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España España · Madrid
Voto de Servadac:
8
Fantástico. Drama Henry Spencer, un joven depresivo y asustadizo, sufre desde pequeño unas extrañas pesadillas de las que intenta liberarse a través de su imaginación. Un día, su amiga Mary lo invita a cenar a casa; se entera entonces de que ha sido padre de un bebé prematuro y no humano. Mary y el extraño bebé se instalan en casa de Henry, donde un escenario iluminado tras el radiador muestra la presencia de una mujer. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2010
146 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lynch retrata nuestros miedos más hondos con medios exclusivamente cinematográficos. Bucea entre los pliegues de la mente –lo hace a pulmón, sin ataduras ni paracaídas. Si alguna vez tropieza, se levanta. Y sigue haciendo cine. Su propuesta es genuina, emocional. Entrevé pálidas luces en lo oscuro.

Franz Kafka, de quien se dice que es el escritor que mejor ha sabido destilar las esencias del siglo de las dos guerras mundiales, en sus cartas y diarios, muestra preocupaciones obsesivas por el compromiso de pareja. Observa con asombro (e ironía) el hecho de que el hombre pueda zambullirse en la paternidad de forma fácil y espontánea. En los textos de Kafka se enfatiza la incomodidad del acto sexual: debajo de una mesa (El proceso), en la taberna (El castillo), en el suelo sucio cerca de un balcón (América)… Nos hace percibir lo físico del sufrimiento, la imposibilidad de eliminar del propio cuerpo los focos de dolor (esa manzana que se incrusta en el escarabajo en La metamorfosis).

En Lynch, la corporeidad alcanza lo salvaje. Su espeleología de la mente es vertical –con vueltas y revueltas, pero siempre caminando hacia un estrato más profundo. En Kafka, la ficción desasosiega. En Lynch es pavorosa. En ambos, atisbamos esa angustia de que el cosmos pueda ser una encerrona de cartón. Como en los lienzos últimos de Turner, sospechamos que del otro lado de la tela está el vacío.

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Eraserhead es el primer largometraje del maestro norteamericano. En él retrata el pánico del hombre (del varón) ante la vida conyugal y, sobre todo, ante el hecho (irreversible) de ser padre. La claustrofobia surge de lo cotidiano. Lo corporal deviene pura nausea. El semen es escoria.

Desde el principio, las cartas quedan boca arriba: un planeta anida en la cabeza del durmiente. Es una luna enferma, ¿inhabitada? El demiurgo acciona el mecanismo. Y a soñar. El escenario es gris y tiene trazas de polígono desangelado (hay algo de Antonioni en ese yermo de cemento). Los personajes –todos– son aterradores o inquietantes. El bebé deforme desplaza la cabeza del protagonista. La cabeza rueda por un escenario en miniatura. Cede el suelo. Un niño toma la cabeza entre sus brazos. La lleva hasta una fábrica de gomas –como si pudieran suprimirse los impulsos y pulsiones que hay en ella.

El mundo que retrata Eraserhead es personal. Lynch declara haber vivido en él durante varios años. Yo creo en su palabra. Un mundo así no puede ser un artefacto.

Freud quiso cartografiar el orbe de lo onírico. Su guía es excelente. Era un hombre de ciencia. Lynch, sin embargo, elude lo lineal; Eraserhead se vive desde el interior.

Con Freud y Jung aprendes de los sueños. Con Lynch aprendes a soñar.

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La brújula de Freud ayuda a atravesar el laberinto de la psique; es el hilo de Ariadna. Cabeza borradora es el temible Minotauro. La goma de borrar no es otra cosa que la espada de Teseo.
Servadac
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