American Beauty

American Beauty es un claro ejemplo de que la vida, además de breve, es maravillosa. Con la magistral interpretación de Kevin Spacey como Lester Burnham (un hombre cuya vida es vacía, monótona y agotadora), entramos en un universo personal en el que se cruzan las historias paralelas de su mujer Carolyn (una vendedora inmobiliaria enfrascada en su trabajo), Jenny (la hija adolescente acomplejada por sus pechos pequeños y otras tonterías de la edad del pavo), Samantha (la guapa amiga de jenny y dulce obsesión de lester), y unos vecinos que además de nuevos, son muy peculiares.
La trama es amena y sorprendente, con tintes de humor y de cierta nostalgia. El protagonista es a la vez un perdedor y un héroe, una figura que evoluciona y se renueva porque nunca es tarde para cambiar.
Además de una historia acerca de la belleza americana, es una película que te dan ganas de volver a ver, solo por no perderte esos pequeños detalles...

En los últimos años se han visto docenas de películas que se encargaban de echar por tierra el modo de vida americano, conocido como american way of life.
Maravillosos barrios de casas unifamiliares, donde todo el mundo se conoce, se respeta y se ayuda. Familias perfectas que desayunan todos juntos en sus espaciosas cocinas. Maridos que cortan el césped mientras sus encantadoras mujeres hacen una tarta de arándanos. Toda esta colección de clichés ha dado pie a retratos bastante despiadados de los cuales American Beauty no solo es el más conocido sino también posiblemente el mejor.
American Beauty nos presenta al clásico matrimonio de clase media con una hija que vive en en uno de esos barrios. Pero en el momento en que la película empieza a profundizar un poco en los personajes se ve que algo huele a podrido en su interior. Un marido anulado en su trabajo y en su vida familiar, completamente aburrido de su existencia, que solo empieza a sentirse vivo otra vez ante presencia de la atractiva amiga de su hija adolescente. Una esposa insatisfecha, insegura y desquiciada que no soporta no estar a la altura de lo que se espera de ella. Una hija que se siente ignorada, llena de resentimiento hacia sus padres y la vida en general. En este complicado panorama el director Sam Mendes, apoyado en un espléndido guión del prestigioso Alan Ball, se encarga de envolver toda esta capa de mugre en un delicado pero demoledor papel de celofán. Su trabajo resulta de una sensibilidad extrema y hace honor al título de la película, que se paladea como un caramelo dulce por fuera pero muy amargo en su interior. La afortunada aparición del personaje del vecino que lo graba todo con su cámara le da una dimensión especial a toda la narración, ya que en él se encuentran muchas de las claves de la película.
Sam Mendes debutó de forma brillante en el cine con esta película, aunque se puede decir que lo tuvo todo a su favor. Además de la producción de Spielberg, y de un guión impecable e implacable se rodeó del mejor reparto posible donde se combinaban rostros veteranos con los de jóvenes promesas trabajando todos ellos al mismo nivel. Memorable resulta el personaje que interpreta Kevin Spacey, y el actor lo interpreta con absoluta sencillez. Brillante resulta el trabajo de Annette Bening, siempre al borde del abismo, pero sin pasarse nunca. Y junto a ellos el resto del reparto del que es difícil destacar a uno solo.
Para rematar la faena el compositor Thomas Newman envuelve con su música toda la historia de forma tan sutil como fascinante.
Al final los personajes los personajes han recorrido un camino, y desde luego ya no volverán a ser los mismos. Es posible que todavía les quede algo de esperanza y sean mejores que al comienzo.

Esto es lo que nos vienen ofreciendo una gran cantidad de películas, esta es una de las que mejor lo consiguen. Con unos tintes bastantes cómicos, parodiando grupos de personas de distinta índole, en aspectos sociales, aspiraciones, políticos... Nos da una visión bastante cercana de la fustración por tener que aparentar, por tener que dar una imagen al exterior más allá de la que nos gustaría, por no poder ser nosotros mismos.

En definitiva, muy buena película de prácticamente obligatorio visionado, a ver si aprenden todos.

Una de las mejores cosas que le puede ocurrir a una película es la fusión de un buen guión con la hermosa sensibilidad tanto del director, como del actor protagonista, como del propio guionista. Esta película lo consigue y logra conjugar la puesta en escena de Sam Mendes, con la sabiduría de Alan Ball y la brillante interpretación de Kevin Spacey.

Probablemente su mayor mérito se lo debamos a Alan Ball, guionista conocido por ser el creador de la excelente "A dos metros bajo tierra" o "True Blood". Considero "A dos metros bajo tierra" notablemente superior a esta película, al fin y al cabo se trata de un producto audiovisual televisivo, con lo cuál, puede sacarle más jugo a todos los aspectos del guión. Guión que establece similitudes con "True Blood" y "A dos metros bajo tierra".

Al fin y al cabo, Alan Ball siempre ha destacado por su obsesión por retratar los aspectos éticos de la sociedad: la hipocresía más mundana, la necesidad de las apariencias, el cinismo norteamericano, la crítica a la familia convencional y la representación abierta y realista del mundo gay(como homosexual, sabe transmitir especialmente este aspecto).

La película viene a ser eso. Una disección de la familia de clase media norteamericana. Introduciendose en los entresijos para demostrar que pasamos la vida preocupandonos por nimiedades y convenciones sociales que no nos hacen ningún favor.

Destacar la interpretación de Kevin Spacey que oscila entre la cotidiana y comedida pose del personaje y su versión más alocada y destada(siempre he pensado que Spacey es un Jim Carrey camuflado de actor dramático). Y al siempre muy correcto Chris Cooper, que realmente llega a poner los pelos de punta.

No le pongo un 10 porque la película podía lograr incluso más profundidad, alcance y puntería; la banda sonora también es buena, pero mejorable. Probablemente un 9. Gran película.

Lester Burnham (Kevin Spacey) es el típico ciudadano de una sociedad occidental moderna, casado con una hija y un buen empleo. Todo esto es la fachada de una triste realidad, su vida es mediocre y rutinaria, su relación marital es nula, la comunicación con su hija no existe, su empleo no lo satisface y lo peor de todo, fantasea sexualmente con la amiga de su hija. ¡Un total desastre emocional!

¿Qué más se puede decir de “American Beauty” (1999), que todavía no se haya dicho?
¡Seguro, espiar por las ventanas la pesadilla americana!

En las comunidades urbanas en donde las viviendas están tan cercas, existe la mala costumbre de espiar por las ventanas. En el film se desencadena una serie de sucesos por las mala interpretaciones de lo que se ve por las ventanas. Vivimos en una sociedad llena de hipocresía y de degradación moral. El personaje de Kevin Spacey demostró eso fuera de toda duda.

La película tuvo un presupuesto de $15 millones y generó por venta de taquillas la cantidad de $356 millones, más $211 millones por la venta de alquiler en los videoclubes, además recibió 162 nominaciones a diferentes premios en festivales de cine, de los cuales ganó 88 de ellos.