Poco importa si se trata de una secuela superior o una precuela muy inferior, lo cierto es que mantiene un formato, con saltos temporales y rumores que tratan de recuperar unas tierras dominadas por el dragón, la magia, naturaleza y aventuras en ella están presentes, y ahora más si cabe la acción, manteniendo el poder de la historia y tratando de resaltar al menos, unos pocos valores sobre el honor, tiene además ese potente contraste de claros y oscuros, criaturas terrenales y otras formas de vida, y, como principal pega, un romance integrado poco satisfactorio en sí, pero que hace de buen cemento para integrar las secuencias.

Confirma la prioridad por las apariencias y la tecnología en una exhibición que luego se ve obligada pues a cuadrar el guión descuidando el trasfondo legendario, la raza que presenta en esencia la saga se ve limitada al deseo y la codicia, el principal interés ético se centra en la joya del arca, lo cual tampoco excluye a la película como ausente de honor y palabra, de ira y de furia, y represente en Bilbo la esperanza...luego la amenaza de la guerra y el nacimiento del oscuro poder mantienen en vilo al espectador, ese grave peligro que no termina de desatarse y que queda listo para la tercera entrega.

Una creciente sombra en torno a trece enanos de escasas capacidades pero con mucha valentía tiene que salirse a menudo del sendero principal para tan largas historias, y encuentra así a la autoridad y la rebeldía de los humanos, la profecía y algo similar a una épica travesía hacia la mina del dragón, palabra clave, porque hay mucho en el desarrollo que no conviene a la calidad de la película, pero desde que Smaug abre el ojo también hay mucho estímulo para recordar, secuencias jamás vistas que hacen que los valores como la venganza y demás queden en segundo plano..."Yo soy fuego, yo soy muerte..."