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Voto de Natxo Borràs:
10
Bélico. Drama Durante la guerra de Vietnam, al joven Capitán Willard, un oficial de los servicios de inteligencia del ejército estadounidense, se le ha encomendado entrar en Camboya con la peligrosa misión de eliminar a Kurtz, un coronel renegado que se ha vuelto loco. El capitán deberá ir navegar por el río hasta el corazón de la selva, donde parece ser que Kurtz reina como un buda despótico sobre los miembros de la tribu Montagnard, que le adoran como a un dios. (FILMAFFINITY) [+]
3 de junio de 2008
62 de 78 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es un film sobre la guerra de Vietnam, otro de los tantos que se empezaban a cocer tras "The Deer Hunter" o "Coming Home" estrenadas un año antes y que ya entrados en los ochenta el conflicto se ensalsaría de patriotismos chucknorrianos y stallonianos hasta la llegada de "Platoon" y "Full Metal Jacket".
La pieza de Coppola queda muy al margen de reseñar el conflicto en si y nos adentra directamente en las tinieblas de la obsesión humana para alcanzar lo mítico y divino, muy propio en la táctica psicológica de la guerra.
La selva camboyana como el mismo infierno creado y reducido por el hombre con su deseo irrefrenable de alcanzar a ser un semidiós usando sus instintos primitivos de poder, són las conclusiones a las que llega un desconcertado y cada vez más enloquecido Willard dispuesto a arrebatar el mando de Kurtz con las mismas reglas a las que ambos se les ha impuesto el ejército de su país invasor. Ya no hay lucha entre ejércitos por sus propios intereses políticos, solo hay jungla, desolación, locura y muerte.
Hay que añadir el elenco de seres supremos en "Apocalypse Now"; el ejército aéreo capitaneado por Kilgore (excelente vis cómica de Robert Duvall, de ademán autodestructivo y enseñoreado por los aromas matutinos del napalm); la misma intervención militar (pero sin caer en la denuncia sobre sus consecuencias); el colonialismo apagado y arrebatado (tema añadido, y según mi punto de vista, enriquecido en la versión ampliada de 2002); Willard, el oficial atormentado (Martin Sheen substituyó a Harvey Keitel) por cumplir una misión de la que él puede decidir por méritos de orgullo coronarse rey de los nativos después de ejercer sus funciones de verdugo. Y Kurtz, el coronel desertor que ha creado su ejército de nativos (Robert Redford, que tuvo la posibilidad de hacer de Willard, Steve McQueen y Jack Nicholson eran candidatos al personaje).
He aquí los paralelismos entre Willard y Kurtz; la línea divisoria entre ambos se estrecha cada vez más hasta llegar al final del río, en plena Camboya donde el otro "infierno ruidoso", el de los fusiles, los helicópteros y las playas minadas con surfistas suicidas, queda ya muy lejos y se reemplaza al infierno del silencio y el miedo, del horror dónde el mismo hombre puede destruir el paraíso que ha creado a golpe de machete mandando una clave por radio. La propia destrucción hecha cenizas. Muy propio de las guerras y del poder.
De visión obligada. Wagner dijo una vez: "Si el público no ha enloquecido mi obra habrá fracasado". En nuestros días las Walkirias siguen cabalgando con fuerza.
Natxo Borràs
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