La verdad es que no puedo decir que la primera película de los transformers fuera de mi entusiasmo, así que tenía que suponer, ya antes de entrar en la sala, que su secuela volara a menor altura que su predecesora y que esa altura fuera más bien baja.

Y así es. La película entretiene hasta cierto punto si le echas ganas y buena voluntad. Te hartas de escenas de tiros, alguna buena, aunque, en general, carentes de una mínima tensión argumentativa que uno esperaría de un director algo más que mediocre como Michael Bay.

Todo resulta muy confuso y como mucho se puede decir que no llega a aburrir al punto de la desconexión. Distinguir un transformer bueno de los malos es tarea harta complicada; el argumento apenas pasa de un esbozo de tres páginas con el que un guionista joven quisiera convencer al productor de turno de sus dotes artísticas y sobre todo, y ya para acabar, sobran tantos minutos como ideas faltan. Lo juro: no vuelvo a la próxima secuela.