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Polonia Polonia · Galitzia
Voto de Valkiria:
9
Drama Albert Lory (Charles Laughton) es un profesor de escuela en una ciudad de un país indeterminado ocupado por el ejército Nazi durante la II Guerra Mundial. Enamorado de su compañera de trabajo y vecina, la también profesora Louise Martin (Maureen O’Hara), Albert se siente frustrado al ser incapaz de declararse por su carácter acobardado. Esta cobardía es también motivo de burla de sus propios alumnos. Para colmo, Louise mantiene una ... [+]
22 de diciembre de 2011
36 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existe un trastorno maniático conocido como cacofobia que se define como el anormal e injustificado miedo a las personas feas, desagradables. Algo de eso hay con respecto al personaje –por supuesto no al actor-, de Laughton en esta obra maestra de Renoir.

El pusilánime maestro de escuela interpretado por el inglés es un niño mimado que no sale de debajo de las faldas de su madre; que se asusta y llora como un chiquillo durante los bombardeos mientras sus alumnos se ríen de él; que no es capaz de declararle amor a Maureen o de plantar cara a la ocupación; que entra en estado de pánico cada vez que una octavilla de la resistencia incitando al sabotaje frente al nazismo se cuela por la puerta de casa. Alguien que provoca absoluta aversión en definitiva, el objeto de esa extraña fobia que rechaza la fealdad.

Laughton es la fealdad personificada hasta que recuerda a aquellos, _al toparse de frente con el general nazi interpretado por Walter Slezak_, que hicieron un desierto y le llamaron paz.

No deja de ser maestro. Y un maestro vocacional. Su primer deber es salvaguardar la verdad, lo que Platón, Tácito o Voltaire escribieran. Y trasmitir esas verdades a sus alumnos llegando a convertirse en el ciudadano de ese pueblo ocupado más perjudicial no para la sociedad, sino para la tiranía.

Probablemente esta obra, segunda incursión de Renoir en el cine americano, contenga los diálogos más elaborados y estudiados sobre las razones de unos y otros para defender o denostar el colaboracionismo, la ocupación, con razonamientos que por ambos lados son tan aplastantemente lógicos que es difícil contradecir tanto a los guardianes de la resistencia como a los portavoces de la gloria del Reich.

Es asombroso cómo Renoir ha conseguido que posturas divergentes, puedan entrar en comunión. Y más asombroso aún es el alegato de Laughton hacia el final de la película. Una denuncia tan brillante, esperanzadora e incontestable como al gran Charles correspondía hacer.

Jamás un ser tan “feo” había hecho antes un alegato tan hermoso en defensa de una causa noble. El sabotaje es lo único que le queda a un país derrotado, trae consigo riesgos y sufrimiento; es una dura decisión, pero “cuando mayor sea el dolor –de esos soldados sin gloria-, más se acortará nuestra esclavitud”.

Cualquier pequeño pueblo ocupado puede ser un frente de batalla mientras señores como Charles Laugton canten verdades como puños.

Estupenda.
Valkiria
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