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Voto de Luis Guillermo Cardona:
3
Drama. Romance Un viejo payaso (Charles Chaplin), después de evitar el suicidio de una joven bailarina (Claire Bloom), no sólo la cuida, sino que, además, se ocupa de enseñarle todo lo que sabe sobre el mundo del teatro para hacerla triunfar. Último y melancólico film americano de Chaplin. (FILMAFFINITY)
4 de mayo de 2011
16 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Vaya sorpresa! Hacía tiempo que no me dolía tanto un filme como éste. ¡Y lo hizo Charles Chaplin, un ícono del cine, uno de los más celebrados comediantes de toda la historia! Y, lo más paradójico, uno de los más grandes dictadores tras la cámara.

“CANDILEJAS” tiene una historia y dos significados. Lo que se nos cuenta, en palabras del mismo Chaplin, está inspirado en la caída de un reconocido clown llamado Frank Tinny. “La musa cómica le había abandonado y actuaba, al final, con tanta cohibición que me parecía imposible que fuera la misma persona”.

En el filme, el viejo comediante Calvero (Chaplin) también pasa por tiempos de muy baja inspiración, el público le arroja objetos al escenario y no tarda en abandonar la sala en medio del espectáculo. Entonces, el destino le ofrece la oportunidad de dar significado a su vida cuando descubre a una chica que intenta suicidarse abriendo las llaves del gas en un cuarto vecino al suyo. Calvero hace lo que tiene que hacer y pronto, al saber de la crisis emocional y económica de Terry, la deja viviendo consigo mientras él se hace pasar por su marido, pero manteniendo el debido respeto que recomienda su edad.

Desde lo estrictamente argumental, lo que sigue es “Luces de la ciudad” revisitada y transformada a términos de puro melodrama, y a kilómetros de distancia de la soltura y la poesía que en ella había. Ahora, Chaplin hasta hace las veces de Freud, con recursos que, Freud, jamás hubiese utilizado. Después se invierten los papeles, abundan los discursos que suplen a la imagen… y el humor sólo se encuentra en algunas atinadas ocurrencias del diálogo porque, los pretendidos números humorísticos poco, pero muy poco, dan para reírse.

La segunda lectura es la que lacera el alma. Se adivina a un Chaplin que habla de si mismo, de su propia decadencia, del Charlot que no va más, de su dolor por no poder volver a América donde fue tan alabado y ahora tan vituperado… y para que conste que habla de sí mismo, en el filme aparecen sus hijos (Geraldine, Michael, Charles y Josephine), su hermanastro (Sidney), el hijo de éste (Sidney Jr) y hasta su última esposa (Oona).

Y lo que más duele, es ese autocompadecimiento mitigado con un -apenas aparente- orgullo que emana a lo largo, demasiado largo, de la película. Sus efugios cristianos, con milagro tipo Jesús a bordo, resultan patéticos, y el filme como sus propios sentimientos, se va descarrilando de manera lamentable.

Sobre la presencia de nuestro apreciado Buster Keaton, ya ha corrido bastante tinta, así que nada que agregar. Y lo más curioso es que, los incondicionales del comediante inglés, aún ven en este deprimente filme una obra maestra. ¡Otro milagro!
Luis Guillermo Cardona
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