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Voto de Antonio Morales:
7
Drama. Comedia Masao es un niño de nueve años al que le toca pasar las vacaciones de verano con su abuela; así que se acabaron los partidos de fútbol, ya que todos sus amigos se han marchado a la playa. El aburrimiento de Masao es tal que se le ocurre la idea de buscar a su madre, a la que nunca ha visto. Con muy poco dinero y con una fotografía y una dirección como únicas referencias, el plan parece condenado al fracaso. Una amiga de su abuela ... [+]
27 de junio de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Disecador y analista de una violencia feroz en títulos como “Violent cop”, “Sonatine”, “Hana-Bi” o “Brother”, Kitano imprimió un giro de 180 grados a su obra para tratar de escapar de la etiqueta que empezaba a amenazarle y volvió, en cierta medida, a ese personalísimo territorio, hecho de poesía ingenua y minimalista. Aunque sin ser una película autobiográfica en el sentido ortodoxo del término, este film de Takeshi Kitano se nutre de recuerdos personales del cineasta y actor que le otorgan a esta especie de relato infantil, que no lo es, una original “road movie” camuflada de comedia negra, cuyo itinerario comparte un niño de 7 años con un ex yakuza, más bien pícaro y patoso, poseedor de una elocuente inocencia en su aparente maldad.

Itinerario pues, de juego y fantasía en el que no sabemos quién es realmente mas infantil e inocente de los dos. Este reparto equívoco de papeles, capaz de invertir el sentido de las apariencias, genera un viaje cruzado de la madurez a la infancia y de ésta a la madurez, impregnando de un inaprensible lirismo que convierte la película en un sabio cuento lleno de encanto. Narra las vacaciones del pequeño Masao, que en un barrio de Tokio vive con su abuela y no ha conocido nunca a su madre, pero ha encontrado una caja con una foto de ella con su dirección y decide ir en su busca, pero una amiga de su abuela le impide que vaya solo, brindándole la compañía de su marido Kikujiro, algo corto de luces, camorrista y gruñón. El cineasta nos muestra diversos paisajes por playas y carreteras, donde vivirán aventuras diversas.

Y la pregunta es ¿Puede enseñar Kikujiro algo provechoso al niño que custodia, ese tahúr empedernido, bravucón trasnochado, con su andar encorvado, su rictus contraído y su deplorable lenguaje plagado de insultos? ¿Un hombre que lo primero que hace es gastarse el dinero del que disponen en las apuestas de carreras, lo que les obliga a hacer el viaje en auto stop? ¿Alguien que no ha recibido educación, ni cultura, ni cariño? La paradójica respuesta se manifiesta durante ese viaje, sus andanzas y experiencias son inseparables de una melodía con variaciones, la empática música de Joe Hisaishi. También conocerán personajes pintorescos, divertidos, patéticos e insólitos, unos matones de pueblo, unos moteros, un escritor nómada, el paciente recepcionista de un hotel de lujo, incluso una pareja se jóvenes simpáticos. El espectador se adentra en el relato del viaje pasando las páginas de un álbum de fotos.

“El verano de Kikujiro” es pura poesía visual, divertida y conmovedora con ese niño que corre con su mochila con alas de ángel, pero también representa una apología del juego, emocional y físico: disfrazarse de distintos personajes, hacer trucos de magia, contar historias y disfrutar de todo lo transgresor inspirando una serie de gags integrados sabiamente en el drama, que tiene reminiscencias del film de Chaplin, “El chico” en la complicidad de sus travesuras y la relación paterno filial que se establece entro ellos, como lo hacía el vagabundo y el huérfano, una relación humana fraternal e inolvidable que nace con la esperanza de la aventura de un verano.
Antonio Morales
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