318/15(24/10/11) Decepcionante comedia romántica, los realizadores y guionistas Glenn Ficarra y John Requa que tan buen debut habían tenido en la provocativa, valiente y políticamente incorrecta ‘Phillip Morris ¡te quiero!’, parecen pedir perdón con esta cursi y remilgada cinta, donde la mala leche, la frescura y la chispa solo se atisba en muy pocos momentos. Es una historia de historias cruzadas de amor, donde en cadena unos desean a quién no les corresponde, Emily (buena Julianne Moore) y Cal Weaver (buen Steve Carell) son unos padres que están casados desde hace unos veinte años, viven de modo rutinario, una noche durante una cena Emily le pide el divorcio y le dice que se acuesta con otro tipo, Cal deja amargado su hogar, sale por las noches a ahogar sus penas en alcohol, una noche conoce a Jacob Palmer (correcto Ryan Gosling), un mujeriego empedernido, este decide ser el Pigmalión de Cal y le imparte clases para ligar, lo hace cambiar de ropa, de peinado, de forma de comportarse con las mujeres, mientras se producen otras intrahistorias de amor. Pues bien no hay nada nuevo bajo el Sol, todo lo que vemos está ya muy trillado, los chistes son manidos, el atrevimiento es nulo, hay una escena divertida que se sale de la rutina, la del encuentro familiar en el jardín, el resto es un bienintencionado trabajo donde sobresalen dos ideas, una la de que no hay que rendirse si amas a alguien y la otra es la conservadora de que la familia es la felicidad, que por mucho que intentes buscar esta en el sexo, esto solo es vacío interior, el paraíso emocional es la familia, muy reaccionario, casi parece patrocinada por la Iglesia. Los personajes son planos, no emiten carisma alguno, me da igual lo que les pase, la empatía con ellos es cero. Es este un vodevil con personajes en crisis de amor, donde todos son buenas personas, es un mundo edulcorado e idealizado, que no me toca fibra alguna, me deja tibio. No encontraras en ella la carcajada, si a caso una media sonrisa, que se hace demasiado larga, no sabe sintetizar para ganar en ritmo y hacerla ágil, al contrario se eterniza en un final bobalicón, un discurso infumable sobre el amor, un epílogo cansino, que se estira más que un chicle. En definitiva, una almibarada cinta, que busca en su simpatía la complicidad del espectador pero que en mi caso no la haya. Recomendable a los amantes de la comedia románticona. Fuerza y honor!!!