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Voto de Luis Guillermo Cardona:
8
Drama. Thriller Kent Marlowe, bajo la influencia del alcohol, atropella y mata accidentalmente a dos personas. Recibe cargos criminales y termina en una prisión cumpliendo 10 años al lado de criminales de diverso pasado; Butch Smith es un avezado criminal, con varias reincidencias, y es quien manda en el bloque de celdas. John Morgan (un individuo agradable que comparte la celda con Kent) es un falsificador que aparentemente se ha regenerado y desea ... [+]
25 de enero de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera mujer estadounidense en actuar como Corresponsal de guerra (durante la I Guerra Mundial) y ganadora de dos premios Oscar: El primero por el filme que nos ocupa, “EL PRESIDIO”, y el segundo, al año siguiente por “El campeón” (ambos filmes protagonizados por Wallace Beery, convertido desde entonces en una cotizada estrella), la periodista, novelista y guionista, Frances Marion, es la autora de una frase que, sobre todo en Hollywood, se ha aplicado con rigor en muchas ocasiones: “Escribir guiones para cine es como escribir en la arena cuando sopla el viento”.

Aunque la frase apenas aplica levemente en el filme que dirigiera George W. Hill, quien sólo hizo las modificaciones indispensables por las condiciones de rodaje, la usamos para resaltar que Frances Marion fue una persona muy crítica con la sociedad que le tocó vivir y el problema carcelario la comenzó a preocupar desde que se enteró del motín que, el 3 de octubre de 1929, se produjo en la prisión de Canon City, la cual causó numerosas muertes, incluida la del líder de ese cruento hecho. Respaldada por la MGM, la valiente señora Marion, personalmente comenzó a visitar la cárcel de San Quentin, pues, quiso documentarse sobre todo lo concerniente con aquellos sitios donde, comúnmente, los seres humanos llegan, no para rehabilitarse y encontrarse, sino para degradarse hasta el punto de perderse.

Trabajando muy estrechamente con el director Hill -hasta resultar que su relación termináse en matrimonio-, “EL PRESIDIO” se ofrece, entonces, como un efectivo filme que pretende demostrar los grandes vacíos e imperfecciones del sistema penitenciario, donde hasta a los tanques de guerra es capaz de acudir cualquier loco alcaide, para apagar una sublevación que, casi siempre puede evitarse, asegurando un trato digno y condiciones humanas de retención.

Dadas las particularidades de la censura de la época, al filme le falta cierto rigor al recrear bastante blanda a la guardia del penal; al pulir un lenguaje que, en la vida real, abunda en palabras soeces y en frases poco elaboradas; y también al mostrar a los reclusos de muy buen aspecto en general, cuando bien sabemos que, en la realidad, suele haber unos cuantos bastante intimidantes. Aquí, hasta los dos más “temidos” son un par de tipos encantadores, cuya “dureza” es más una máscara para protegerse, que algo que realmente les salga del corazón.

Pero, la trama llega porque hay en ella mucho calor humano, detalles muy significativos que ponen en cuestión de que lado es que se ubica el mal, y porque deja bien claro que, desde entonces, el sistema penitenciario muy, pero muy poco, asume su obligación de respetar los derechos humanos. Y ¡qué curioso que, es por esta misma razón, por la que los hombres -casi todos del pueblo raso- se llevan allí para castigarlos!

Logrando un significativo tono gris en su eficiente fotografía y con unos imponentes planos que ubican a los presos en sus precisas condiciones (ocasional arrogancia, estados de sumisión, ovejas de rebaño, maña y rebeldía), el director solidifica un filme al que Wallace Beery (Butch), Chester Morris (Morgan) y Leila Hyams (Anne), añaden altas cuotas de espíritu humano, con lo que, “EL PRESIDIO”, se convierte en la gran antecesora de los filmes carcelarios, siendo inevitable hallar elementos, aquí incluidos, en los títulos posteriores.

La MGM confió tanto -y acertadamente en esta historia- que, simultáneamente, encargó que se hicieran versiones en español, francés y alemán, asignándolas a otros directores y con diferentes repartos para cada idioma.

Y bueno es recordar las palabras del alcaide: “La cárcel no produce una mancha en el hombre, pero si tiene una se la resalta”.
Luis Guillermo Cardona
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