Qué maravilla de película, el cine, de vez en cuando, te da la oportunidad de disfrutar de pequeñas joyas y ésta es una de ellas. Los amantes de la música clásica deben de verla sin excusa, así como los músicos profesionales, componentes de las orquestas sinfónicas de nuestro país, porque la música clásica y el amor por ella es lo que da vida y alma a esta pequeña película francesa dirigida por un director rumano al que habrá que seguirle la pista. No soy gran aficionada ni entendida de este tipo de música, pero desde que mi sobrino Alvaro comenzara ya hace años a tocar la viola y a ofrecer conciertos con su orquesta sinfónica, he llegado a interesarme más por ella. De hecho, lo primero que hice tras ver la película fue llamarle y decirle que tenía que buscar tiempo para verla porque merece la pena. Una delicia de interpretaciones las de su elenco de prácticamente desconocidos por mí actores rusos. Aleksey Guskov me ha llegado al corazón con su interpretación, al igual que Dmitri Nazarov y Anna Kamenkova. Todos ellos parecen tener una amplia carrera en el cine de su país, Rusia, pero yo no tenía el placer de conocerlos. Los tres han conseguido crear unos personajes que te rompen el corazón. A la francesa Mélanie Laurent sí que la conocía gracias a Tarantino y sus "Malditos Bastardos". Ya entonces, la rubia francesita me había convencido pero, aquí, me confirma la interesante actriz que es, consiguiendo dar veracidad a su personaje y esforzándose en las escenas en las que toca el violín, instrumento que estudió un par de meses antes de comenzar el rodaje. Junto a ella, una de las veteranas del cine galo, Miou-Miou, también muy correcta. En definitiva, una película de las que se quedan en la retina después de verla, de la que se habla y se comentan sus diálogos o escenas, de las que dejan un buen poso, de las que merecen la pena.