo (no sé) de Ciudadano Kane. Y es que al final la vida después de todo no es nada.