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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Comedia El señor Hulot (Jacques Tati) no tiene trabajo, ocupándose de llevar a su sobrino Gérard (Alain Becourt) a la escuela y traerlo después a la ultramoderna casa de su hermana (Adrienne Servantie), casada con el señor Arpel (Jean-Pierre Zola), quien intenta ocupar a su cuñado en la empresa de fabricación de tubos de plástico en la que trabaja. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Era una pareja plástica/de esas que veo por ahí/él pensando sólo en dinero/ella en la moda de París/aparentando lo que no son/ viviendo en un mundo de pura ilusión/diciendo a su hijo de cinco años/no juegues con niños de color extraño/ahogados en deudas para mantener/su status social de boda o cocktail”. Así le cantaba Rubén Blades a la gente que, como la pareja Arpel, decide ilusamente que vivir con la tecnología de punta les dará altura, honor y felicidad.

Debe haber un sentimiento de inmenso vacío interior para querer suplirlo con tantas vanalidades. Y lo triste es que, en ese afán de ostentación que motiva a la gente a mostrarte de entrada todos los chécheres que posee, se está delatando incomprensión de la existencia, un claro afán de superioridad, la falta de verdadera autoestima, y ese penoso autoengaño de sentir que, en lo meramente material, puede encontrarse la felicidad.

En esto, Jacques Tati ha acertado plenamente y su crítica contra la sociedad mecanizada es bienvenida y plausible, porque consigue su objetivo con eficacia contrastando este “progreso” con la naturalidad, la convivencia sincera, y la festividad sin mayores esfuerzos, con que se vive en los pueblos.

La cursilería, el patológico rigor por el orden y el aseo, la ostentación, la crianza de un hijo en un lujoso cementerio, las reuniones desencantadas donde no se da de sí más que el afán de superioridad… son recreadas con gracia, con mordacidad y hasta con una triste pena por el realizador francés, quien vuelve con su rol de Monsieur Hulot haciendo las veces del tío del marginado Gerard y entrecruzando sus actividades entre recoger de la escuela al pequeñuelo y trabajar en la empresa Plastac (¡no es perfecto el nombre!) donde lo que se consigue fabricando plásticos, se invierte en llevar una vida plástica hasta los últimos extremos.

Lástima que Tati no se hubiera tomado algún tiempo en su vida para aprender algo de elipsis cinematográfica, que no supiera que existen otros puntos de vista de la cámara distintos al teleobjetivo, y que no fuera más sensible para distinguir lo valioso de lo superfluo porque, creo que cortándole algunos minutos a su película y mejorándola en los otros aspectos, se tendría un filme de enorme significado (que de hecho lo tiene) y valiosísimo como obra de arte.

Con todo, aquí está Jacques Tati en su mejor momento cinematográfico. “MI TÍO” no motivará abundantes risas, pero sí unas cuantas sonrisas, y sobre todo, un sentimiento de consideración con aquellos que no ven más que piel y un montón de chatarra en este gran infinito. Ah! y si la ven en casa, recuerden que el control tiene la tecla FF para que se ayuden cuando lo crean necesario.
Luis Guillermo Cardona
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