Poco se le puede explicar ya de cómo funciona la comedia a un tipo como James L.Brooks. En este clásico del cine de los noventa, nos encontramos con un verdadero ejercicio de precisión, una comedia que maneja su tempo sin ninguna cosa que la ralentiza y, como apuntan otras críticas de la página, donde los personajes mandan, o mejor dicho, los actores.

Jack Nicholson, aparte de un excelso actor, no deja de ser un arma de doble filo, su talento natural parece reñido con su gusto por la hipérbole gestual. Aquí, Brooks y su equipo le regalan al maniático escritor Melvin, para que Jack disfrute y haga disfrutar, creando un personaje que, misteriosamente, en un ejercicio de alquimia, logra que el público tenga empatía con él.

El resto del reparto está también a un nivel maravilloso, destacando una Helen Hunt tremendamente creíble como camarera y madre soltera. Greg Kinnear otorga una sobria y serena dignidad a su personaje, bien apoyado por un sorprendente Cuba Goobing Junior, quien está muy divertido, especialmente cuando comparte pantalla con Nicholson.

La cinta a veces tiene el gusto por lo efectista, pero tiene un guión repleto de sensibilidad e ingeniosos diálogos que hacen a uno sentirse tentado de perdonárselo todo. Además, incluye uno de los piropos más hermosos que ningún hombre le dijo nunca a una mujer.

Su final, al estilo de Billy Wilder en "El apartamento", es otro ejercicio de presuponer inteligencia al público, no cayendo en los tópicos del género, siendo ingenioso y buscando otras rutas para resolución de problemas.

La firma de James L.Brooks se nota, y positivamente, en esta estupenda comedia.