La espléndida Reservoir Dogs apenas había sido el aperitivo de lo que iba a llegar, aquí estaba el plato fuerte, Pulp Fiction. No carente de defectos (¿qué película no los tiene a fin de cuentas?), siempre habremos de recordar este folletín negro como la gran obra maestra de Quentin Tarantino o, cuanto menos, la que le catapulta definitivamente a la fama como director.

Amparándose en elementos que ya habían funcionado muy bien en Reservoir Dogs (mafiosos que hablan de temas tan cotidianos como los masajes de pie, una espléndida elección de los temas musicales, mucho peso de los diálogos tan superficiales como atrevidos, etc), incluyendo por supuesto, una violencia extrema. ¿Nos gusta Tarantino por ello o a pesar de ello?

Película coral y que gira en círculos, da la sensación de que estamos abriendo las ventanas de un cosmos donde todo está muy bien explicado, Tarantino está creando su propio universo y quizás, en esta ocasión el reparto escogido le bendice en sobremanera. Samuel L.Jackson y John Travolta (recuperó su prestigio) son los dos más recordados sicarios de la historia del cine negro, mientras que Uma Thurman (con un rostro y lenguaje tan heterodoxo como atractivo), hace oposiciones para ser reconocida como la gran musa de un Tarantino que como en Reservoir Dogs, no se resiste a hacer un cameo.

A destacar también a Bruce Willis, que explota otro tópico, el boxeador presionado por la mafia para dejarse caer a la lona. Atención a lujazos como tener a Harvey Keitel o Christopher Walken en el banquillo, para que salgan a resolver como solamente ellos saben, El Señor Lobo y el narrador del reloj anal más norteamericano de la historia.

Un ejercicio de cine espléndido, con una impronta que mezcla originalidad y homenaje, quizás me traicione que sea mi momento favorito de la trayectoria de este peculiar director. Se confirmaba que llegaba un nuevo estilo que podía funcionar y muy bien, tanto en taquilla como en crítica.