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Vanuatu Vanuatu · Tomando el sol en Arrakis
Voto de Palasaca:
2
Cine negro. Thriller España, a comienzos de los años 80. Dos policías, ideológicamente opuestos, son enviados desde Madrid a un remoto pueblo del sur, situado en las marismas del Guadalquivir, para investigar la desaparición de dos chicas adolescentes. En una comunidad anclada en el pasado, tendrán que enfrentarse no sólo a un cruel asesino, sino también a sus propios fantasmas. (FILMAFFINITY)
11 de febrero de 2015
16 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Se está quedando con nosotros la "industria" cinematográfica española? ¿De verdad nos quieren convencer de que una película tan aburrida, tan mal interpretada y con unos agujeros de guión tan grandes se merece nada menos que 10 Goyas? ¡¡Por favor!! Ya sabemos que el onanismo galardonero hace estragos en nuestro "brillante" cine, pero es que esta vez se han pasado veinte pueblos. Total y absolutamente sobrevalorada, digan lo que digan muchos de los que aquí nos deslumbran con su presunta sapiencia cinematográfica.

Lo siento pero "LA ISLA MÍNIMA" no es para nada un thriller sino un absoluto peñazo, un soporífero ladrillo de algo más de hora y media muy por debajo de películas como "La caja 507" o incluso "No habrá paz para los malvados", ambas de Urbizu y que, sin ser obras maestras, por lo menos son correctas.

Por fortuna uno tiene edad y memoria y puede recordar todavía que la España de 1980 no tenía mucho que ver con esa España de los Botejara que nos pinta la cinta de Alberto Rodríguez (que tenía 9 años en 1980 mientras que yo tenía 14) en la que aparecen retratos del Rey ¡y de Franco! en un colegio público, en la que para resolver un crimen en una zona rural mandan a dos policías (supongo que desde Sevilla) en lugar de encomendarle el trabajo a quien en verdad le corresponde (la Guardia Civil), en la que esos dos polis de paisano viajan en misión oficial en un coche sin radio (ojo, estamos hablando de 1980, no de 1932), que en la primera escena aparece averiado (lo que les obliga a hacer el trayecto que les falta en tractor) pero que reaparece mágicamente arreglado en la escena siguiente, que se alojan en una habitación de una pensión de mala muerte cuya cama está presidida por un crucifijo "adornado" con fotos ¡¡de Hitler y Franco!!, en la que reciben de los servicios centrales fotos forenses de las víctimas pero a lo que se ve son incapaces de mandarles una simple foto de un sospechoso con antecedentes del que les dan todo el historial por teléfono (pero claro, es que entonces la película duraría una hora como mucho), etc.

Pero los agujeros evidentes del argumento central (que ha tenido que ser trufado con tramas paralelas de pederastia y tráfico de drogas para darle algo de consistencia a un caso que cualquier policía municipal habría resuelto en un cuarto de hora) no son nada comparados con varias situaciones absolutamente ridículas que salpican la cinta: ese sospechoso (el inexpresivo Jesús Castro, el guaperas mojabragas de moda que diese a conocer sus limitaciones artísticas en "El niño") que se mete en el asiento trasero de un coche con dos policías dentro y les sorprende con una navaja (total, como las puertas de los coches de entonces no hacían ruido al abrirse ni nada) y al que, en lugar de sacarlo a rastras del vehículo y darle de ostias hasta que confesase el asesinato de Julio César, le dan dos bofetadas -ante las que se acojona- dentro del propio coche; ese "secuestro" de los polis por parte de unos mugrientos "traficantes" de droga ante el que los imperturbables maderos no hacen el más mínimo intento de tirar de pistola sino que aceptan indiferentes la "invitación"; la escenita del fulano que va a ver a los polis a la pensión, escopeta descargada en mano, para contarles lo de su novia muerta... Podría seguir y seguir pero ya me he cansado.

Del elenco sólo salvo a Javier Gutiérrez (el "Satur" de "Águila Roja"), que interpreta al poli franquista (ex-miembro de la Brigada Político-Social, faltaría más, no vaya a ser que la gente se piense que en el franquismo existían brigadas de homicidios con policías honrados...), el único de la pareja con capacidad expresiva y con habilidad policial, porque el amigo Raúl Arévalo pone cara de amargado todo el rato (en plan Pablo Abraira, los más mayores sabrán a quién me refiero). Por no hablar de esa Nerea Barros (la madre de las víctimas), que debió parirlas a los 12 años, porque sino no me lo explico... Del resto, prefiero no hablar. Porque por no saber, la mayoría no saben ni vocalizar.

Y no digamos nada de esa horrorosa fotografía que desaprovecha totalmente los escenarios naturales de las marismas del Guadalquivir. Es como si las cámaras que usaron tuvieran algún problema con el diafragma, porque si no no se entiende ese exceso de luz, que literalmente quema las tomas exteriores. Si quieres transmitir una sensación de bochorno estival, de asfixia, de ambiente opresivo... hay formas mucho más elegantes y eficientes de hacerlo sin necesidad de machacar con las luces altas. Véase cualquier "western" de los 50 ó 60 ambientado en el desierto de Nuevo México y tómese nota.

Menos mal que no he tenido que pagar una entrada para ver esto.
Palasaca
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